L7 Se esconden en la oscuridad - Extraños en la neblina

4 0 0
                                    


Me apronté para dirigirme a la bolsa de los lobos, Axel y Axis se quedarían, me acompañaría Lobo Azul, que como noble debería saber las costumbres de aquel lugar, saber que comerciante o criador era más confiable, además de saber sus modismos e inspirar respeto al ser de la nobleza. Agujim también iría ya que al ser un peludo grifo y como el único que sabia volar de forma natural sabría identificar a la mejor bestia al verla surcar el cielo. Preparamos una carreta con provisiones para el viaje, no sabíamos cuanto estaríamos fuera. Además de alimentos llevábamos lo necesario para para dormir cómodos, una tienda de campaña en el caso de necesitarse y todo lo que fuera a hacer falta en caso de ponernos en combate, Agujim, y yo teníamos conocimientos de primeros auxilios, así que aparte de los dos soldados elfos no necesitaríamos mas para tan poca distancia.

El viaje fue tranquilo, el sol nos acompaña y era beneficioso con sus rayos, ni mucho calor, ni frio, era justo para el paseo que daríamos.

El único inconveniente que nos retrasaba era que teníamos que abrir un camino por el bosque, pero tampoco nada que nos retrasara demasiado, además había que tener en cuenta que el camino que abriéramos nosotros ahora seria aprovechado por futuras incursiones. Anduvimos casi medio día y no nos acercamos mucho, Lobo Azul me dijo que su carreta la compro en un poblado fuera de sus tierras y que el solo saliera con un caballo de allí . A pesar de la prisa emprendida nos agarró la noche y tuvimos que levantar campamento.

La carreta de costado, los caballos cerca nuestro y atados, nuestro cocinero ejerció sus habilidades para con nosotros preparando muy hábilmente una cena. Note que mi primera mala impresión de Lobo Azul era causada de pura envidia por su habilidad con el fuego y te resultaba este una persona muy agradable aparte de llevadera de buenas costumbres.

Sin pedir permiso ni dar explicaciones deje un gran balde de agua, casi un tonel, destapado cerca de la carreta, para los caballos habrán supuesto, según decían los comentarios, eso me divirtió.

Las guardias esa noche serian dos, yo primero con el noble y segunda los dos elfos.

Mi guardia fue sencilla, apenas algunos ruidos de animales, aquí el agudo oído y olfato de Vadis me ayudó muchísimo a identificarlos y no levantar falsa alarma. Al llegar mi relevo descanse a cielo abierto y la verdad la noche era tan tranquila y placida que me fui de mi enseguida, el noble que durmió en un futon de ceda dentro de la carreta.

En la segunda guardia paso algo extraño, repentinamente la temperatura bajo y esto me despertó, yo podía dormir muy bien con ruidos, es mas mi sueño era muy pesado en esas condiciones, pero un leve cambio de temperatura me despertaba. Mire a los elfos, los salude y me respondieron marcialmente.

En ese momento no calculaba las horas pero debería ser muy de noche por la neblina, neblina que comenzaba a tornarse más espesa, densa e incómoda, así que ordene a todos despertarse y juntar los animales cerca del circulo que hacia la luz del fuego y a Agujim y Lobo Azul que ese prestaran porque el combate estaba cerca.

Fue curioso como el sopor cada vez me inundaba más y tenía que además azuzar a los otros para que no se durmieran, solo los elfos estaban fuera de este embrujo, pero no mucho, lo que estábamos sufriendo hacían mella en ellos, mas lentamente pero a paso seguro. Los caballos se habían dormido mu pesadamente, hasta Vadis dormía y por mas que insistía no podía despertarlo.

En un momento me pareció ver a alguien que se acercaba emergiendo de aquella neblina y con a vos fuerte e imperativa dije.

- ¿Quien vive?- No recibí respuesta alguna.

El silencio era ensordecedor y mis ojos ardían por el sueño este misterioso personaje que estaba camuflado por la neblina era un elfo, lo identifique por la altura y el talante. No era uno solo, ni dos, eran cinco que se mantenían a raya de la luz.

Los soldados también lo vieron pero no así el resto de mis acompañantes. Volví a gritar esta ves dando una orden.

- ¿Quién vive, preséntese? pero solo vi un movimiento, instintivamente alce mi escudo de madera para que se clavara en él una lanza, daño mi escudo pero salvo mi vida aquella maniobra, para mi sorpresa, desagradable sorpresa era una de nuestras lanzas.

Alerte con un grito que expandieran la luz y yo con un esfuerzo transforme esa neblina en escarcha disipándola lo suficiente para ver nuestros agresores. El espanto y me hizo vibrar al ver que eran nuestros propios soldados desaparecidos en combate alzados para ahora ya no ser compañeros sino enemigos. Rápidamente el primer cadáver fue congelado con el agua que saltara del balde hacia el, pero no lo retendría mucho tiempo, el frio no parecía afectarle. Ordene entonces que protegieran los elfos a los animales.

- Fuego, arrójenle fuego.

Los maestros del fuego usaron sus habilidades, como supuse se prendieron como si fueran paja seca, pero no se detenían y ahora teníamos cadáveres andantes llameantes que se dirigían al campamento, tome mi lanza y los enfrente.

Debía retenerlos el tiempo suficiente como para que el fuego acabara con ellos, así que mis ataques eran dirigidos no a vencerlos en melee sino para detenerlos. Sus pies fueron mis blancos para que se cayeran, a grito ordene que no se movieran del lado de los animales a los elfos y a los maestros que se apartaran de mí.

Pronto me rodearon cuatro llameantes cadáveres, pero lo que no sabían estos eran que no tenía miedo ni de quemarme un poco ni de ellos, bueno no mucho. Con un duro golpe a la rodilla se la quebré cayendo uno al suelo, otro, su compañero tuvo el mismo destino pero se agarro del tabardo, con un golpe en su codo se lo quebré pero en tozudez no me soltaba, así que con un poco mas de mis aguas apague mis ropas que se encendían. Torpe fui al darle demasiada importancia al brazo en mi ropa porque me distraje y uno alcanzo a herirme con la espada herrumbrada que llevaba. Tuve que desarmarlo mientras esquivaba al que estaba atrás mío, estas abominaciones estaban usando estrategias y se suponían que ni armas deberían usar. Pero no fui tan rápido y el que me había rodeado me mordió enganchándose en mi hombro, con una toma, a pesar de las quemaduras que me producía lo arroje al suelo y allí le di un golpe en su cabeza haciendo saltar masa encefálica por los aires. Los había dado por vencidos, pero estos seguían moviéndose, arrastrándose, caminando cojos, con media cabeza estrellada pero avanzaban. Uno atrapo mi lanza, luego que atravesara su pierna y me vi desarmado, con un salto hacia atrás me puse en guardia, no les dejaría fácil mi cuero. Así, como si de un parpadeo se tratara, el fuego hizo su cometido y dejaron de moverse, todos, menos uno, ese que estaba preso en el hielo. Lo encadenamos con sumo cuidado y llevaríamos al fuerte para investigarlo y si tenía discernimiento, interrogarlo.

Mi mordedura era profunda y tenía al redor de ella pelo chamuscado que casi llegaba a mi rostro, mis brazos estaban con su bello pelaje quemado, si, sentía dolor pero sin demasiadas dilataciones emprendimos todo el camino de vuelta, no importara la noche ni el cansancio, abandonamos el campamento y asegurándonos antorchas salimos de aquel lugar. Las quemaduras dolían sobretodo en el hombro, lo trate con algunos linimentos. El noble dijo que había que cauterizar bien esa parte, y si, causo mas dolor a mi ya quemado cuerpo pero evito, según supe después, una grave infección que causaban estas aberraciones con su mordedura.

Las aventuras de Qwon - #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora