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Adoro la comida asiática, es tan rica en sabores e ingredientes

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Adoro la comida asiática, es tan rica en sabores e ingredientes. Por lo que uno de mis restaurantes favoritos siempre será esta pequeña joya de lugar que Maddie y yo hallamos justo en London City, a unos diez minutos de mi trabajo. Sirven una variedad de platillos desde japoneses y coreanos, hasta comida Tai. Mi preferida.

Esta era la primera semana de mi amiga en un empleo que al fin había llamado su atención. Era practicante en una fundación multipropósito llamada HICKS. Madison se veía tan linda en su vestido negro, con su largo cabello castaño suelto sobre sus hombros.

Me gusta verla vestida con atuendos profesionales, siento ese orgullo de hermana mayor con ella. Después de todo, mis dos hermanas prefirieron ser esposas y madres a tiempo completo. No está mal, digo, algún día me encantaría una familia por mi cuenta. Pero no podría vivir conmigo misma si dejase algo que me da libertad.

—¿Qué tal está esa sopa? —le pregunté a Madison.

Ella había pedido un especial Tom Yum, una sopa tai muy buena. Madison ordenaría cualquier cosa que no le llevase a utilizar palillos para comer. Aunque por su expresión contenta, parecía satisfecha con su elección.

—Sabe delicioso —aceptó en un suspiro de placer, echando la cabeza hacia atrás—. Ordenaré esto más seguido.

—Maddie, ¿quieres un camarón?

—Sí, dame —me pidió, tomó su tenedor para capturar uno de mis camarones de mi ensalada tailandesa.

Me llevé a la boca un bocado de fideos de arroz, adorándolos. Madison solo sonrió de mi gemido aliviado. Seguimos así unos minutos más, hasta que las miradas de mi amiga hacia mi muñeca izquierda fueron demasiado obvias. El reloj de Greg despertó su curiosidad desde que entramos al local.

—Ya, Madison, suéltalo —jadeé aburrida, recostándome en el asiento.

—Bien. ¿Dónde pasaste la noche, Nina? —inquirió ansiosa— ¿Y de quién es eso? Por favor dime que no es del tal Sean.

Rodé mis ojos cuando su aflicción fue demasiado para mí. Desde Calum, mi amiga se volvió... un poquito... ¿paranoica? No lo sé. Pero creo que fue demasiado lejos amenazando a Sean con incendiar su culo en llamas si se atrevía a hacerme algo malo.

El amigo de Ethan había sido muy amable de acompañarme a mi apartamento después de la visita al zoológico, y Maddie me había encontrado dándole un beso de despedida al guapo chico. Ese fue el momento que sacó su encendedor, que ahora está confiscado, por mí. No más piromanía.

Ahora Sean no quiere hablarme. Ethan dijo que el hombre se había mudado de ciudad. Para mí, sonó a un: "veamos a otras personas". Voy a fingir que ese rechazo no me dolió.

—No, Madison —le reproché obstinada—. No estuve con Sean.

La chica entrecerró sus ojos violetas, mostrando su recelo cuando frunció sus gorditos labios. Quise reírme y apretarle las mejillas. Hace mucho se me pasó el enojo por correr a Sean, es difícil molestarme con ella.

NO JUEGUES CON EL PERVERSO ABOGADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora