***[GREG]***
Nina aceptó mi condición de no visitas en el hospital. Claro que eso no la detuvo de contarme qué tan ansiosos estaban todos por verme. Sé que ella intentaba entender lo que ocurría, no podía culparla por sus esfuerzos, pero simplemente no me motivaba ver a nadie y saber que ya no me mirarían igual. Que estaba débil aquí, que ahora tengo secretos y miedos que no deseo que ni siquiera mi esposa sepa.
Pero sé que se enterará. Nuestra convivencia la hará notar lo que ocurre, y no sé por qué, pero solo estoy esperando que suceda lo peor. Si tan solo no tuviese a una insistente y obstinada mujer, quizás esto sería más sencillo de ocultar...
—Greg, ¿puedes cooperar un poquito, cariño? ¿por favor? —me pidió Nina, mirándome con paciencia.
Fruncí el ceño, negando con fervor.
—Deja que una enfermera lo haga. ¿Por qué quieres hacerlo tú? —le reclamé indignado, ocultando mi brazo izquierdo bajo la cobija cuando vi sus intenciones de tocarme.
Nina rodó sus ojos. Ella no estaba jugando a la esposa consternada que no quería tocarme por miedo a hacerme daño. En realidad, preferiría que me tuviese un poco de vergüenza o pena para no hacerme esto. Pero esa no es Nina. Ella solo colocó sus brazos en jarras en su cadera, ladeó su cabeza, dándome esa mirada entre amable y severa que no me dejaría ganar.
—Porque es algo rutinario y sencillo en lo que yo puedo ayudarte, cariño —me recordó con dulce voz, entonces señaló hacia la cobija—. Ahora alza la mano, vamos.
Gruñí reluctante, mientras ella tomaba la iniciativa y sacaba mi brazo de mi escondite. Fue muy cuidadosa; yo quería alejarla, pero esos ojos miel y oliva me advirtieron que no volviera a intentar esa maniobra.
Ayer me había lastimado por apartar mi brazo con brusquedad, solo para que ella no notase mi mano. Las uñas tardarían mucho en crecer, y tendría varias cicatrices algo asquerosas en toda mi mano que solo me hacían rabiar. No quería que Nina las mirase, no quería a nadie observando mi grotesca mano.
Pero ahí estaba mi exasperante rubia, removiendo el parche de gasa del dorso de mi mano como si nada. Respingué nervioso.
—¡Nina! ¡No!
La asusté, porque alzó sus manos, mirándome con cautela. Entonces suspiró, dejando caer sus hombros. Esta es una batalla de días, no he ganado una sola. Nina siempre se sale con la suya y termina observando mi mano desprovista de vendajes por varios segundos antes de cubrirla. Siempre intentó mirar hacia otra parte, cualquier lado que no sea su rostro. No sé cómo tiene el valor de hacerlo.
—Greg, nene, solo voy a cambiarte la gasa —me explicó serena, alzando los nuevos parches limpios—. Es lo único que haré, no voy a limpiar o tocar los puntos de la cirugía, solo reemplazar el vendaje. ¿De acuerdo?
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NO JUEGUES CON EL PERVERSO ABOGADO
ChickLit[T E R M I N A D A] #2 Nina desea una sola cosa: tener control de su destino. Sus padres han gobernado cada instante de su vida, desde cómo vestir hasta con quién acostarse. En cuanto ve su oportunidad de ser libre, ella no lo piensa dos veces para...