L10 Perro nuevo

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Mi primer día de trabajo fue normal, no daba opiniones ni me ponía a favor de nadie, era un monótono neutral. Como era nuevo me pusieron a limpiar las planchas, los vasos, platos, cubiertos y los baños sin dejar de lado el piso y las mesas. Había cierta tensión entre los empleados y yo siempre sonriendo y predispuesto a minimizar todo.

Al finalizar mi turno compre allí mismo una lata de agua negra fría y un pan, simple botana fui comiendo a mi hogar. Para llegar tuve que preguntar que camión me dejaba la verdad me hallaba perezoso para averiguar en un computador callejero.

Al bajar de mi camión fui al almacén para comprar la cena, nada elaborado, alguna pasta con salsa procesada y ligeramente acida por el tiempo de "añejado". Me saludaba con todos mientras caminaba a mi edificio quería ser un buen vecino y no ser recordado como un extraño ermitaño.

Al llegar abrí las puerta y la trabe como pedía el cartel y al entrar al ascensor alguien más entro conmigo, hubo una pequeña conversación.

- Eres el nuevo del último piso.

- Así es, soy el nuevo.

- Bueno yo me bajo aquí.- dijo la señora sin poder hablar más.

En otro piso subió una mujer joven que me interrogara igual.

- Si, así es soy el nuevo.

- ¿Y dime en que trabajas?

- En una casa de comida del centro.

- Mi nombre Xiang.

- El mío Shung Fang.

- ¿Así que sabes cocinar?

- Lo básico para poder trabajar, pero sí.

- Ya me tienes que invitar a comer. Yo me bajo aquí.

Y nuevamente me quede solo mirando mi puerta, no me gustaba los lugares tan cerrados.

En el último piso, y en cada piso se accedía con una tarjeta, ósea que nadie se podía bajar si no era invitado o mínimamente testaba habilitado para hacerlo. Había tres habitaciones por piso, excepto en planta baja que había dos, una perteneciente al portero y una sola en el piso once.

Cuando entre a mi casa me di cuenta que estaba casi vacia, solo algunos pocos muebles, cosa que con el tiempo cambiario pero no demasiado rápidamente para no llamar la atención. Una mesa, una silla, una caja de imágenes, una cama y pocas cosas más me eran suficientes, no tenía proyectado recibir visitas. Ahora bien, en el cuarto secreto (ocultado de miradas por mi magia) todo era diferente.

Allí estaba mi laboratorio con mis guardianes y mi destilado. Todo en mi cuarto secreto marchaba como se suponía que debía marchar.

Dejando todo seguro lo comprado fui a hacerme con una mascota, algún perro pequeño, uno callejero para guardián de todo lo mío. Entonces baje y portero me dijo donde había una veterinaria.

El barrio era algo simple, casas iguales, casi sin jardines, y cuando habían estaban cubiertos de cemento. Las calles solían tener hojas de los árboles o alguna basura que no recogiera los distraídos barrenderos. La gente era de carácter pueblerina y observaba todo, pero sin meterse en la vida de nadie. Caminando observaba la gente, vi a la señora chismosa, a los busca problemas, al policía de la plaza, a los niños del jardín de infantes, al colegio, todo estaba allí y yo caminaba procurando que nadie me considerara importante, compraba voluntades allí cuando la cosa se volvía cercana a la charla.

En la veterinaria me recibió un peludo perro, trabajo típico de estos en este pueblo, y me mostro varios cachorros de callejeros, entre ellos elegí el que parecía más tímido. Cualquiera de estos eran gratis ya que no tenía pedigrí, solo tenía que pagar sus vacunas. Cancele mi deuda y abrí una cuenta para futuras tratamientos, compre algo de comida para él y cosas para su higiene. Con un afectuoso saludo me aleje del lugar llevando a mi cachorrito entre brazos.

Cuando cruce la plaza vi que había un cartel que anunciaba un negocio donde se jugaba con esas cartas de fantasía y juegos de interpretación, iría a verlos, si bien no quería llamar la atención tampoco me quería aislar del todo.

Las aventuras de Qwon - #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora