Capítulo 99.

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Jaqueline comenzaba a impacientarse, ya esos dos llevaban un buen rato allí y desde hacía varios minutos no escuchaba nada, de pronto estaban riendo y hablando como amigos, de un momento a otro estaban discutiendo sobre algo que no logró escuchar con claridad y después de eso se sumieron en un silencio absoluto. Tuvo que luchar contra su curiosidad para no volverse y espiarlos, no era una chismosa y además debía respetar la intimidad de su amiga.

De pronto sintió su teléfono móvil vibrar dentro de su bolso de mano, le pareció extraño que alguien la estuviera llamando a las dos de la madrugada, de inmediato los nervios la embargaron al pensar que podía tratarse de su hija y con manos trémulas sacó el aparato lo más rápido que pudo. El alivio la llenó de golpe cuando vio en la pantalla el rostro de Josefina y no el de la niñera de Jazmin,sin embargo le resultó raro que la hermana menor de su amiga la estuviera llamando, la había dejado muy animada bailando con Lisandro Baró, deslizó el dedo para atenderla.

—¿Por qué me estás llamando? —preguntó a quemarropa.

—¿Dónde están ustedes? ¿Acaso ya se fueron de la fiesta?

La voz al otro lado casi la deja sorda, era evidente que Josefina estaba a punto de perder los estribos o había bebido mucho o ciertamente se sentía aterrada de quedarse sola en medio de una glamurosa fiesta hollywoodense. Ella respiró profundamente intentando no burlarse y habló de nuevo para tranquilizarla.

—No todavía seguimos acá, no tenes que preocuparte... Necesitaba ir al tocador y le pedí a Delfi que me acompañara, aprovechamos para tomar un poco de aire, sabes que a tu hermana la sofocan estas reuniones —mencionó con toda la naturalidad del mundo.

—Bueno, Guillermo Reynolds lleva varios minutos preguntando por mi hermana y yo no supe qué responderle, obviamente le dije que quizás se encontraba en el baño, pero de eso ya pasó mucho y volvió a preguntarme al ver que no volvía ni estaba por ningún lado... es evidente que desea tener toda la atención de Delfina para él, aunque pierde su tiempo mi hermana no tiene ojos para nadie más que no sea Ignacio, odio a un hombre tan insistente y no soporto que me pregunte de nuevo, así que vuelvan rápido.

La exigencia de Josefina la exasperó, pero en los pocos minutos que llevaba conociendo a Guillermo Reynolds podía notar que era un hombre perseverante, así que lo mejor era volver antes que sospechara algo al ver que Delfina y el español habían desaparecido, bueno también estaba ella, pero esos dos ya habían dejado ver mucho y era mejor no arriesgarse.

—Ya vamos, danos cinco minutos y estaremos allí.

—Cinco minutos... no más... espera, ahí viene de nuevo ¡Por Dios que hombre!

Jaqueline sonrió ante las palabras de Josefina, era evidente que no le gustaba para nada la actitud del rubio, es extraño pues cualquiera pensaría que le parecería un maravilloso candidato para cuñado. Se tensó al escuchar la voz del hombre al otro lado anunciando que vendría a la terraza a buscar a Delfina, una vez más los nervios se apoderaron de su cuerpo y casi le gritó a Josefina.

—¡Jose! No dejes que venga...

—¿Por qué? ¿Qué está pasando Jaqueline?

Preguntó molesta y preocupada a la vez, mientras parecía haber salido corriendo tras el hombre.

—No pasa nada, pero es vergonzoso que venga a buscarnos como si fuésemos unas nenas, enseguida vamos para allá.. decile que Delfina se siente muy mal por haber desaparecido así, pero que ya va —decía abriendo la puerta que daba a la terraza para buscar a su amiga y regresar al salón— ¡Cielo santo! —exclamó al ver la situación en la cual se encontraban Delfina y el español.

—Jackie habla.

Le exigió Josefina al otro lado de la línea y la escuchó después llamar claramente al productor.

—Acabo de ver a un actor guapísimo —indicó sonriendo como una tonta al ver por primera vez a su amiga compartiendo un beso de verdad, parecía que fueran a devorarse esos dos y la mano del español estaba en un lugar bastante comprometedor—. Intenta entretener a Guillermo que nosotras ya vamos.

Mencionó una vez que logró centrarse en el momento y colgó la llamada, no sabía ni siquiera cómo acercarse a la pareja e interrumpirlos, Dios sabía que no quería hacerlo, pero el metiche de Guillermo Reynolds podía llegar en cualquier momento y de encontrarse con el cuadro que veían sus ojos todo podía terminar estallando.

—Delfi... Delfina... ¡Hey, ustedes dos! —chocó las palmas de sus manos para atraer su atención al ver que no se inmutaban.

Albert sentía el deseo bullir dentro de su cuerpo y la idea de subir a Delfina al balaustre y hacerla suya allí mismo cada vez tomaba mayor fuerza, sabía que ella no se negaría pues era evidente que lo deseaba tanto como él a ella.

De repente se sintió sacado de la burbuja por una voz que le resultó extraña y molesta, se negó a detener el beso del cual disfrutaba, pero al sentir la insistencia del intruso no le quedó de otra que comenzar a bajar el ritmo.

—Delfina Chaves te estoy hablando... —decía Jaqueline y comenzaba a molestarse al ver cómo ese par la ignoraban.

Delfina apenas escuchaba la voz de su amiga como un leve rumor, como si se encontrara muy lejos de allí mientras ella seguía inmersa en el placer que los labios de Albert le brindaban, él había comenzado a detenerse, pero esos toques de labios eran igual de excitantes que aquellos besos que le robaban el aire.

—Ok, perfecto... no me presten atención... ¡Guillermo Reynolds está vieniendo para acá en este preciso momento! —les gritó a ver si de esa manera reaccionaban y pareció funcionar ya que vio a Delfina casi convertirse en una piedra.

—¡Oh, Dios mío! —exclamó la escritora sintiéndose aterrada.

—Delfina... mírame —esbozó Albert quien también se había tensado, pero era más dueño de la situación, le tomó el rostro a ella entre las manos y la obligó a mirarlo a los ojos—. Respira... y tranquilízate, no se darán cuenta de nada... yo voy a salir, mientras ustedes se quedarán aquí y actuarán de manera normal —agregó para llenarla de confianza, la vio asentir y aprovechó para darle un último toque de labios y después otro en la frente.

Se alejó de ella aunque no deseaba hacerlo y se disponía a salir cuando vio que la rubia entraba de nuevo al lugar casi corriendo y le hacía una seña con la mano para que se detuviera.

—Ya vienen por el pasillo así que no tiene caso que salga ahora, si lo ven llegarán a la conclusión que estaban juntos... podemos decir que nos encontrámos en el pasillo y que yo por curiosidad quise saber más sobre usted y lo invité a que nos acompañara un rato —esbozó Jaqueline
con rapidez mientras sacaba un pañuelo de su bolso y se lo extendía a Delfina junto a su brillo de labios—. Toma, intenta arréglate un poco... —mencionó mirando a su amiga y después se volvió a ver al español con reproche—. Y usted también debería hacerse algo... a menos que le vaya a decir a Guillermo Reynolds que estaba maquillándose para hacer algún casting de payaso —indicó con molestia, pues lo hacía a él responsable de todo eso.

—¡Jackie! —la reprendió Delfina por su osadía.

—Vos no hables —le advirtió apretando los dientes.

Albert estaba tan feliz que pasó por alto el regaño que le diera la agente de Delfina, sacó un pañuelo de seda del bolsillo de su chaqueta y aunque renuente se limpió la marca de lápiz labial que tenía, si fuera por él jamás se borraría uno solo de los besos que había recibido de su mujer esa
noche. Vio cómo ella tímidamente también se acomodaba, él le guiñó un ojo, recibiendo como respuesta una encantadora sonrisa que le llenó el pecho de satisfacción y calidez.

Ríndete a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora