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Enredé mis brazos alrededor del cuello de Greg, mientras él me sujetaba los muslos de camino a su sala de estar

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Enredé mis brazos alrededor del cuello de Greg, mientras él me sujetaba los muslos de camino a su sala de estar. Rompí el beso, echando la cabeza hacia atrás. Me encantó el techo de vigas, miré a mi alrededor, dejando el recibidor atrás, él cerró la puerta de una patada sin detenerse.

—Oh por Dios, este sitio es fantástico —admití asombrada.

Su sala de estar estaba divida en dos, seccionada por el recibidor y luego las escaleras hacia el segundo piso. A la derecha se hallaba un espacio acogedor, muebles de tonos terracotas que combinaban con los pisos de madera y los cuadros pintados al óleo con gruesos marcos colgados en las paredes.

Al otro lado, noté el piano de cola en un rico tono café, toda una pared de estantes de libros y un sofá de tres plazas contra la pared. Además de un par de sillas dispersas.

Greg subió por las escaleras, yo seguía trepada sobre él. Lo miré con cejas alzadas, mientras él mantenía su ceño fruncido.

—Te lo mostraré todo después, Nina. Pero no puedes ilusionarme con el sexo y dejarme en el siguiente instante, lo siento, nena... —resopló serio, avanzando con una determinación absoluta en su rostro.

Me reí entre dientes, besando su mejilla.

—No importa. Tendremos tiempo luego.

También lo deseaba con desespero. Esto era tan nuevo y entretenido, por primera vez ansiaba acostarme con un hombre. Greg tenía tantos juegos sucios, que tal vez nos tomaría más que meses explorarlos todos. Estoy encantada con él, porque esto entre nosotros no es forzado en absoluto, no hay ni un gramo de mí que no lo desee.

En el segundo nivel, Greg me entretuvo con sus besos para que ignorase la casa. Nos condujo hasta el final del pasillo hacia la habitación principal. Le ayudé a abrir la puerta cuando lo mencionó, y en unos instantes yo estaba contra el colchón y él sobre mí, manteniendo mis piernas separadas con su cadera.

—Greg, se supone que yo iba arriba —jadeé contra su boca.

—Oh, joder... es cierto.

Greg nos hizo rodar, cambiando de puesto. Eso no impidió que me tomase del rostro y siguiera imponiéndose con sus besos. Lo dejé hacerme lo que quisiera, porque su lengua es perversa, y provoca mis gemidos en cuestión de nada.

Me erizó la piel cuando sus dedos recorrieron la línea de mi espalda hasta mi trasero, Greg alzó su pelvis y me sacó un jadeo necesitado cuando sentí su caliente bulto restregándose contra mí.

—¿Ya ves cómo me pones, Nina? —se quejó en un gruñido—. ¿Estás igual, cariño?

Cabeceé con fervor. Tomé su mano libre y lo guié por mi vientre hacia el interior de mis shorts. Sus dedos gruesos irrumpieron en mis bragas, saqueando mi sexo con avidez. Me mordí los labios antes de gemir cuando él enterró sus dedos en mi canal, provocando los latidos en mi interior.

NO JUEGUES CON EL PERVERSO ABOGADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora