Capítulo 110.

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Delfina se sumió en un completo silencio en cuanto Albert bajó del ascensor, una mezcla de rabia y dolor le colmaban el pecho mientras luchaba contra las lágrimas que se agolpaban en su garganta y apenas la dejaban respirar, casi se sintió salvada cuando las puertas se abrieron y el largo pasillo que la llevaría hasta su casa se presentó ante ella. Pero de inmediato la mano de Ignacio que buscó la suya la hizo consciente de la presencia de su novio allí y que debería esperar mucho para poder desahogarse como necesitaba desesperadamente.

Rosa fue quien les abrió la puerta recibiéndolos con una gran sonrisa, había quedado muy preocupada al verlos irse en compañía del actor español, temía que ese hombre hubiera llegado hasta allí con la intención de dejar todo al descubierto y perjudicar a Delfina, pero al ver que ella regresaba con el señor Ignacio se sintió aliviada.

—¿Todavía te duele la cabeza? —preguntó cuando vio que ella se tendía en el chaise longue junto al ventanal y cerraba los ojos.

—Solo un poco —respondió masajeándose las sienes.

—Le voy a pedir a Rosa un calmante —dijo y salió.

Delfina mantuvo los ojos cerrados mientras hacía respiraciones lentas para ir liberando la presión que sentía en el pecho, negándose a imaginar que Albert en serio buscaba tener una aventura con su hermana para castigarla por no haber cedido a lo que deseaba. No había pasado un minuto cuando sintió a Ignacio regresar, se obligó a mostrarse normal delante de él, si continuaba así iba a terminar exponiéndose por completo y su novio no tardaría en concluir lo que ocurría.

—Muchas gracias —comentó recibiendo la pastilla, la tragó con rapidez pasándola con el vaso con agua que le había traído.

—No tenes que agradecer princesa, sabes que odio verte mal —dijo.

Ella le dedicó una sonrisa acariciándole la mejilla en agradecimiento, vio que él deseaba sentarse y le hizo espacio recogiendo sus piernas mientras se dejaba caer hacia atrás de nuevo cerrando los ojos. Sintió que Ignacio tomaba sus piernas y las estiró apoyándolas en las de él para despojarla de sus zapatos, después comenzó a darle suave masajes y a rotarlos a la altura del tobillo para liberar la tensión que los mantenía rígidos, subiendo despacio hasta sus rodillas que habían quedado al descubierto cuando la seda del vestido se deslizó hasta sus muslos.

—Estás muy tensa, quizás Josefina tiene razón y necesitas descansar un par de días... podría dejar todo en orden en la oficina y llevarte a donde desees, tenemos tiempo que no viajamos... ¿Qué te parece las Bahamas o Quintana Roo? —preguntó ejerciendo suave presión en las pantorrillas.

—Ignacio sabes que no me puedo ausentar en estos momentos, créeme yo más que nadie soy consciente de la falta que me hacen unas vacaciones, pero tomarlas justo ahora es imposible — contestó poniéndose de pie y caminó hasta el ventanal para apreciar la vista.

La verdad fue que buscó escapar de las intenciones de su novio, sabía perfectamente a donde se encaminaban esos masajes de Ignacio, casi siempre terminaban teniendo relaciones y si había algo que no deseaba esa noche era acostarse con él, no podía sacar a Albert de su cabeza y mientras estuviera en esa situación irse a la cama con Ignacio era correr un gran riesgo, había aprendido la lección desde la última vez.

—No creo que el proyecto se vaya a caer porque viajes conmigo un fin de semana para descansar... ya ves que hasta el mismo protagonista que debería estar más pendiente de estar preparándose para el papel, lo único que está haciendo es recorrer el país y viendo cuántas conquistas puede sumar a su lista —comentó un tanto molesto por la negativa de Delfina, no solo al viaje sino a sus caricias.

—Lo que él haga no es asunto mío Ignacio, yo hablo de mi responsabilidad —indicó sin poder controlar la molestia que le provocó el comentario, se cruzó de brazos manteniéndose allí.

—debería importarte al menos un poco, después de todo su probable conquista acá podría ser tu hermana y es evidente que jose está encantada con eso. Si acaban mal eso podría perjudicar el proyecto —mencionó sin levantarse, intentando ser paciente con ella.

—Eso no va a pasar... Albert Baró y Josefina no tendrán nada —aseguró e internamente se obligaba a creer en sus palabras, sobre todo porque no soportaría que algo así ocurriera, sería demasiado por parte de Albert involucrarse con su hermana.

—Bueno, tratándose de Jose, yo no daría nada por sentado... pero dejemos de hablar de ellos y concentrémonos mejor en nosotros, acepto tu negativa a realizar un viaje en estos momentos, pero al menos déjame consentirte esta noche —pronunció poniéndose de pie y caminó hasta ella para envolverla entre sus brazos y darle un beso en el hombro.

—Ignacio... no me siento bien, estoy agotada y lo que más necesito en estos momentos es descansar —decía cuando él la detuvo.

—Entonces deja que me haga cargo de vos, sabes bien que conozco la manera perfecta para relajarte —esbozó acariciando con sus labios su cuello—. Cada vez que hacemos el amor terminamos renovados, te prometo dedicarme exclusivamente a vos princesa, besare todo tu cuerpo... te daré masajes en la espalda —susurraba mientras continuaba con sus caricias y le resultó extraño que ella no se apoyara en su cuerpo como siempre hacía.

—Esta noche no... hoy solo necesito descansar, por favor —pidió Delfina liberándose con delicadeza del abrazo, no quería hacerlo sentir rechazado, pero tampoco podía acostarse con él.

—¿Esta noche no? A ver Delfina decime entonces, ¿cuándo pudes o cuándo deseas que estemos juntos? —inquirió sin poder disimular su molestia, ella se mantuvo en silencio y él continuó—. Vos necesitas descansar pero yo necesito a mi mujer... hace más de un mes que no tenemos relaciones y en serio esto empieza a preocuparme, ni siquiera cuando te encontras en tus procesos creativos me excluis de tu vida de esta manera... antes hacíamos el amor todo el tiempo, lo máximo que llegamos a durar sin tener sexo fue durante tu gira y aun así buscábamos la manera de reunirnos en alguna ciudad, nunca pasamos más de quince días lejos, vos nunca me dijiste que estabas cansada y tenías mucho más motivos para estarlo que ahora.

Todos los reproches salieron de Ignacio en un torrente de palabras, la presa que mantenía sus emociones y aquello que se había callado durante ese tiempo salía a flote de una manera muy dolorosa, se acercó a Delfina tomándola por los brazos, necesitando sentir que aún era suya.

—Decime lo que está pasando Delfina, por favor habla conmigo o voy a terminar volviéndome loco —rogó con la voz ronca y mirándola con ojos llorosos.

—Ignacio necesito que me des tiempo, por favor... yo solo... necesito tiempo —pidió ella sintiendo que estaba a punto de llorar.

—Bien —esbozó y sin más la soltó.

Le dio la espalda y caminó con paso apresurado para salir del estudio, una vez más Delfina sentía que su relación con Ignacio estaba pendiendo de un hilo.

Todo por culpa de Albert y esa tortura psicológica a la cual la tenía sometida, no podía dejar de pensar en él aunque se esforzara por hacerlo. Ambos eran tan distintos, él se fue sin más respetando su decisión, si hubiera sido Albert estaba segura que no se habría marchado de allí hasta hacer que se expusiera por completo.

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Maratón 4/4

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