Capítulo 100.

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Cuando Guillermo llegó al lugar donde le había dicho Josefina Chaves que se encontraba su hermana, lo último que esperó ver fue el cuadro ante sus ojos, aunque tenía la ligera sospecha de que algo así podía ser, pues el actor español también había desaparecido desde hacía un buen rato, conservaba la esperanza que no estuviera junto a ella.

Se equivocó y le molestó admitirlo, allí se hallaba ese hombre captando toda la atención de la mujer que él se había propuesto conquistar; ya había asumido que debía medirse con Ignacio Howard, pero no con ese recién llegado que por muy talentoso que fuera, no tendría oportunidad con Delfina Chaves, ya que era evidente que no era su tipo, por el contrario parecía incomodarla.

—¡Oh, Guillermo! No tenías que haberte molestado en venir, le dije a Josefina que ya nosotras estábamos por volver a la fiesta... Es que necesitábamos un poco de aire y se nos pasó el tiempo escuchando al señor Baró hablar de su carrera. Todavía no puedo creer que siendo tan joven tenga tanta experiencia... es algo espectacular¿No Delfi? —esbozó Jaqueline con una sonrisa merecedora de un Oscar, mientras se acercaba a él para integrarlo al grupo.

—Es... impresionante en verdad —esbozó ella como pudo.

—Solo es algo que me apasiona y me invita a entregarme por completo —mencionó Albert mirándola directamente a ella.

Delfina tuvo que luchar por no temblar o sonrojarse pues algo le decía que ambos no hablaban de la carrera de él, sino de los besos que acababan de compartir, esos que todavía sentía le quemaban los labios y la hacían desear más y más.

—No ha sido ninguna molestia Jaqueline, yo también necesitaba salir un momento, el ambiente en la fiesta se ha tornado un poco sofocante... ya la mayoría de los invitados ni siquiera recuerdan sus nombres de lo ebrios que están —indicó Guillermo con una sonrisa, queriendo mostrarse relajado, pero no dejaba de mirar a Delfina.

—Tenes razón... incluso yo me siento agotada y quizás va siendo hora que volvamos al hotel —señaló la rubia con una sonrisa, mirando de manera disimulada a su amiga para que la apoyara.

—Jaqueline tiene razón... fue una semana agotadora y yo creo que por hoy fue más que suficiente —mencionó ella en tono calmado y pudo ver que Albert parecía aprobar la idea.

—Las comprendo perfectamente, pero si desean irse a descansar no es necesario que regresen al hotel, puedo enviar a que les acondicionen tres habitaciones y se quedan a dormir aquí esta noche — pronunció mirando nada más a la escritora con una gran sonrisa.

Albert tuvo que amarrar con cadenas y candados a la fiera en su interior que clamaba por salir y darle una paliza a ese maldito que planeaba seducir a Delfina delante de él, apretó la
mandíbula con tal fuerza que no le sorprendería si terminaba desencajándosela, no posó su mirada en ella para no intimidarla pero la mantuvo en Reynolds.

—No me gustaría causar molestias señor Reynolds, y además todas mis cosas están en el hotel... —decía cuando el rubio la interrumpió mirándola mientras sonreía.

Eso es Delfina, recuerda tu cepillo de dientes, no has traído uno y eso para ti es insustituible, además primero muerto antes que dejar que te quedes aquí, confío en ti preciosa, pero no en ese miserable.

Albert intentaba que su postura estuviera relajada, pero la verdad era que sus músculos estaban tan tensos como la cuerda de un violín, mientras mantenía la mirada fija en el productor.

Intentó disimular un poco su actitud al ver que Jaqueline Hudson le pedía con un gesto que lo hiciera y también al notar que la vista de la hermana de Delfina estaba puesta en él, como si lo estuviera estudiando.

Ríndete a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora