Capítulo 24.

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Albert se sintió desconcertado ante la reacción de su cuerpo en cuanto tomó en brazos a la castaña, el contacto tibio y suave de la piel de esa mujer le hicieron la tarea bastante agradable, todo lo contrario del fastidio que lo invadió al ver la renuencia en ella o saber que quizás terminaría como payaso de circo después de ayudarla, le gustó tanto que cuando ella se alejó le dejó una extraña molestia.

—Gracias —susurró Delfina sumamente apenada por la situación, todo era tan bochornoso y apenas si se animaba a mirarlo.

—No tiene que darlas, en parte todo ha sido mi culpa, tiene razón en cuanto a lo de anoche le pido disculpas por ello... no pensé que fuera a incomodarla, es que estoy acostumbrado a contar con un espacio para mí solo donde pueda hacer y deshacer a mi antojo —mencionó alejándose un poco de ella y su mirada se fue a las piernas de la chica que aún cubiertas de pintura lucían hermosas.

—Igual yo no debí seguir el juego, todo esto fue muy inmaduro de mi parte aunque lo tiene merecido... pero de un momento a otro me olvidé de todo y sólo me concentré en esto que hacía —esbozó girando un poco para ver el lienzo completamente arruinado.

—No sabía que además de escribir también pintaba —mencionó él para distraerla del desastre que había hecho sobre el lienzo al caer.

—No lo hago... la verdad esto es solo una tonta terapia que me recomendó mi psicóloga, dice que debo encontrar otras maneras que me ayuden a dejar fluir mi creatividad y después de ello enfocarlas en objetivos específicos... desde hace unos meses se me hace prácticamente imposible plasmar al menos una idea sobre una hoja en blanco, estoy bloqueada —confesó antes que pudiese detenerse.

—Comprendo, pero no debe desanimarse, eso es bastante común a todos en algún momento nos sucedió... —decía cuando ella lo miró a los ojos y lo detuvo.

—¿Le está pasando a usted? —inquirió llena de curiosidad, llegando a esa conclusión por la escena de la noche anterior.

—No, no precisamente... pero he pasado por ello —el tono de su voz cortó todo avance que pudiera hacer la argentina, dejó libre un suspiro apenas perceptible y continuó. —Bueno la verdad no está del todo arruinado, puede ser un nuevo estilo, ya sabe que el arte aprueba la innovación... y si usted quería una obra de arte ya la tiene —indicó con media sonrisa desviando su mirada del lienzo a la piernas y sin ningún disimulo también a las nalgas erguidas y redondas.

Delfina se encontraba mirando el lienzo pensando que él hablaba enserio y que no estaba completamente perdido, la verdad poco le importaba, pero le estaba gustando mucho como iba quedando y haberlo arruinado la entristecía.

Cuando subió su mirada pudo ver donde se encontraba la del actor y no supo si sentirse molesta o alegre por haber
captado de esa manera la atención de Baró; ciertamente eso elevaba su autoestima, pero no por ello dejaría que ese hombre la mirara a su antojo, dejó libre una carcajada a todas luces fingida.

—¿Siempre es tan gracioso? —preguntó riendo y en un gesto que aparentaba ser espontáneo posó sus manos en el pecho del castaño, las retiró de inmediato, dejando una marca perfecta de ambas y después abrió los ojos con asombro—. ¡Oh! ¿Pero qué hice? Miré como lo dejé...—esbozó intentando ocultar su sonrisa cuando él la miró entrecerrando los ojos, ella tuvo que morderse el labio para no soltar la carcajada que luchaba por liberarse.

—Deseo pensar que esto ha sido un gesto involuntario —pronunció bajando la mirada para ver su pecho.

—Absolutamente... yo jamás le haría algo así a propósito —indicó afirmando con su cabeza.

Ríndete a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora