Capítulo 164.

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Después de la partida de Delfina y Albert, todos en la villa habían quedado como sumidos en un sueño, la mayoría de ellos felices por la pareja, otros poniéndose al tanto entre murmullos de la verdadera historia que había detrás de ese romance y sintiendo que a veces la vida lograba superar a la ficción. Tal fue el caso del dueño de la productora, que se encontraba aún perplejo por lo sucedido, y le dio un aumento a su asistente en el momento que éste le confirmó en un susurro que había grabado todo, o por lo menos desde que el español empezó a decir lo que había escrito en la nota, hasta la huida en el corcel negro cual cuento de hadas.

—Eres un genio —mencionó por lo bajo mientras reía—. Haz un respaldo de ese vídeo de inmediato, pero eso sí, cuida que no se vaya a colar en la red —le advirtió mirándolo—. Quizás hasta yo me ponga a escribir y haga mi propio guión —dijo guiñándole un ojo, mientras le palmeaba el hombro.

Ignacio se negó a viajar con el equipo de producción, decidió pedir un taxi y se escondió en el estudio mientras esperaba, no le molestaba que Delfina hubiera encontrado al fin la felicidad que deseaba, pero tampoco podía decir que verla en brazos de otro le fuera indiferente. Al final logró marcharse de ese lugar, dejándole una nota donde le decía que ella lo había animado a buscar a Juliana, que no descansaría hasta tenerla a su lado de nuevo y darle la felicidad que merecía, también le deseó todo lo mejor en su nueva vida.

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Se encontraban acostados de lado mientras se miraban brindándose suaves caricias, besos cargados de ternura y miradas que expresaban el amor que sentían, dándole tiempo a sus corazones de sosegar sus latidos. Delfina se interesó de nuevo por las escrituras de la villa y aún no podía creer que Albert la hubiera comprado, ese lugar era inmenso y debió costarle una fortuna, no era que él no tuviera plsts, pero tanto como para comprar uno de los mejores viñedos de Italia, no creía.— ¿Cómo hiciste para comprarla? —preguntó mirándolo.

—Con mis ahorros —contestó en tono casual y posó su mirada en la unión de sus manos, se la llevó a los labios para besar la de ella.

—Albert... —mencionó para atraer su atención.

—Tuve que hacer un préstamo y vender una casa que tenía en Capri, casi no la visitaba así que no... —decía cuando ella lo detuvo.

—¿Todo eso? —inquirió asombrada mientras parpadeaba.

—Sí, pero lo vale... tú me dijiste la primera vez que te traje a este lugar que era tu paraíso, yo quería regalártelo y lo he conseguido —mencionó con determinación mirándola a los ojos.

—Pero... esto es demasiado —esbozó abrumada.

—No, para hacerte feliz nada es demasiado Delfina y además, podemos verlo como una inversión a futuro... el vino que está en las barricas le pertenece aún a Davide Codazzi, pero en cuanto se lo lleve podremos comenzar a producir uno nosotros —dijo entusiasmado.

—Bueno... viéndolo así es un negocio maravilloso, además sé que vos vas a ser feliz, pero sigo pensando que es mucho para que corras solo vos con los gastos, y como yo soy la copropietaria... también voy a hacer una inversión —esa vez era él quien la interrumpía.

—De ningún modo, esto es un regalo que yo deseo hacerte y seré quien lo pague —indicó mostrándose serio.

—Albert... no vamos a caer de nuevo en lo mismo —indicó pero al ver que el fruncía el ceño y se cohibía de hablar cedió un poco—. Hagamos algo... no te ayudo a cubrir el pago de la villa, pero tenes que aceptarme como socia en el negocio del viñedo ¿qué decis? —preguntó buscando su mirada y le acercó los labios para convencerlo.

Ríndete a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora