La mirada de Delfina se perdía en la llanura ante sus ojos, Albert había desaparecido en cuestión de segundos, y no pudo evitar que una leve sensación de miedo la recorriera. Ella era consciente de la destreza con la cual él manejaba al animal, no era la primera vez que lo veía montar, y en todo momento le demostró su experiencia con el caballo. Sin embargo, el temor que le había despertado los viejos recuerdos, hacía que lo buscara casi con desesperación, sintió como los latidos de su corazón se desbocaron y de un bajón volvieron a sosegarse cuando lo vio aparecer sobre una colina. Lucía tan hermoso, gallardo y confiado, que ella se encontró sonriendo como una tonta, suspirando ante la belleza y la perfección del hombre que tenía frente a sus ojos.
Albert posó su mirada en Delfina, en medio de ese paisaje ella le entregó una mezcla de realidad y fantasía, lucía tan natural allí parada en medio del paisaje toscano, y a la vez tan hermosa que opacaba todo a su alrededor, por muy brillantes que fueran los colores del campo o del cielo, ninguno irradiaba tanta luz, ni tanta vida como ella y ninguno podía atrapar su mirada como lo hacía ella.
Llegó hasta ella y sin bajar del caballo le extendió la mano entregándole la mejor de sus sonrisas.
La vio dudar y dar un paso atrás, al tiempo que su mirada se llenaba de temor, y negaba con un leve movimiento de cabeza, intentando ocultar su estado tras una sonrisa, quizás para no hacerlo sentir rechazado.
Albert supo que había algo más y no quería hacerla sentir presionada, pero no dejaría escapar esa oportunidad de hacerla vencer ese miedo que les tenía a los caballos.
—Vamos Delfina, confía en mí, yo estaré aquí y no dejaré que te suceda nada, ven conmigo —le pidió mirándola a los ojos.
Ella sentía un remolino de emociones y sensaciones recorrerla entera, sus pies parecían estar clavados en el suelo, su corazón latía tan lento que le dolía y se encontraba conteniendo la respiración, cerró los ojos un instante lanzando fuera de su cabeza el recuerdo que la hacía temblar.
Cuando abrió los ojos la convicción se hallaba instalada en ellas, le dedicó una sonrisa tímida y tomó la mano que él le extendía, aferrándose a ella.
—Confío en vos.. —esbozó con voz trémula.
—Gracias preciosa, hazlo también en Misterio, él no te hará daño —le hizo saber y se disponía a bajar del caballo, pero ella no lo dejó.
—Espera... quédate sobre él y ayúdame a subir... así podes mantenerlo bajo control, a mí podría tirarme —pronunció nerviosa.
Albert asintió descubriendo la primera pista del miedo de Delfina, llegó a la conclusión que quizás un caballo la habría tirado a ella y por eso se mostraba tan temerosa, en ese caso comprendía el miedo de la chica y ahora más que nunca se sentía en la obligación de liberarla de ese sentimiento, le entregó una sonrisa y habló de nuevo.
—Coloca el pie en el estribo... —le indicó señalando la pieza de la cual había sacado su pie derecho, cuando vio que ella lo hacía le extendió la otra mano, mientras se aseguró apretando sus piernas a los costados de Misterio—. Ahora dame tus manos e impúlsate hacia arriba que yo me encargo del resto —le explicó sin perder detalle de sus movimientos.
En medio de un mar de nervios ella llevó a cabo cada una de sus indicaciones, se sintió un segundo suspendida en el aire y al siguiente Albert la tomaba por la cintura y la sentaba frente a él en la silla de montar, haciendo espacio para que ella estuviera cómoda, mientras el caballo apenas se balanceaba ante sus movimientos torpes y rígidos.
—Tranquila, ya estás arriba, ahora despacio intenta moverte para quedar en la misma posición que yo me encuentro —le indicó rodeándole la cintura con las manos para darle estabilidad.
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Ríndete a mi.
RomanceAlbert Baró y Delfina Chaves guardan un gran secreto. Ellos esconden dentro de sus corazones un gran amor que se quedó detenido en el tiempo y en un espacio que durante tres meses los albergó y los llevo a vivir la más hermosa e intensa historia de...