L8 Volviendo a Fitzz Gerald

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Saludé al sol junto al príncipe como hacíamos todas las mañanas en el balcón. En el patio principal la mayoría de nuestra población nos seguía y luego de un rezo matutino, uno privado y de un pequeño discurso alentador fuimos a desayunar. Cuando estábamos comiendo junto con los soldados le dije a Ariel sin que escuchara nadie más.

- ¿Lo notaste?

- Si lo note, pero. ¿Qué habrá sido?

- Yo estoy seguro que es algo de Fitzz Gerald, la mastaba para ser más exactos.

- ¿Puedes explicarte mejor?

- La verdad no, pero estoy seguro que el problema viene de allí, iremos después de comer.

El resto de las conversaciones fue con respecto al día que decidí colocarle la punta de oro a la mastaba. Aquel día fue glorioso ya que aquello que tanto le faltaba fue completado. No era un adorno cualquiera, fue realmente algo muy valioso. Mi salón privado de meditación se convirtió en un faro tanto de día como de noche para todo el que levantara la vista. ¿Y cómo sabía que aquello que colocara en su punta era lo acertado? Porque en las afueras de Pan Do había una pirámide y así era su punta. Por fortuna un día en el monasterio leí como se construyera dicha punta pero nunca me quedo bien claro para que servía. Sé que era algo fundamental, como la guinda de la torta pero tan importante como el resto de la torta. Al parecer funcionaba como un receptor de energías cósmicas. El mismo día que lo coloqué tenía miedo y no sabía de qué. Esa corazonada no había tenido ningún déjà vu por lo cual no la tuve muy en cuenta, pero esa sanción, varias veces amplificada vino esta mañana al despertar.

Fuimos al patio con nuestra escolta para subir a nuestros grifos, nuestra comitiva era de cinco soldados. El viaje fue tranquilo y de día ya que aunque se había ganado la misteriosa guerra de tanto en tanto había un episodio con los no muertos. ¿Y cómo se ganó? Eso lo contare en otra ocasión, pero les adelantare que fue gracias a Ariel.

En nuestro viaje hicimos una sola parada para descansar y comer en un pequeño poblado que habíamos ya avisado de nuestra llegada. Fue cuestionada la rapidez del movimiento de tropas pero tal fue la insistencia que puse en la necesidad de hacerla parada que fue aceptado a regañadientes luego de disminuir las tropas de quince a cinco.

Pasando varias horas el medio día las nubes comenzaron a encapotar los cielos y era algo común para la época en la cual nos hallábamos, no nos dio consternación pero partimos con la esperanza de que estuviera despejado todo nuestro viaje.

Para el momento de nuestro arribo llovía de forma copiosa y a pesar de las ganas que teníamos de ir directamente a la embajada fuimos al fortín a presentarnos como el protocolo mandaba. La raza de los que me acompañaba era los Nugogng ya que deseaban ver cómo era la vida fuera de nuestro reino, que según algunos estaba excesivamente aislado. ¿Y porque de esto? Fácil, porque se había terminado las murallas y a hora no teníamos más incursiones indeseadas ni hacia afuero ni para adentro.

A veces me preguntaba porque había decidido el aislamiento y rápidamente recuerdo que las guerras de los otros reinos eran con criaturas sobrenaturales e indeseadas, estas comenzaban a filtrarse a nuestra nación así que nos apoltronamos de forma que nos dio una ventaja aunque nos superaran en número.

Las aventuras de Qwon - #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora