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[GREG]

Salí de mi oficina con la idea de visitar a Scott, que seguía retenido por INTERPOL, y ahí se quedaría hasta que supieran qué hacer con él. Ya había hecho que su juicio se retrasase dos semanas, el tiempo suficiente para presentar pruebas de su inocencia y que fuese protegido en lugar de acusado.

Cada día estaba sintiendo cómo las píldoras lograban dormir una parte de mí que estuvo ocasionado destrozos sin que yo lo notase. Estaba recuperando un control que perdí en una chispa de segundo, fue un abrir y cerrar de ojos, y el incendio ya tenía unos años consumiéndome.

Las puertas del elevador se abrieron en dos, mostrando a un único pasajero. Un visitante, según el carnet prendado en su camiseta blanca. Pantalones jean, botas negras. Fruncí el ceño de su atuendo casual. ¿Amigo de Pierce, quizá? Él es el único que se pasea por la empresa como si estuviese en una obra de construcción.

—Hola, mal príncipe —me saludó el tipo, emocionado.

Me congelé a mitad del elevador, con un pie aun fuera. ¿Quién es este tipo? Miré su rostro, sombra de barba, sonrisa divertida, ojos claros risueños y cabello revuelto como si no conociera el gel de cabello y los peines.

—¿Disculpa? —demandé serio, entrecerrando los ojos— ¿Nos conocemos?

Imposible.

—No. Soy Ethan. Ethan James. Un amigo muy íntimo y cercano de Nina, se podría decir que nos criamos juntos —canturreó el hombre con fervor—. Ella era la diablilla en el instituto, y yo su ángel de la guarda, como siempre...

Ethan sonrió con una mueca de diversión que no le devolví. Me crucé de brazos, dando un paso más cerca del chico. Se nota que no ronda más allá de los veintidós. Y cuando notó el gesto intimidatorio de mi parte, dejó de sonreír lentamente.

—Bueno, eso es muy peculiar... —le murmuré curioso, mirándolo de reojo— ¿cómo lograste entrar al instituto para señoritas donde ella estudió?

—¿Instituto? —bufó confundido— Quise decir, universidad.

Cabeceé con suavidad, sin poder evitar que las comisuras de mi boca se alzaran con suavidad. Guardé mis manos en mis bolsillos, alzando mi barbilla cuando él tragó duro, luciendo un poco incómodo de mis acerados gestos.

—Bueno, Ethan, amigo de universidad... Espero que la próxima vez que tengamos... la calamidad de encontrarnos, recuerdes mi nombre.

No sé qué demonios hacía él jugando en los elevadores de la empresa. Pero podía hacerme la idea si me llamó por mi viejo apodo. Supongo que Nina le ha contado quién soy y por ende su curioso amigo ha intentado conocerme por su cuenta. ¿Su propósito? No estoy seguro.

Habíamos bajado hacia el piso de Nina, las puertas se abrieron detrás de mí. Miré sobre mi hombro hacia el recibidor despejado y cuando regresé la atención a Ethan, este lucía ansioso por bajarse.

NO JUEGUES CON EL PERVERSO ABOGADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora