Capítulo 97.

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Ella se quedó mirándolo sintiéndose completamente perdida en esos maravillosos ojos marrones, tan liviana y libre que podía asegurar que flotaba, sentía como poco a poco Albert la envolvía en esa magia que desbordaba, la misma que la había cautivado años atrás, quiso recapacitar y aferrarse a algo seguro, pero lo único que podían tocar sus manos era a él, lo único que podían ver sus ojos era a él.

Sentía todo su cuerpo vibrar ligeramente ante las emociones que iba despertando, quería responderle, pero no encontraba su voz, no podía hacer nada más que mirarlo y sentir que el tiempo se detenía creando un instante perfecto, uno que deseaba fuera eterno.

Él recorría con su mirada el hermoso rostro de Delfina, aferrándose a la poca cordura que le quedaba para no amarrarla en un abrazo y saciar sus deseos desesperados de besarla.

La música cesó y ellos se quedaron allí como detenidos en el tiempo, en medio de las parejas que aplaudían el desempeño de la agrupación. Delfina sabía que debía alejarse, que debía hacerlo en ese momento antes que fuera demasiado tarde o terminaría haciendo algo que lamentaría más adelante, luchó contra su cuerpo que le pedía a gritos permanecer entre los brazos de Albert, se obligó a dejar de mirarlo y despacio deslizó la mano que tenían en la espalda de él, se disponía a liberarse de la otra cuando se lo impidió, ella le suplicó con la mirada que la dejara ir, Albert se sintió como un estúpido por presionarla de esa manera, pero no quería separarse de ella, no después de tantos años lejos, de lágrimas, dolores y ausencia, ya no quería seguir esperando, la necesitaba y debía tenerla, deseaba recuperarla. El miedo en la mirada de ella se hizo casi palpable y cedió aun contra su voluntad.

—Necesito que hablemos a solas —lo hizo en catalán para que nadie más pudiera entenderlos.

—Ya lo sé... pero no podemos ahora...—decía cuando él la detuvo.

—Tiene que ser esta noche, no voy a esperar más... por favor, Delfina —le pidió con la voz ronca por el cúmulo de emociones que lo embargaban.

—Voy a buscar el momento... te lo prometo —contestó mirándolo a los ojos y esta vez no podía ocultar que temblaba.

Él asintió en silencio y antes de soltar la mano de la escritora de entre la suya, se la llevó a los labios y le dio un suave y prologado beso en ésta mientras la miraba directamente a los ojos, para confirmarle que confiaba en su palabra y también para aliviar un poco la frustración de no poder besarla en los labios como tanto deseaba. Ella asintió en silencio liberando un suspiro ante el gesto de él y reafirmándole una vez más que cumpliría con su promesa.


Todo el público de pie aplaudía la actuación de la banda que se despedía en ese momento, Delfina y Albert también se unieron a los demás, agradeciendo de esa manera la distracción, para ganar un poco de tiempo antes de tener que enfrentarse a la ola de especulaciones que seguramente se generó en su mesa, aunque al parecer no había sido solamente en esa, a medida que avanzaba entre los demás invitados, todos les sonreían y les dedicaban miradas cargadas de curiosidad.

—Una gran presentación de Bon Jovi, lástima que tuvieran que terminar tan pronto y que yo no haya tenido la oportunidad para bailar contigo Delfina... Debo reconocer que me ganó la mano señor Baró —dijo Guillermo viéndolos llegar a la mesa.

De inmediato ofreciéndole una silla a Delfina para que ocupara de nuevo su lugar junto a él y evitar que el español le robara su atención, no sabía por qué, pero sentía como si él se encontrase empeñado en atraer la atención de ella y no estaba dispuesto a cedérsela, no ahora que tenía una oportunidad de verdad con ella.

Ríndete a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora