L6 Responsabilidad Paterna

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El niño, el pequeño Ariel dormía tranquilamente en mi falda ya que la música de la flauta parecía tranquilizarlo. ¿Cuál sería su destino? ¿Qué devendría en su futuro? Con estas cavilaciones me puse a analizar.

Estaba sobre un enano que se convirtió en un dragón gigantesco y en su espalda llevaba una pequeña cabaña en un mundo donde la gente no moría, si no quería, que era siempre de atardecer, donde habitaban elfos, enanos, dragones, hadas, árboles que hablaban y daban grandes duraznos que otorgaban la inmortalidad. Además ahora yo era inmortal, mi perro y mi niño también. Analice todo esto y me rei, mas bien lance una carcajada dejando de tocar.

- Dormiré un poco Fuego Arcano.

- Bien, que descanses.- Me respondió

El primero en dormirse fue mi querido Vadis, el segundo Ariel sobre mi estómago, y luego yo.

Soñé como siempre que estaba en mi tierra, todos muy felices ese día y me hacían un agasajo por haber vuelto, no recordaba de donde.

Estaban todos, sus hermanos, Mei Lin, la flor salvaje, los monjes, el noble díscolo, todos los que conocía, hasta el buey tuerto, era una gran fiesta. Comían muy rico y había buena música como solo se escuchaba en Pan do. ¿A dónde me había ido? No sabía, pero estaba con mis ropas naranjas de monje y mi mochila de paja que usaba cuando salía a recolectar hierbas. Me relaje y disfruté. Curiosamente alguien faltaba, y era Juedin y Shun Shun, su mascota favorita, todo el resto estaba, pero no importaba, comía por fin después de años de forma agradable.

Pero todo llega a un fin, y desperté en medio de un vaho espantoso, en un olor nauseabundo que no sabía de donde venia.

¿Algo podrido? No, no era algo podrido, era otra cosa. ¿Caca? Si era caca y mire al pequeño Ariel, acerque mi hocico y lo arrugue, el niño apestaba a excremento. Lo levante y... pensé que hacer. Lo puse en la mesa con la cabeza entre almohadones, y le saque el pañal.

Horror, espanto, estaba todo lleno de sus eses.

Le saco, y le limpio el trasero con agua que allí había y nada mas. No había con que secar, pero debía hacerlo antes de que se rozara y perdiera el pelaje, eso suponía que pasaría porque vi hace un tiempo una película donde tres peludos tenían que atender a un bebe humano. Mire para los costados y no vi nada, aquella cabaña estaba bien equipada para un viaje, no para atender a un niño. Cuando lo supe, mi camisa era de Jhon Cocot, de ceda, de un suave color naranja salmón, y tendría que convertirse ahora en el pañal de un niño.

Medí, probé y corte y su trasero envolví ya bien seco. El niño estaba visiblemente aliviado aunque no lo había escuchado nunca llorar. Vio esos ojos celestes casi cristal, casi mar, casi lago cristalino, los había visto antes, en el Ariel grande.

- Serán así todos los leones albinos...supongo.- Suspire, entonces salí por la puerta con aquel cargamento nauseabundo y lo puse en una caja de desperdicios.

- Yo, el gran monje, que puede combatir todo lo que se le ponga en frente, vencí hasta la muerte, ahora, cambio pañales.- Dije mientras acunaba al pequeño que estaba inquieto.

Corte un poco mas del durazno y se lo di a comer, este muy contento lo aceptó.

- Sabrá acaso en el lio que se ha metido, o mejor dicho lo han metido. No me importa, yo cuidare de el, pase lo que pase.

Hombres de negro, barcos voladores, aviones de combate, draconianos pesados, artes marciales y súper poderes... ¿Y ahora qué? ¿Qué me espera en este nuevo mundo? Suspire y vi en una alacena un poco de vino y algo de pan el cual comí hasta satisfacerme. Todos se habían dormido nuevamente pero yo no podía, el niño se había orinado encima de su barriga. Suspire nuevamente.

Las aventuras de Qwon - #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora