L9 El uniforme

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Que sueño raro, soñé que había vuelto a mi mundo, cosa que comprobé con tristeza cuando me levanté, tristeza no por volver, sino porque no tenía a mi lado a Ariel.

El día debía comenzar y al salir al patio vi que todo me auguraba que sería maravilloso en este nuevo viejo mundo, no millones de posibilidades, sino billones que mesurar.

Hice el saludo al sol como siempre y mis rezos matutinos, luego fui a preparar el desayuno de todos, prepararía papas al horno con arvejas, algo de pechuga de pollo salteada y jugo de naranja. El primero en despertar fue Jueding, que me saludo y se sentó a tomar una taza de agua negra.

- ¿Para quién cocinas?

- Para ustedes, es su desayuno.

- ¿Recuerdas acaso cuantos somos?

- ¿En la casa?

- Sep.

- Pues somos tres.

- ¿Y si somos tres porque veo tanta comida? No es que me queje pero aquí no se acostumbra esto.

Mire y si, preparar once papas, once pechugas y tres litros de jugo, todo apetitoso pero era algo excesivo.

- Creo que no preparare el resto.- Y le explique que esto solo era la entrada.

Luego me puse mis viejas ropas de monje para ir al colegio y al ver que no entraban, si era que me había puesto morrudo (además de tener algunos kilos demás) decidí usar mi armadura con la que viniera, luego iría a por ropa. Comí bien, bebí mucho y de verdad me sentí hinchado, me había excedido de nuevo.

El camino era como vivir en el pasado, un pasado inmutable. Aspire hondo y dije.

- Ya, la vida continua.- Y despeje de tristezas mi mente.

Al entrar al colegio me lo encontré a Shiro no pude contenerme y lo abrace y lo alce dándole muchos besos, este quedo confundido.

- Calma que no nos llevamos así.- Me dijo tratando de zafar.

- Es que te extrañe mucho.

- Bueno si me extrañas pasa más tiempo en el monasterio y no tanto fuera.

- Si eso hare, te lo prometo.

- ¿Y?

- ¿Y que cosa?

- Me bajas.- lo baje sonriendo y fui a mi clase.

Hoy tocaba en primer curso literatura y preste atención como nunca, es más casi no interrumpí, la verdad disfrutaba mucho estar allí.

- ¿De que te viniste?.- Me dijo el lampiño que me molestaba.

- Pues de nada. ¿De qué crees tú?

- Pues pareces disfrazado de una reunión de sin vida.

- Y quien dice, talves sea así.- Y le di una palmada afectuosa, este se calló y no me hablo en el resto del día.

Retorne al templo luego del instituto sin distraerme en nada y de allí a mis clases, un profesor antes que entrar a donde daban artes marciales me interrogo.

- ¿Y tú uniforme Qwon?

- Ya no me entra.

- Pues ve por otro nadie te enseñara si no vas correctamente vestido.

Iba a replicar pero era verdad, ya que me miraran raro no me gustaba así que fui a los almacenes y no fue sorpresivo no encontrar mi talla, así que tuve que hacerme uno nuevo y de la forma tradicional. Mientras estaba en mis menesteres de modisto en mi habitación sonó mi comunicador, vi que era Gran Maestro. Me dirigí a la oficina de este, pero tuve que esperar fuera, al parecer había un monje antes y por la cara que tenía al salir lo habían regañado. Nos saludamos protocolarmente y luego del abrazo afectuoso, este me pregunto.

- Dime que te ha pasado Qwon, te noto diferente.

- Pues estuve veintiún años en otro mundo, fui rey casi dios, perdí a Vadis allí, también perdí a mi hijo adoptivo que criara casi desde nacido y me convertí en un adversado mago.- Nos reímos un poco.

- Vamos Qwon, en serio. ¿Qué te paso estos días? Te noto diferente, como más grande.

- Lo que le dije maestro, y tengo pruebas de ello, tengo un zombi en esta bolsa.

- Si es así lo que dices, puedes mostrarme tu prueba.

Entonces saque al zombi encadenado que tenía, este se calló al verlo, luego lo volví a guardar.

- Se ve que no mentías, debes tener muchas historias que contar de aquel lugar.

- Si, así es, pero no estuve ocioso , estuve practicando mucho todos estos años y aprendiendo muchas cosas.

- Te creo, pero no por eso debes descuidar tu uniforme, recuerda, tu habito no te hace monje, pero demuestra la dedicación que nos tienes.

- Si maestro.- Dije avergonzado.

- Algunos alumnos y profesores se quejaron de la liviandad con que estabas vestido, ahora sé porque, pero eso no te libera de tu culpa.

- Lo se.

- Mira, hazte un nuevo uniforme lo mejor que puedas y discúlpate con tu profesor.

- Lo are maestro.

- Ahora ve, cumple tus obligaciones, que tenemos sesión privada esta noche.

- ¿Lo cree necesario?

- Si, ahora ve.

Me despedí y salí nuevamente a mi cuarto a terminar mi traje, no sin usar un poco de magia y la verdad la ayuda no me vino mal.


Sumo Sacerdote

Las aventuras de Qwon - #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora