Capítulo 102.

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Albert caminó hasta el mini bar y tomó una botella de agua de la nevera empotrada, debía tener la cabeza despejada para el interrogatorio que venía a continuación. Mientras veía a su hermano sentarse en uno de los sillones a la espera de toda su historia con Delfina, era evidente que había descubierto quién era la misteriosa mujer que le había roto el corazón. Caminó hasta el ventanal para dejar que su vista se perdiera entre la oscuridad salpicada por millones de diminutas luces que podía apreciar desde allí, no le resultaba tan molesto estar a esa altura mientras no fuese consciente de la distancia que lo separaba del suelo, cerró los ojos y liberó un suspiro buscando las palabras para dar comienzo a su confesión.

—Estoy esperando —le hizo saber Lisandro impaciente.

—Lo sé... es imposible no sentir ese molesto golpeteo que haces con el pie y está a punto de hacer que te lance esta botella —contestó y sonrió al escuchar que se detenía.

—¿Ella es la chica que conociste en la Toscana? —inquirió Lisandro sin darle tiempo de dar más rodeos al asunto.

—Sí —contestó con un monosílabo sin mirarlo.

Lisandro ya esperaba una respuesta afirmativa a su pregunta, pero aun así la sorpresa lo dejó descolocado unos segundos, sobre todo cuando a su cabeza llegó la segunda pregunta que le haría a su hermano y la imagen de Delfina Chaves acompañándola.

—Y ese libro... Rendición, no es algo ficticio que ella sacó de su cabeza sino la historia de ustedes dos, ¿cierto? —inquirió viendo la espalda de su hermano y era evidente que él cada vez se tensaba más.

—Con algunas variantes... pero es en esencia lo mismo —contestó y seguía mirando a través del ventanal mientras se preguntaba en qué rincón de esa ciudad se encontraba Delfina.

—Claro... como por ejemplo la profesión de ambos, el motivo por el cual estabas allí, que quizás ella no lo sepa y por supuesto el final de la historia, tú nunca llegaste al aeropuerto a buscarla — mencionó con conocimiento de causa.

—Ella lo sabe todo, yo le conté porqué me encontraba allí.

Las palabras de Albert lo sorprendieron aún más de lo que ya se encontraba, él había sido demasiado receloso con ese asunto, incluso a esas alturas su propia hermana Julia seguía ignorante del verdadero motivo que lo llevó a estar lejos por tanto tiempo.

—¡Cuánta confianza! Ella debió ser muy especial para que te abrieras de esa manera y le contaras todo de buenas a primeras, sobre todo tomando en cuenta que en ese tiempo ni siquiera a mí que te apoyaba en todo, me dijiste los problemas que te aquejaban y no me diste la oportunidad de ayudarte a salir de ese pozo de mierda... ¿sabes algo? No comprendo aún cómo pudiste mantenernos al margen y menos ahora cuando me dices que a una extraña a que apenas conocías sí le contaste todo —esbozó con rabia.

—Son dos situaciones muy distintas Lisandro... —intentó defenderse, pero su hermano no lo dejó.

—¡Claro que son muy distintas! Nosotros somos tu familia y merecíamos que fueras sincero... ella apenas estaba llegando a tu vida y no tuviste problemas para contarle todo. Julia aún sigue con ese resentimiento porque no sabe la verdad y cree que tú solo te fuiste a vacacionar y te olvidaste de todos —decía realmente molesto.

—Julia no entendería la situación y se sentiría decepcionada de mí, prefiero que se sienta molesta a que se entere que su hermano fue una gran mentira y que estuvo a punto de morir por adicto... eso sería mucho peor —mencionó con determinación y el dolor que esos recuerdos le provocaban, todavía después de todos los años que habían transcurrido seguía cargando con esa pena.

Ríndete a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora