Capítulo 54.

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Su paseo por la ciudad se dio esa tarde después de almorzar en un pequeño restaurante atendido por varios amigos de Albert, en su mayoría eran personas mayores y por sorprendente que pareciera apenas conocían el trabajo del castaño, no tenían una televisión en su casa y lo poco que sabían era sobre la serie grabada allí. Cuando le preguntaron el motivo de su visita, él mencionó que estaba de vacaciones y ellos sin apartar la mirada de Delfina, con ese humor que manejan los españoles, comenzaron a sacar sus propias conclusiones y terminaron dándole a esa visita otro sentido.

Sobre todo al ver lo cariñoso que se mostraron Albert y Delfina cuando compartieron el postre, una deliciosa porción de Panna Cotta, era la primera vez que ella lo probaba ya que era una receta típica de la zona, una especie de flan elaborado con crema de leche, adornado con mermelada de frutos rojos, provocativas fresas y moras enteras, sirope de caramelo y un toque de licor, que daban como resultado uno de los mejores postres que Delfina hubiera degustado hasta ese momento.

El paseo terminó justo cuando el sol se ocultaba, caminaban tomados de la mano por las calles del pueblo, que a Delfina le parecía más hermoso que fantasmagórico, tenía su encanto a pesar de ese ambiente taciturno que lo envolvía.

Quizás se debía a la compañía, Albert hacía que todo fuera distinto para ella, compartir con él de esa manera, como una pareja enamorada, aunque no lo fueran en realidad, era maravilloso.

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Desde que vio la tina se le había metido en la cabeza la idea de tomar un baño dentro de ella, era tan hermosa y amplia, de un blanco impecable, donde resaltaba el exquisito trabajo en dorado en cada una de las cuatro patas de león. El espejo junto a ésta seguía la misma línea de diseño, el marco parecía estar hecho de oro, a pesar de la precaria limpieza que ella le había dado se mostraba reluciente. En resumen, todo el lugar gozaba de un diseño clásico.

Se recogió el cabello con un gancho y buscó entre las esencias que se hallaban en la vitrina, escogió una de lirios y otra de flor de mandarina, vertió un poco de cada una y las regresó a su lugar, después terminó de desvestirse, estaba por entrar a la bañera cuando sintió la presencia de Albert, él la veía desde el umbral de la puerta, se encontraba con los brazos cruzados en el pecho y apoyando su cuerpo en el marco, una hermosa sonrisa se dibujaba en sus labios y podía sentir que su mirada recorría cada lugar en ella.

—¿Me acompañas? —preguntó metiendo un pie en el agua tibia, sonrió ante la agradable sensación y le extendió la mano.

—Por supuesto —contestó recibiendo la invitación, caminó hasta Delfina y tomó su mano.

Con el brazo que tenía libre le rodeó la cintura para ayudarla a entrar a la bañera, no sin antes pasear su nariz por el cuello de ella y aspirar el dulce perfume de su piel, depositó un beso lento en el cuello y ella lo recompensó con un suave suspiro, apenas perceptible, pero que hizo que su corazón latiera emocionado, le gustaba saber que tenía la llave de su placer en las manos.

Ella se liberó despacio del abrazo de Albert y se metió al agua, tibia y perfumada le pareció sumergirse en un sueño, se sentó apoyando su espalda en el extremo de la bañera, gimió y cerró los ojos un instante, la poca espuma creada por las esencias no lograban ocultar por completo su figura.

Él comenzó a deshojar los botones de su camisa sin apartar la mirada de Delfina, sintiendo de nuevo celos del agua que podía cubrirla por completo y había dibujado ese gesto de placer en su rostro. Ella abrió los ojos enfocando su mirada en él, sabía que a Delfina le gustaba mirarlo y eso hacía que su ego alcanzara alturas sorprendentes.

Lo recibió con una gran sonrisa cuando al fin se metió al agua para acompañarla.

—Date la vuelta y apóyate en mi pecho Albert, así se me hace más fácil bañarte —pidió haciéndole un ademán.

Ríndete a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora