L11 Los dormitorios

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Llego finalmente la noche y con ella dos cosas, el frio y las ganas de comer. Nos dirigimos todos a gran comedor donde no había distinciones entre capataces y arreadores todos estábamos en sanata comunión, solamente que los patrones y su familia comían en la casa principal y está bien ya que ellos no eran de la peonada.

La comida consistía en un muy abundante guiso junto con un jugo de vaya saber qué y fruta, no se comía esto primero y lo otro después, sino que se servía todo junto y se ingería como uno lo deseara, cuando se quería y en la cantidad que se nos antojara. El porqué de esto era simple, nuestro trabajo era muy arduo todo el tiempo y necesitábamos mucha energía para el día siguiente. Al terminar se hacía una sobremesa en la cual bebíamos una infusión verde en un mate (calabaza con bombilla) y unos pequeños cubos de pan cosido que llamaban criollos. Poco a poco y lentamente cada uno se retiraba y a veces llegaba un rezagado a comer tarde, estos no eran por perezosos que venían a estas horas, sino que su labor recién terminaba y el rito de la comida comenzaba para ellos. Al terminar de comer fuimos a nuestras camas en el barracón. Yo ya estaba acostumbrado a la vida militar, pero no mucho Liu, que le resultaba agresivo dormir solo en una cama, pero le dije que será por poco tiempo. No pudimos acercar las camas ya que estas estaban enclavadas y no solo tenían esta particularidad, sino que bajo estas había un generador de calor ya que las noches eran muy frías y sobre estas había un espacio para guardar nuestras pertenencias. Además podían cerrar al exterior con unas cortinas que la rodeaban, la cama y las pertenencias eran algo muy sagrado en este lugar y nadie se acercaba a la pertenencia (o cama) del otro si no tenía el permiso.

Recostado me puse a leer en mi tabla el uso de la armadura y todos los adminículos que llevaríamos, realmente eran artilugios prodigiosos.

Estaba en este menester cuando traspaso la cortina Liu con su tabla y se recostó a mi lado, le hice espacio y nos quedamos leyendo hasta que nos dormimos.

Como siempre me desperté primero y en la privacidad de aquella cama rece a los dioses, a los ancestros, al maestro del templo y a Pan Do, mi príncipe. Omití el saludo al sol ya que no quería miradas curiosas ni preguntas indiscretas.

Se levantó luego mi compañero cuando sonó la alarma del comunicador que teníamos en el bolsillo, nosotros saldríamos antes del amanecer. Nos vestimos, hicimos nuestras necesidades, comimos y nos pusimos nuestras armaduras para ir al granero por nuestras monturas. Allí nos presentaron a Pha y Phata, dos Hun (ya les describí como eran, son nuestras monturas), por cierto recién allí averigüe que eran seres hermafroditas, reproduciéndose con la puesta de un huevo que protegían hasta la eclosión. Las familias de los Hun eran más de carácter sentimental más que funcional ya que al no ser binaria (típica de de la reproducción sexual) solo se unían personas que tenían sentimientos entre sí (y no necesariamente de su raza), siendo a veces grupos de hasta cinco adultos, pero no había limite en la cantidad e integrantes.

Nos presentaron y compartimos saludos, luego de eso fuimos por nuestra sonda (o geo localizador) que, repito, parecía una gran abeja, y no era mentira ya que al ser de construcción Annuna combinaron ingeniosamente al ingeniería mecánica con la genética para la creación de este biorobot.

Revisamos la lista del equipo dos veces, teníamos todo y fuimos por los cacto araña.

Los ventidos ejemplares que llevábamos eran excelentemente majestuosos y de gran tamaño, y sin mediar remordimiento nos dirigimos hacia el desierto.

Las aventuras de Qwon - #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora