Capítulo 62.

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Tumbados en el sillón, Delfina dejaba caer suave besos sobre el cuello de Albert mientras sonreía sintiéndose tan plena y feliz que se había olvidado de la torta de chocolate. Bueno, en realidad no era una torta, esa mañana había encontrado un alfajor triple en su alacena y de casualidad había un vela, así que combinó ambas e hizo que ese fuera la "torta". Ella no tenía idea de como hacer una, y para comprar una ya hecha debía viajar hasta Florencia, lo cuál quedaba a unos cuantos kilómetros de allí, entonces descartó esa opción.

Mientras Albert disfrutaba de los besos que su novia le daba le acariciaba con suavidad el cabello, y a momentos también besaba la espesa cabellera castaña.

Después de un rato Delfina se puso de pie, Albert se quedó en el salón y cerró los ojos tal como le pidiera antes de dirigirse a la cocina, no podía dejar de sonreír imaginando lo que haría ella, su escritora era una caja de sorpresas.

En cuanto ella vio que Albert había cumplido con su palabra de mantener los ojos cerrados, corrió hasta la cocina y buscó el alfajor y prendió la vela, sentía su corazón latir emocionado como pocas veces lo había estado.

Respiró profundamente antes de tomarlo con ambas manos y caminar despacio hasta el salón que seguía con las luces apagadas, solo el resplandor que emitían los leños ardiendo desde la chimenea y las dos lámparas de mesa junto al sillón que ocupaba Albert le iluminaban el camino.

— Que los cumplas feliz, que los cumplas feliz, que los cumplas Betu, que los cumplas feliz—cantó mientras bajaba con cuidado para dejar su humilde "torta" y quedar de rodillas mostrando la hermosa sonrisa que adornaba sus labios.

Albert abrió los ojos en cuanto sintió su presencia cerca y la felicidad lo desbordó hasta hacerlo flotar. Era cierto que justo en ese momento extrañaba tener a sus hermanos y a sus padres cantándole el cumpleaños, que todos sus amigos y demás familiares también estuvieran a su alrededor entregándole sus mejores deseos. Sin embargo, Delfina parecía llenar ese vacío de una manera especial, no era por completo pero sí mucho más de lo que él pudiera imaginar y eso lo hizo sentir diferente. Ella hizo que la tristeza lo dejara por completo y lo llenó de una felicidad que ya no esperaba.

—Pedi los tres deseos Betu.—esbozó ella con una sonrisa mientras lo miraba atenta.

Él la miró fijamente por varios segundos mientras le sonreía y una serie de imágenes de los dos desde el día que se conocieron viajaron en su cabeza como los fotogramas de una película; en ese instante Delfina lo abarcó todo y fue su corazón quien dictó el primero de sus tres deseos.

Te quiero siempre conmigo Delfina... que mi familia vuelva a confiar en mí y se sientan orgullosos... y regresar a Cataluña, a mi vida, a mi mundo y hacerlo siendo solo yo.

Después de haberlos pensando se acercó y sopló la vela, un poco tentado al ver ese alfajor reemplazando la torta.

Ella aplaudió con entusiasmo y después dejó caer una lluvia de besos sobre su rostro, poniendo especial atención a sus labios. Y por alguna desconocida razón, él que desde hacía ya algunos años había llegado a la conclusión de que la mujer perfecta no existía, empezó a ponerlo en duda al tener a Delfina entre sus brazos dándole tanta felicidad.

Después de dos horas la segunda botella de champagne estaba vacía y ellos no paraban de reír, Delfina al sentirse completamente ebria y Albert divertido al verla así, ella le había asegurado que podía soportar perfectamente cada una de las copas que se sirvió.

Ella gateó hasta donde él se encontraba sentando sobre la alfombra y con lentitud se sentó sobre sus piernas dejándolas en medio de las suyas, llevó sus brazos hasta el cuello de Albert y se lo quedó mirando.

—Es usted el hombre más hermoso que vi en mi vida señor Baró—esbozó mostrando en su tono los efectos del alcohol.

—Y usted es la mujer más hermosa y preciosa que yo he visto en la mía, aun estando borracha lo es —contestó mientras sonreía y le acariciaba la cintura.

—Yo no estoy borracha —se defendió negando con la cabeza y sus cabellos se movían de un lado a otro.

— Chispeante..—Dijo riendo.

—No... a penas desacostumbrada.. — Lo miró con reproche— Al menos no estoy ebria por el champagne, en todo caso lo estaría por usted y... —se detuvo sin saber que palabras usar para explicarle a él lo que sentía, dejó libre un suspiro y llevó sus manos al rostro de Albert para acunarlo—. Tengo... tengo miedo de lo que pueda llegar a sentir después de esto, de no poder nunca saciarme de vos.. de darte tanto que no pueda recuperarlo, yo... quiero seguir siendo dueña de mí, de mi voluntad... tener la fortaleza para decirte que no cuando deba hacerlo, Albert te estás metiendo en mí de tal manera que... me da miedo —confesó mirándolo a los ojos, sintiendo que el corazón estaba a punto de saltarle por la boca, y las lágrimas inundaban sus ojos y maldijo al licor por hacerla hablar.

Él se quedó en silencio mirándola, sintiendo que su corazón estaba a punto de estallar de tanta felicidad, la emoción que lo colmó fue tan poderosa que lo hizo temer y se encontró temblando como un niño o como un hombre que presiente que su vida está a punto de cambiar.

—Delfi... yo... —ella lo detuvo posando un par de dedos sobre sus labios mientras lo miraba a los ojos.

—No digas nada... no lo hagas y deja que este momento se quede acá suspendido en este mundo perfecto que compartimos —le rogó con la voz ronca por las lágrimas.

Y en un movimiento que buscaba desesperadamente recoger las palabras que había dejado escapar, se acercó a él y lo besó con una intensidad que alejara de ella esa sensación que le estaba quebrando el pecho y la liberara de las lágrimas que buscaban ahogarla. Ella no soportaría tener que dejarlo sabiendo que eso que tenían era mucho más, era mejor ignorar lo que le estaba pasando antes que fuera demasiado tarde para decir adiós cuando el momento llegara. Lo único que deseaba en ese instante era que el tiempo se detuviera y quedarse para siempre aferrada a él, sintiéndose plena, sin los miedos y las dudas que la torturarían después cuando todo terminara y ella ya no lo tuviera.

Ríndete a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora