Un par de horas después, Albert seguía dándole vueltas en su cabeza a lo ocurrido, se había expuesto delante de Delfina como no lo había hecho nunca con nadie, ella tenía una facilidad asombrosa para hacer que le confesara sus miedos y sus anhelos, era tan sencillo mirarla a los ojos y confiar en ella. En el fondo de su corazón deseaba hacerlo, poder dejar parte del peso que llevaba sobre los hombros, soltarlo sin temor a que las cosas se fueran a complicar aún más; nunca había tenido alguien a quien confiarle todo, ni siquiera a sus hermanos con quienes era tan unido o a sus padres.
La experiencia hacía que ni siquiera tuviera que ver lo que hacían sus manos mientras destapaban la botella de vino en éstas, pero casi la deja caer al suelo, cuando su mirada captó a Delfina que entraba a la cocina llevando un diminuto short blanco de algodón y una chomba del instituto donde él estudió la secundaria, la reconoció de inmediato y no sólo era la sorpresa de verla así, sino por la prenda en cuestión.
—¿Dónde...? ¿Dónde la encontraste Delfina? La había dado por pérdida hace años —preguntó acercándose a ella.
Detallaba la prenda de un rojo intenso, donde resaltaba el escudo de la escuela bordado en un blanco que seguían manteniéndose impecable, a pesar de los años de haber estado tirada en algún rincón de esa casa, aunque nunca había sido un deportista nato como lo era Lisandro, le tenía mucho cariño a esa remera, pues fue su amuleto de la suerte para ganar el único campeonato de baloncesto donde participó, recordaba mientras la tocaba, sintiendo como si el tiempo hubiera retrocedido hasta ese momento. Después de eso su carrera en el mundo del espectáculo lo alejó por completo de los deportes y no pudo repetir la experiencia.
—Estaba en el cajón donde guardan las sábanas, alguien debió colocarla ahí por equivocación, agarraba alguna para cambiar la cama que dejamos completamente desordenada esta tarde y la vi... supuse que era tuya y me tomé el atrevimiento de ponermela, quería darte la sorpresa, es obvio que lleva años olvidada en ese lugar —contestó con una sonrisa, emocionada por ver esa que Albert le ofrecía, era evidente que él apenas podía creer lo que veía.
—Es mía, la última vez que la vi fue cuando estaba por culminar las grabaciones aquí en Varese, pensé que la había perdido en alguno de los set o alguien la había tomado por equivocación, pregunté pero nadie supo darme respuesta... tiene más un valor sentimental que monetario, es del instituto donde cursé la secundaria —explicó.
—Bueno, acabas de recuperarla... que bueno que no era de tu hermano o de tu papá—esbozó con una sonrisa y se disponía a quitársela para entregársela cuando él la detuvo.
—No, puedes llevarla hoy... me la das después, se te ve muy bien — mencionó con una sonrisa.
—Gracias, pero pensé que después de años de no tenerla desearías ponértela Albert... —dijo mirándolo a los ojos, disfrutando de esa sonrisa que él le entregaba y lo hacía lucir mucho más joven.
—No, ya te dije que te ves muy bien, preciosa.. Y ya me canse de que me digas solo Albert, dime Betu, así me suelen decir los más cercanos a mi.. A los que más quiero.— Dijo él y la vio sonreír.
— Bueno.. Entonces vos decime Delfi, mi hermana suele decirme pepi, pepinita.. Pero solo ella.— Ambos rieron y se tendieron en el sillón, ella apoyada sobre él, brindándose suaves caricias y viendo la leña consumirse en la chimenea. Compartir así nos les resultaba complicado, pero habían dejado un tema a medias y eso hacía que el silencio le resultase incómodo y pesado, distanciándolos.
—Albert... Perdón, Betu.. me gustaría que sigas contándome lo qué pasó esa noche, sé que actué de manera irracional y que fue mi culpa que no sigamos, me extralimité... pero te prometo que no vuelvo a juzgarte por algo que no me concierne, tu pasado es algo que no podes desligar de vos y yo no tengo el derecho a cuestionar nada de éste... —su discurso salió en un torrente de palabras, no se atrevía a mirarlo a los ojos, pero le era imposible controlar su curiosidad, desde que se encontraba en ese lugar y en silencio el tema no dejaba de darle vueltas en la cabeza.
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Ríndete a mi.
RomanceAlbert Baró y Delfina Chaves guardan un gran secreto. Ellos esconden dentro de sus corazones un gran amor que se quedó detenido en el tiempo y en un espacio que durante tres meses los albergó y los llevo a vivir la más hermosa e intensa historia de...