Albert se sentía acorralado, decir la verdad era quizás lo más sencillo, ser sincero con Romina como le había prometido, pero no podía adivinar cómo reaccionaría ella ante esa verdad, además.
¿Qué podía decirle? "Sigo enamorado de aquella misteriosa mujer que tanto odias y tengo la ligera sospecha que ella también me ama, así que voy tras ella para rogarle por una nueva oportunidad"
Bueno esa era la verdad, pero sonaba tan patética que incluso reconocerla a sí mismo le resultaba vergonzoso, qué decir de ponerla en palabras y confesarla a Romina, sabía perfectamente quién era su... quién era ella. Si las demás se burlaban de su dolor, la diseñadora haría que toda España también lo hiciese, lo expondría ante todos como un estúpido romántico que aún cree en el amor eterno, haría de su vida personal un circo y quizás todo valiese la pena si lograba recuperar a Delfina, porque sabía que ella lo ayudaría a superar cualquier adversidad, pero sin tenerla a su lado, sin tener siquiera la certeza de un encuentro con la escritora, quedaría humillado delante de todos ¿Entonces que debía decirle a Romina?
Se preguntaba mirándola a los ojos, viendo cómo la paciencia en la mirada celeste disminuía y era remplazada por la ira, se llenó de valor irguiéndose, dejó libre un suspiro y se disponía a abrir la boca cuando su teléfono celular sonó.
La rubia le advirtió con la mirada que no se le ocurriese tomarlo, pero Albert desacató cualquier orden, había visto en esa llamada su salvación, al menos momentánea, pero no solo eso, los latidos de su corazón se habían triplicado, una extraña sensación se esparció por todo su pecho llenándolo de una emoción que no sabía cómo explicar y que nada tenía que ver con el enfrentamiento que le esperaba, acortó la distancia y lo tomó antes que Romina lo hiciera, adivinó las intenciones de ella de lanzarlo contra la pared.
Ella se tragó el repertorio de palabras nada decentes que llegó hasta su cabeza, debía mantener la compostura, si se trataba de algún amigo de Albert y comenzaba a discutir podía llegar a la conclusión del conflicto que tenían, si por el contrario era la madre de éste, pues... estaba segura que doña Amelia llegaría en un santiamén para salvar a su "pequeño hijo" de las garras de la malvada bruja, sabía que la mujer la odiaba, que la menospreciaba y la consideraba descerebrada y poca cosa para su famoso hijo.
Así que llenándose de paciencia y respirando despacio se dio la vuelta y caminó alejándose un par de pasos del lugar donde el actor se encontraba, sintiendo que la sangre en sus venas empezaba a enfriarse y eso tal vez no era muy bueno, necesitaba su furia para enfrentar a su novio y sacarle toda la verdad de lo que ocurría.
Albert esperó a que ella se tranquilizara y consciente que no haría ningún espectáculo miró en su móvil el nombre de quien hacía la llamada, dejó libre un suspiro de alivio al ver que se trataba de su manager y pensó que debía ser algo de rutina.
—Hola Luca... ¿Cómo anda todo?
—Albert, todo bien aunque un poco ocupado, te llamaba precisamente por eso, empieza a hacer tus maletas, salimos dentro de tres días para Los Angeles.
Albert sintió que todo su mundo se tambaleaba, algo dentro de su pecho hizo explosión y casi quiso gritar de felicidad, cerró los ojos y lo primero que llegó a su mente fue la imagen de Delfina, no le importaba nada quedarse con el papel protagónico, lo que realmente deseaba era tener la oportunidad de acercarse a ella y comprobar por él mismo que seguía amándolo, ver aquello que tiempo atrás no hizo porque fue un estúpido ciego.
—¿Albert? ¿Albert me escuchaste? ¿Estás ahí?
Inquirió la voz al otro lado con un toque de preocupación.
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Ríndete a mi.
RomanceAlbert Baró y Delfina Chaves guardan un gran secreto. Ellos esconden dentro de sus corazones un gran amor que se quedó detenido en el tiempo y en un espacio que durante tres meses los albergó y los llevo a vivir la más hermosa e intensa historia de...