Capítulo 145.

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Después de su último fin de semana en la capital, los diarios los habían bombardeado con titulares sobre la misteriosa relación que llevaban, estaban a la caza de algún comentario por parte de sus agentes, pero el hermético silencio que habían mantenido solo aumentaba el interés de todo el mundo. La pareja intentó poner un poco de distancia para apaciguar los comentarios, que incluso dentro del equipo de producción se habían suscitado, sobre todo porque Guillermo se había vuelto una especie de perro guardián que no dejaba de vigilarlos, y antes de que eso pudiera crear un clima tenso en el set, acordaron no darle ventaja.

Albert aceptó con la condición de que Delfina también se alejara de él y así lo hizo, no solo por complacerlo, sino porque en verdad el hombre se estaba ganando su rechazo, sobre todo al querer tomarse atribuciones que no le correspondía durante el rodaje y cuestionar en ocasiones el desempeño de Albert, que todos sabían era impecable, o cuando intentó prohibirle que montara a la yegua que él había enviado a traer para ella. Pero al fin tendrían algo de libertad; todos se pusieron de acuerdo para convencer a Thomas de finalizar las grabaciones el jueves en horas de la
tarde, y así poder partir esa misma noche hasta Roma sin tener que toparse con los paparazzis, que habían comenzado a asediar por los alrededores a la espera de poder captar alguna de las escenas de exteriores que habían iniciado.

Llegaron al departamento minutos después y comenzaron a besarse con desespero en cuanto la puerta se cerró, Albert no olvidó esta vez activar la alarma y colocarle todos los seguros, mientras Delfina lo veía divertida por su actitud, después retomaron lo que hacían y a medida que avanzaban para subir a la habitación dejaban prendas tiradas por todos lados, en las escaleras él la tomó de la cintura para llevarla cargada, mientras ella seguía besándolo como si tuviera años sin hacerlo.

Apenas hacía una semana desde la última vez que estuvieron juntos, pero teniéndose tan cerca, y acostumbrados a esas maratónicas jornadas de sexo que vivían cuando estaban a solas, no era fácil controlar las ansias que se despertaban en ambos ante la ausencia de intimidad. Por ello no se entretuvieron mucho en un preámbulo y fueron directo a la unión, mirándose directamente a los ojos.

—Me estaba muriendo por tenerte así —susurró rozando sus labios.

—Yo también mi vida... estaba a punto de volverme loca —expresó ella.

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Rato después se encontraban abrazados mientras recuperaban los latidos normales de sus corazones y respiraciones.

El cansancio los rindió y terminaron quedándose dormidos, pero ella despertó entrada la madrugada, comenzó a besarlo y en medio de un estado de sueño le hizo una petición.

—Llévame a Varese... no tenemos que quedarnos encerrados acá— le susurró al oído que descansaba boca abajo, no le respondió pero lo vio sonreír—. Por favor... podemos recordar viejos tiempos sin tener que escondernos, hacerlo como no podemos en la Toscana — agregó dándole suaves besos en la sien y bajaba por la mejilla.

—Te llevaré a donde me pidas mi amor —respondió él manteniendo los ojos cerrados, luego disfrutó de los suaves besos que ella le dio como agradecimiento— ¿Qué hora es? —preguntó abriendo un ojo para buscar el reloj sobre la mesa de noche.

—Las tres de la mañana, sigamos durmiendo —respondió sin dejar de sonreír mientras pasaba una mano por la espalda de él.

—Es un viaje de casi siete horas haciendo una sola parada... si salimos a las cuatro estaríamos llegando al mediodía —mencionó frotándose los ojos y se giró para quedar de lado frente a Delfina.

—¿Decis que salgamos ya? —preguntó un poco alarmada.

—Puedes dormir durante el viaje, yo no tengo sueño y me gusta conducir —contestó mirándola, disfrutando de lo hermosa que era.

—Yo tampoco tengo sueño... bueno, no perdamos tiempo ¡Arriba señor Baró! —dijo con entusiasmo levantándose y le jaló la sábana.

Le guiñó un ojo al verlo completamente desnudo, mientras sonreía con picardía y cuando vio que él se movía con rapidez para salir de la cama, corrió hasta el baño, pero no muy de prisa ya que deseaba dejarse atrapar, lo sintió chocar contra su cuerpo y envolverla entre sus brazos para hacerla sentir que en realidad estaba despierto, muy despierto.

—Nos llevará menos tiempo prepararnos si nos bañamos juntos —dijo con un tono de voz inocente, pero su mirada decía lo contrario.

Eran las cuatro y diez de la mañana cuando bajaron al estacionamiento, llevando apenas una valija donde guardaron las prendas de ambos, Albert la dejó a un lado pasando de largo su auto y eso desconcertó a Delfina, quien se detuvo junto a éste a la espera que él abriera las puertas, a pesar de estar en verano en ese lugar hacía mucho frío a esa hora de la madrugada.

—¿Pasa algo? —preguntó abrazándose a sí misma.

—Viajaremos en éste —respondió él retirando el foro de cuero que protegía al Maserati y se volvió cuando la escuchó exclamar emocionada.

—¡Albert! Pensé que ya no lo tenías... esta igual de hermoso —susurró acariciando la tela del techo y sus ojos no podían creerlo.

—Está pasado de moda, pero le tengo un cariño especial por eso nunca lo vendí, además que sin importar los años que pasen siempre será un gran auto —indicó queriendo sonar casual para no mostrarse como un tonto sentimental, que buscó guardar todo lo que se la recordaba.

—Me encanta que lo hayas hecho —susurró contra sus labios y lo besó agradeciéndole el gesto, ella sabía la verdadera razón.

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mas tarde subo otro

Ríndete a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora