1 2

10.6K 955 71
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los días se me escurrían de los dedos como agua. En unas semanas debía viajar a Italia y conocer el castillo del que tanto hablaba Aiden. No eran vacaciones, pero esperé tener un poco de tiempo para distraerme. Solo que recordar que Scott seguía encerrado, hacía que mis ideas tuvieran un sabor culposo.

—Me gusta tu oficina.

Alcé la mirada del escritorio de cristal hacia la entrada de mi oficina. Greg repasaba en silencio cada recoveco con ávido interés. Manos en los bolsillos de su pantalón, y barbilla en alto. Así que tenía al Greg soberbio por hoy.

—Gracias. ¿Qué te trae por aquí?

Él había empezado a cerrar la puerta, se paralizó un segundo, pero terminó el trabajo. Cuando tuvimos la privacidad que él quería, Greg avanzó despacio en línea recta hacia mi escritorio. Los rayos de sol que entraban de la pared de cristal a un costado volvía su atuendo más oscuro.

—Pensé que te encantaría verme, Nina, al menos vestido tengo la atención de tus ojos en mi rostro —me provocó con una diabólica media sonrisa.

Y todavía arrogante. Le sonreí, más para seguirle el juego que por sus palabras. Si esperaba avergonzarme, le costaría mucho trabajo lograrlo.

Sonrojarme no es lo mío.

—Si quieres sacarme de quicio, no lo vas a conseguir, Greg —murmuré sonriente, mientras él se sentaba frente a mi escritorio—. Ahora que sé que estás enfermo, entiendo tus estados cambiantes.

Su pausa al sentarse me alertó que le afectó llamarlo "enfermo". Greg inhaló hondo, y suspiró con tremor, como si fuese su método de relajación personal. Impresionante. En especial porque no desapareció ese brillo travieso en el chocolate de sus ojos.

—¿Lo entiendes, Nina? —inquirió muy cínico.

—Sí. ¿Ya sabes qué es lo que tienes?

El médico le dijo que no tenía un trastorno de narcisismo, aunque yo opino lo contrario. Tampoco es bipolar, pero siento que conozco diferentes versiones de él. Lo que sea que tenga no es repelente suficiente para mi casi muerta libido. Al parecer Greg es el único que logra despertarla.

—¿En serio quieres saber qué tengo? —preguntó curioso, cabeceé con fervor y me gané una media sonrisa ladina— Pues sigo con las ganas de follar. ¿Te interesa?

Un poco. ¡Diablos!

—Pensé que no me pedirías sexo —le reproché indiferente.

Pero por dentro me está entrando el desespero.

Greg cerró sus ojos y suspiró una vez. Noté la derrota en su semblante cuando volvió a verme. Como dije, es tan cambiante.

—Sí, perdóname, Nina. Yo no...

NO JUEGUES CON EL PERVERSO ABOGADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora