El teatro Núy

9 0 0
                                    

La verdad que el día siguiente fue raro, no había podido descansar bien como si un cosquilleo hubiera hecho nido en todo mi cuerpo, algo parecido al remanente de ira. Ira era una palabra que no había tenido significado en mi pero en esa noche se desato con gran violencia, como una flor se abrió con gran esplendor dejando ver sus pétalos a todos los que estaban cerca y como una piedra que caía a un claro de agua sus hondas abracaban todo el cosmos. Es un día bello y la vida continuaba, así que debía de proveerme un trabajo aquí ya que mi pequeña fortuna no estaría siempre conmigo y de verdad necesitaba algo de holgura económica si deseaba construir mi hogar. Mala fortuna, o buena me hizo pasar al lado de un pregonero el cual anunciaba que se necesitaba un acróbata para una obra de teatro Núy. Consejera de la vida, la necesidad, hizo que aceptar aquella invitación sin mediar demasiados pensamientos ni dudas; pero nada me había preparado para lo que allí había. Liberadora fue la sorpresa de que me daban mi propia ropa ya que mis trajes de monje no los consideraban apropiados para una obra de teatro del vulgo, pero debía ejercer mi papel de demonio. La obra era sencilla y entretenida, hablaba de un demonio enamorado de una mujer y de un monje que se enteraba de aquello y acababa con el demonio dando así por comienzo a la obra. Mi papel era pequeño, apenas tenía diálogo, pero debía entrar haciendo acrobacias. Había en aquel lugar otros aspirantes pero no fueron competencia contra mis habilidades en el dar saltos, enseguida fui contratado pero impuse una sola condición y era que actuaria de noche ya que de día debía estar en el monasterio estudiando, estos aceptaron con gusto a causa de mi talento. Entre mis compañeros de teatro se hallaba Huar Wei Xian que hacía de Xian Mei, la heroína que debía de resistir los galanteos del monje. Sus dotes no eran tan grandes como los de Mai Lin, y de dotes hablamos de sus pechos pero su gracia era algo muy notable. Huar Wei Xian no daba un paso si no era para llegar a algún lugar, no daba una palabra si no era para que fuera escuchada ni aconsejaba si no fuera para ser tenida en cuenta, en ella había todo un encanto avasallador como si de una tormenta se tratara, como el tornado que pasa por los pajonales ella caminaba y el mundo se apartaba. No digamos que era simpática conmigo, no tenía por qué serlo, se comprendía, yo era el nuevo y ella la estrella. Las acrobacias eran sencillas y con algo de mi Ki las hacía más espectaculares, me pareció una profanación a mis enseñanzas austeras pero cuando el público se rio de mí en la obra, y se supone que lo hiciera ya que yo era lo cómico y me aplaudiera un gozo enorme me inundó. Mi dialogo fue excelente para mi voz gruesa y decidida, mi pelaje rojizo acompañaba mucho al maquillaje que se me pusiera haciéndome ver mas fiero y la mascara que usaba era algo realmente magistral, una obra de arte fantástica. Sin saber mucho sobre el teatro Núy decidí estudiar algo en el monasterio y cuando supe la verdad sobre aquellos pétalos salvajes que eran Huar Wei Xian me sorprendí. No me enojé, no me decepcioné, solo me sorprendí y es sorpresa trajo confusión en mí, de todas formas a nadie comunique mi inquietud, ya era suficiente los problemas que tenía como para adosarles habladurías. Pasaron los días y cada vez más me compenetraba en mi personaje y con mas pación hacia la escenas que debía actuar, hasta el día en que el cocinero no pudo llegar para hacer la comida después de la actuación y yo me ofrecí. Cociné de forma magistral sublime y sencilla como para seducir a un delicado botón en flor, como para decir "aquí estoy, mírame" y resultó.

Después de ello me habló por primera vez fuera de lo estrictamente necesario en la obra.

- Eres buen cocinero.- Si hubiera sido lampiño me hubiera sonrojado.

Las aventuras de Qwon - #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora