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[GREG]

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[GREG]

Hice lo correcto.

Arruiné mi presente, pero hice lo correcto. He retrocedido en todo. No más terapia. Ni amigos cercanos. No más Nina. No estoy en el punto de partida que estuve hace meses, sino en uno diferente. En el punto de los cobardes quizás, pero hice lo correcto. Nina está con vida…

Odio a Brandon Flowers, se puede ir al jodido infierno con sus putas buenas canciones. Es difícil ignorar la maldita letra, en especial cuando “ella es solo otra chica” se repite miles de veces. ¿Cómo demonios dejo de pensar en Nina de este modo? Maldito bar ¿por qué no solo bebí en mi casa? Oh sí, todo lo que tengo ahí me recuerda a ella. ¡Joder!

—¿Te llamo un taxi, hombre? —me preguntó el mesero.

Ya tenía mis brazos sobre la mesa, con la frente apoyada sobre uno de ellos. Me erguí en mi silla de un solo movimiento, lanzándole una cara de hastío al chico con acné y mirada preocupada, parado frente a mí.

—¿Me ves que ya terminé de beber? —inquirí cínico—. Solo trae otra cerveza, chico.

El mesero no dudó en mi demanda, cogió mi tarro vacío y corrió para conseguirme más cerveza oscura. Solo por eso recibiría buena propina. Tuve una fría y espumosa Guinness a la velocidad de la luz.

No necesito otra ya estoy algo ebrio, pero esta es mi nueva rutina ahora: salir de la oficina hacia el bar, emborracharme para regresar a casa y poder dormir un poco, gracias a los efectos del alcohol. Solo que, en el proceso de embriagar mi cobarde ego, las penas duelen más.

Intenté hablar con Nina la semana pasada, antes nunca me vio con esa altivez y odio concentrada en su rostro. Sin decirme palabra, desgarró algo que ya estaba roto en mí. Y no puedo dejar de pensar que hice lo correcto…

—¡Hola!

Aparté la mirada de la espuma de mi cerveza, observando al idiota que se había sentado frente a mí en mi mesa. Debía rondar los cuarenta años, tenía las arrugas suficientes en su rostro pálido. Cabello negro muy corto, casi rapado, ojos claros y una gruesa quijada que combinaba con su contextura fornida.

—Ese asiento está ocupado —siseé aburrido.

No estaba en el ánimo de charlas con extraños. Pero el hombre no mostró ni una pizca de vergüenza, solo miró a su alrededor antes de encoger sus gruesos hombros.

—Pues yo lo vi vacío…

Su mueca de sonrisa solo ocasionó que lo mirase con fastidio. Inspeccioné su ropa con una barrida rápida de ojos, jersey claro, pantalón oscuro. Se hallaba presentable, excepto por sus zapatos. Botas sucias de cuero curtido, típicas de un obrero de construcción, que no combinaban con el resto de su atuendo.

NO JUEGUES CON EL PERVERSO ABOGADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora