Esa noche cuándo Albert se encontraba solo en su departamento, los recuerdos le llegaron en una avalancha que terminó revolcándolo, hacía mucho no dedicaba tanto tiempo a pensar en ella, siempre buscaba evitarlo.
Pero esa noche no había nada que pudiese hacer para impedir que algo así sucediese y mientras, su mirada se perdía en la hermosa ciudad de Cataluña.
A lo lejos podía ver las luces de casas y edificios que lucían minúsculas y destellaban como un cielo estrellado, el tráfico en las calles que rodeaban su casa se encontraba bastante congestionado, era viernes, y todo el mundo parecía estar dispuesto a disfrutar de la noche que apenas iniciaba, amantes y amigos se desplazaban, sonrientes, tomados de las manos o abrazados por las calles bañadas por las tenues luces que pintaba todode un resplandeciente tono naranja, envolviéndolos en una aparente calidez que justo ahora él no tenía, pero que deseaba con todas sus fuerzas, desde lo más profundo de su alma.
Añoraba el cielo bajo el cual tantas noches durmió, el pleno y bellísimo firmamento de la Toscana o tal vez el de Varese que también los vio juntos, que los acobijó un par de noches, mientras ellos se deleitaban entregándose sin cohibiciones, olvidándose del mundo exterior, creando uno propio, fueron días tan felices y más que todo eso, ansiaba tener entre sus brazos a ese cuerpo hermoso y cálido que había llenado su corazón y su alma de un sentimiento que comenzaba a sospechar no tendría nunca más.
Repentinamente fue sacado de sus recuerdos por el estruendo que hizo la puerta cuando se estrelló con fuerza al cerrarse, se volvió con el ceño fruncido, furioso por la intrusión tan abrupta y sus ojos de inmediato captaron la imagen de Romina que entraba al lugar luciendo salvaje como una fiera, ella lanzó su bolso sobre la enorme cama en el centro de la habitación y acortó la distancia entre ambos con rapidez.
—¿Cómo pudiste hacerme algo así? ¿Con qué derecho me humillas de esta manera? —preguntó temblando de ira y con lágrimas en los ojos.
Sus hermosos ojos de un verde impresionante, se habían oscurecido debido a la furia que dilataba sus pupilas, su cabello rubio siempre ordenado y dócil ahora lucía ligeramente alborotado, mientras su respiración agitada provocaba que sus firmes y turgentes pechos, gracias a la silicona, se moviesen de arriba abajo intentando contenerse. Era evidente que la rabia la tenía completamente descontrolada. Sin embargo, inhaló profundamente para intentar calmarse y no lanzarse sobre él y golpearlo hasta descargar toda la ira que sentía.
Romina era la novia actual de Albert, una que había logrado superar la barrera de los siete meses que ninguna otra mujer había traspasado con el actor y eso la hacía pavonearse por toda Cataluña como la futura señora Baró, estaba segura que había alcanzado su corazón. Al menos hasta hace unas horas.
—¿De qué mierda hablas? ¿Quién te dió derecho de entrar así en mi casa? —respondió con preguntas, entre molesto y desconcertado, dio un par de pasos para hacerle frente mientras su mirada fría y oscura le advertía que se había extralimitado.
—¿Queres saber quién me dio el derecho? ¡Me lo diste vos! ¿Y queres saber de qué mierda hablo Albert? Acaso no lo sabes? —le preguntó nuevamente y al ver que él se mostraba completamente inocente, ella se llenó más de resentimiento —. ¡Me humillaste delante del país entero! ¡Le confesaste a toda España en televisión abierta, en vivo y directo que amas a otra mujer! —le gritó al tiempo que le propinaba un empujón que apenas logró moverlo —. "¡Un gran amor, la mujer que me salvó!" —se mofó, pero estaba a punto de llorar por la rabia que la embargaba.
—Yo no dije que la amara en este instante... Que lo había hecho hace tres años... Que ella forma parte de mi pasado... Uno que ni siquiera menciono, ya no tiene importancia ¿fue obvio o no? —contestó a los reproches arrastrando las palabras, en un tono frío mientras miraba a la mujer.
Por fuera se mostraba impasible, pero por dentro una tempestad comenzaba a tomar fuerza llenándolo de temor, miedo a haber mostrado eso que tanto se había empeñado en ocultarle a todos, en negarse a sí mismo.
—¡Pero por favor! ¿Acaso crees que soy estúpida? ¿Crees que no dejaste claro que la seguis amando? déjame decirte Albert Baró que lo que fue obvio es que esa mujer, sea quien sea, todavia te tiene atrapado, que yo sólo soy una especie de consuelo a tu despecho, me siento tan humillada...—al tiempo que confesaba esto la rabia había sido desplazada un poco por la vergüenza y el dolor, se llevó las manos a la cintura mientras negaba con la cabeza y luchaba por no dejar correr las lágrimas que la ahogaban, tomó aire y continuó—. No hubo esta noche una sola persona que no me mirase con lastima o burla, sólo te faltó ponerte de rodillas y rogarle que volviese con vos ¡Por Dios, tan patético! ¡Fuiste tan patético! —sentenció mirándolo con desprecio.
Las palabras de Romina y su actitud no fueron las que provocaron la mueca de dolor que se dibujó en el rostro de Albert, lo hizo la sola idea del haber quedado expuesto de esa manera, le importaba nada lo que el público pensara, pero ¿qué había de ella? ¿Si ella llegaba a ver esa entrevista? ¿Si ciertamente notaba lo que aún sentía? ¡Lo sentía! Justo ahora esa verdad le golpeaba el pecho con la fuerza de una tonelada de concreto, seguía sintiendo ese profundo amor que nunca le confesó, ni una sola vez esbozó un "te amo" ¿Por qué mierda lo hizo esta noche? Sus ojos se enfocaron en el libro sobre la mesa de noche, ese que había terminado el día anterior.
Romina al ver la turbación en Albert se sintió profundamente dolida, rompió a llorar y se llevó las manos al rostro, él intentó acercarse para consolarla pero ella no se lo permitió, se alejó y caminó hasta donde había tirado su bolso, lo tomó y salió de allí casi corriendo mientras lloraba.
Mientras Albert había quedado aún más confundido que minutos atrás, una dolorosa sensación se extendió por su pecho, era un presentimiento, hasta ahora no había pensado en las consecuencias que podía traer su confesión, pero de algo estaba seguro. Las tendría.
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Ríndete a mi.
RomanceAlbert Baró y Delfina Chaves guardan un gran secreto. Ellos esconden dentro de sus corazones un gran amor que se quedó detenido en el tiempo y en un espacio que durante tres meses los albergó y los llevo a vivir la más hermosa e intensa historia de...