Después de pasar casi una semana encerrada en su casa intentando escribir, sin haberlo conseguido, se sentía frustrada, así que pensó en salir a dar un paseo, pero no en Florencia u otras de las localidades cercanas, sino en algunos de los hermosos paisajes que los alrededores le brindaban, había descubierto en uno de sus paseos un hermoso río que atravesaba parte de la llanura que bordeaba la propiedad de los Codazzi, se maravilló ante un puente de piedra que lucía como sacado de un cuento de los hermanos Grimm, era precioso y aprovechó para tomar algunas fotos a éste, desde la hermosa vista que le ofrecía su punto más alto.Ese día el sol comenzaba a caer y no pudo descubrir que más podría encontrar al otro lado del río, puesto que no era buena idea alejarse mucho ya que no conocía muy bien el terreno, pero de inmediato optó por hacerlo al día siguiente.
Eso la había llevado a preparar una cesta con comida, unos
libros, una manta a cuadros que encontró en uno de los armarios y a colocarse su bañador en caso que encontrase un lugar apropiado para nadar un rato, los días comenzaban a ser calurosos y sumergirse en las frescas aguas de ese río que había descubierto, seguramente le sentaría estupendamente.El terreno se volvió aún más irregular y en sólo minutos se vio bajando una suave colina, perdiendo de vista el curso de agua, pero cuando sus ojos lo encontraron de nuevo, quedó maravillada ante el espectáculo, una serie de cascadas caían desde una altura que no debía poseer más de diez metros y creaban una laguna de aguas bastante calmadas, por lo que Delfina pensó que no debía ser peligrosa y podía perfectamente nadar un rato en ésta.
Con una gran sonrisa se acercó un poco más y para ubicar un lugar donde pudiese dejar las cosas mientras se bañaba, lo encontró muy cerca de la orilla, era un espacio bastante plano y limpio de maleza, seguramente alguien lo había acondicionado de esta manera, lamentaba no ser la descubridora de ese regalo de la naturaleza, pero agradecía a quien lo había limpiado.
Después de acomodar la cesta sobre un tronco tumbado junto a una gran piedra que debía servir de mesa, tendió la manta con cuidado y se quitó las sandalias, entusiasmada como una niña, deseaba meter sus pies en el agua.
—¡Está helada!—exclamó estremeciéndose un poco, pero rápidamente se acostumbró entre chapoteos.
Sacó su ejemplar de La cartuja de Parma, de Stendhal, que había comenzado a leer dos días atrás y tomó una manzana de la cesta, se acomodó para reposar un rato antes de meterse al agua.
"La duquesa no volvía de su asombro; de haberle visto pasar por la calle no le habría reconocido; le encontraba lo que efectivamente era, uno de los hombres más guapos; sobre todo, tenía una fisionomía encantadora"
Delfina dejó ver una sonrisa ante esas líneas, la misma que se borró al ser consciente que la imagen que se atravesaba en su cabeza no era otra que la del actor, el hermoso y arrogante Albert Baró, esa misma que le había entregado días atrás cuando paseaba con su imponente caballo negro.
Cerró el libro de golpe y también los ojos mientras movía su cabeza en señal de negación para liberarse del recuerdo del español; era cierto que cuando lo vio cabalgar con tal destreza sobre el semental, sus ojos no pudieron evitar quedarse prendados en él y hasta un suspiro arrancó de su
pecho, sería una gran mentirosa si negaba que en ese instante el hombre le pareció sumamente atractivo e interesante, pero de allí a compararlo con Fabricio del Dongo, había mucho trecho.—Delfi, por favor no vayas a salir ahora con que te está gustando ese hombre, eso sería lo último que podes permitirte... ¿Te imaginas cuánto crecería su ego si algo así pasa? Quedarías en ridículo delante de él... no, eso no. ¿Podes siquiera imaginar cuánto disfrutaría sabiendo que logró su objetivo de hacerte caer rendida a sus pies? —se cuestionó en voz alta —.¡No! definitivamente tenes que desechar esa idea de inmediato, más después de haberle bajado el ego de golpe como lo hiciste, no podes decirle un día que no te atrae en lo absoluto y después andar suspirando por él, en España hay miles de hombres guapos y seguramente más modestos, sin ese aire de presunción que él posee, si vas a fijarte en un español que sea cualquier otro, pero menos Albert Baró —sentenció con firmeza a su subconsciente.
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Ríndete a mi.
RomanceAlbert Baró y Delfina Chaves guardan un gran secreto. Ellos esconden dentro de sus corazones un gran amor que se quedó detenido en el tiempo y en un espacio que durante tres meses los albergó y los llevo a vivir la más hermosa e intensa historia de...