Con el corazón latiéndole muy de prisa y conteniendo la respiración, Delfina solo podía ser consciente de Albert, de su exquisito peso sobre su cuerpo y lo agradable que le resultaba, en lugar de sentirse oprimida se sentía protegida, abrigada por el calor que de éste brotaba, el mismo que aumentaba el suyo. Suspiró cuando sintió una de las manos del actor deslizarse con suavidad por su costado, creando una maravillosa caricia aun sobre la tela de la camisa que llevaba puesta.
La mirada de Albert abandonó los ojos de Delfina y bajó hasta
esos labios rosados y llenos que se habían adueñado de sus pensamientos desde hacía semanas, queriendo beberse el suspiro que ella había liberado se acercó un poco más mientras le acariciaba la cintura, se detuvo sobre sus costillas cuando sintió que estaban a punto de finalizar para darle paso a su seno izquierdo, sintió con claridad el movimiento que ella hizo al tomar aire y la aproximó más a él, buscó los ojos de ella de nuevo descubriendo que el deseo se había instalado en su mirada, con un gesto estudiado ignoró el pecho de Delfina y llevó su caricia hasta el hombro de la chica, deslizando sus dedos después por la base del cuello.Ya no podía continuar, sentía que no podía seguir resistiendo lo que hacía espirales en su interior, que no podía seguir negándose lo que deseaba, hasta ese momento se había mantenido inmóvil, con sus brazos tendidos a ambos lados de su cuerpo, una imperiosa necesidad de tocarlo la invadió. Delfina elevó una de sus manos y la apoyó en la parte baja de la espalda de Albert, no lo acarició, sólo la posó en ese lugar sintiendo el calor que traspasaba la delgada tela de su camiseta, él la recompensó acariciando con su pulgar la piel de su garganta, ella no pudo más que cerrar los ojos y suspirar al tiempo que echaba la cabeza hacia atrás exponiéndola para él.
Los dedos de Albert se deleitaron en ese lugar que tanto había deseado tocar, pero quería más así que con lentitud recorrió la línea del mentón de Delfina, imaginando lo que se sentiría hacerlo con sus labios, era tan suave, toda su piel era como el terciopelo, sus dedos se deslizaban con tanta facilidad que no recordaba si otra mujer en su pasado le entregó esa misma sensación, todo parecía nuevo y mejor con ella, sus caricias llegaron hasta sus labios, la punta de su pulgar apenas rozó el inferior que tembló y se abrió de inmediato creando un pequeño espacio entre ambos, eso fue su perdición, supo que no existiría nada que le impidiera besar esta vez a la mujer entre sus brazos, que al fin saciaría esos deseos que lo enloquecían.
Delfina pudo sentir como el tibio aliento de Albert se estrellaba
contra sus labios, mezclándose con el suyo, embriagándola, podía jurar que incluso alcanzaba a saborear las notas de las ciruelas que él había comido minutos atrás, eso la hizo abrir la boca, deseando tener un poco más se humedeció con la punta de la lengua los labios, en medio de las sensaciones que le nublaban la razón, pudo escuchar que él gemía y la excitación se disparó dentro de ella con una velocidad asombrosa, animada deslizó su mano en una caricia lenta por la espalda de Albert hasta posarla en su omoplato y su otra mano se animó viajando al pecho del chico, sintiendo como se apreciaba el ritmo de su respiración en el movimiento acompasado que poseía, y los latidos de su corazón.—Mírame —le pidió Albert en un susurro y su voz grave delató el estado de sus emociones.
Ella ni siquiera había notado que continuaba con los ojos cerrados, se había concentrado en sus demás sentidos, mientras apreciaba como su cuerpo parecía flotar junto al de él, abrió los ojos despacio y la imagen de Albert, hermoso y seductor le robó el poco aliento que aún conservaba, fijó su mirada en sus ojos marrones que tenían el brillo y el tono más hermoso que había distinguido en ellos.
—Eres preciosa —esbozó con una sonrisa y con absoluta sinceridad, mientras deslizaba sus dedos por la mejilla de ella.
Las palabras de Albert hicieron que el corazón de Delfina se
hinchara lleno de emoción al percibir verdad en ellas, sabía que era una mujer dentro de los parámetros que muchos consideraban de belleza, desde pequeña había sido consciente de ello y de adolescente cautivó las miradas de muchos de sus compañeros de clases, no había nada de especial en que alguien le dijera que era hermosa, no hasta ese momento, no hasta que lo hizo él y todo su mundo pareció brillar con una luz diferente, sintió como si fuera la primera vez que lo escuchaba, como si viniendo de él tuviera un significado distinto.
ESTÁS LEYENDO
Ríndete a mi.
RomanceAlbert Baró y Delfina Chaves guardan un gran secreto. Ellos esconden dentro de sus corazones un gran amor que se quedó detenido en el tiempo y en un espacio que durante tres meses los albergó y los llevo a vivir la más hermosa e intensa historia de...