Capítulo 75.

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Delfina aún no salía de su asombro al escuchar las palabras de Jacqueline, mucho menos por ese título que la prensa española le había dado, querían hacer una tormenta en un vaso de agua, Albert había dejado claro que se había enamorado pero que había perdido todo contacto con ella, como efectivamente era, así que eso también demostraba su falta de interés y que ya no seguía sintiendo lo mismo. La voz de su amiga la sacó de sus pensamientos y se enfocó de nuevo en lo que le decía con relación al actor.

—La cuestión es que muchos te adjudicaron el cambio que dio el señor Baró después de su vuelta al mundo del espectáculo, personas que lo conocieron antes y lo ven ahora aseguran que es un hombre más maduro y centrado, que incluso volvió a ser amable y sencillo como lo era en sus inicios... al parecer vos.. bueno... tu amigo era toda una joyita, la arrogancia en estado puro —explicó intentando parecer casual pero atenta a cada reacción de Delfina.

—Que me lo digan a mí, era insoportable... se creía un dios, orgulloso, arrogante, vanidoso... quise matarlo en más de una ocasión, pero tampoco puedo juzgarlo sin ponerme yo misma en la balanza, porque yo también lo era, quizás no exageraba tanto como lo hacía Albert, pero con él fui insufrible y arrogante al principio... no sé por qué él parecía sacar lo peor de mí, siempre quería estar por encima de él en todo y había creado una estúpida competencia para hacerle ver que yo era mejor —confesó sintiéndose apenada al recordarse como una nena caprichosa.

—Supongo que si lo justificas es porque lo conoces, pero no cambies el tema, mira que te conozco y sé perfectamente cómo actúas cuando queres evadir una conversación... contame ¿Cómo se conocieron? —inquirió mirándola con atención.

—Es una historia muy larga Jaqueline, tenemos tantas cosas que hacer... y yo la verdad, no sé si sea conveniente hablar de todo esto ahora, me siento... —se colocó de pie y caminó hasta el ventanal, no sabía cómo definir el sentimiento que la embargaba o quizás no deseaba hacerlo, tenía miedo.

—Delfina Chaves no te voy a dejar en paz hasta que me cuentes al menos parte de la historia, sabes bien que no lo voy a hacer, así que por favor deja de dar vueltas, veni a sentarte y confesa—le exigió, aunque en el fondo era un ruego pues moría de curiosidad—. No seas cruel conmigo por favor, no logre sacarme de la cabeza todo este asunto y anoche apenas si logré dormir... si supieras la cantidad de ideas que rondan en mi cabeza, tendrías para diez libros más —agregó.

—Cuando te cuente vas a terminar reprochándome lo estúpida que fui, todos los consejos que me diste no me valieron de nada y qué decir de las palabras de mi mamá, si se entera te aseguro que se sentiría tan decepcionada... me comporté de una manera que ella jamás aceptaría, al menos no en lo que a mí respecta —indicó con la voz ronca sintiendo que no podía con la vergüenza.

—Yo no tengo la moral para juzgarte, no tuve el pasado de una monja, por el contrario vos siempre fuiste tan correcta, tuviste un desliz ¡Bien! ¿Qué con eso? —mencionó con la libertad que mostraba siempre que hablaba de ese tema con su amiga.

Delfina sabía perfectamente que Jaqueline no tenía tapujos para decir las cosas tal cual eran, que ciertamente ella estando en su lugar hubiese hecho lo mismo o más con Albert, la cuestión en todo eso es que su amiga no hubiera hecho el papel de idiota, jamás se habría enamorado del actor como lo hizo ella, deseó tanto poder tomar las cosas como Jaqueline en ese entonces, pero era demasiado tarde, incluso ahora lo era.

—Jackie no sé qué mierda pasó conmigo, era como sí ese hombre hubiese tenido los hilos de mi cuerpo y lo hubiera manejado cual marioneta a su antojo, yo no era... no era yo, me comportaba como alguien más y sí, me gustó mucho, pero ¿qué gané con eso? ¿Qué conseguí dejando que Albert Baró me llevase a su terreno de juego? ¡Nada! Solo sufrir como una estúpida yo que siempre me mostraba ante los demás orgullosa y segura de mí, que nunca dejé que ningún hombre se me impusiera; terminé siendo el juguete de verano de un actor... Y lo peor de todo... lo peor fue que me sentía tan feliz, como no lo fui antes. ¡Por Dios soy tan patética! —confesó llena de dolor.

Ríndete a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora