Su primer libro lo publicó con sólo dieciséis años y había sido un éxito, mayor del que hubiera esperado, le costó tanto publicarlo, con el apoyo de una pequeña editorial, a escondidas de sus padres, bajo un seudónimo, había sido toda una hazaña. El segundo rebasó al primero y así uno tras otro, ya llevaba diez en total y sabía cómo lidiar con estas cosas, todos habían sido Best-seller, conocía todo lo que acarreaba llegar a ese punto, no debía sentirse intimidada.
La única diferencia es que "Rendición" lo había logrado en sólo veintiocho días y comenzaba a sospechar a que se debía su éxito, seguramente era por él, todas debían estar enamoradas, pérdidas ante su maravilloso despliegue de seducción... ¡Vaya, tardaron menos que yo! Se dijo frunciendo el ceño y una extraña punzada en el pecho la hizo temblar ligeramente, movió la cabeza para liberarse de esa sensación.
Después de revisar los reportes con más detalle, procedió a responder las felicitaciones de la editorial, los blogs que visitaba, así como de publicar la nota en su página web y también compartir la noticia en las redes sociales, incluso se tomó una fotografía prácticamente obligada por su representante y su hermana; Walter y su cuñada Lidia la llamaron para felicitarla, también lo hicieron sus padres y Gonzalo, quien colocó el alta voz para que los chicos de su escuadrón le hicieran llegar sus palabras.
No sabía que los marines leyeran novelas de amor, pero al parecer también lo habían hecho, seguramente obligados por su hermano, la verdad es que fueron muy amables.
Ignacio le envió un correo electrónico, al no poder comunicarse con ella, su teléfono se había mantenido ocupado desde hacía una hora, pero siguió insistiendo hasta que logró comunicarse, le hizo saber cuán orgulloso se sentía e incluso compartió su mensaje en su cuenta, agregando que era el hombre más dichoso del mundo al tenerla a ella junto a él.
La invitó a cenar para celebrar, pero Delfina prefería algo más íntimo, no quería estar toda la noche dedicando sonrisas y saludos, lo más probable es que llegara a su casa con el brazo y las mejillas adoloridas; su novio aceptó encantado y le prometió que estaría en su casa a las ocho, ni un minuto más.
Contando con la puntualidad de su padre, el castaño cumplió con su palabra, llegó hasta el departamento de Delfina a las ocho exactamente, rebosante de felicidad y con el pecho hinchado de orgullo, todos sus conocidos le habían mencionado el logro de su novia, resaltando el talento y la calidad de Delfina, para él tener una mujer como ella a su lado era una verdadera satisfacción.
Ignacio era un hombre apuesto y maduro, a sus treinta y cuatro años tenía más éxito del que muchos hombres de su edad pudieran siquiera imaginar poseer.
Sin embargo, su vida personal se había visto truncada en varias ocasiones, después de algunos noviazgos improductivos y un matrimonio fracasado, se podía decir que no tenía suerte para el amor. Su ex mujer era una modelo, tan hermosa como complicada, y aunque durante muchos años él se cegó ante su egolatría, el día que le pidió tener hijos y ella se negó por no perder su figura, las cosas entre los dos cambiaron.
Él intentó lidiar con el egoísmo de su mujer, pero al cabo de dos años se rindió y terminó pidiéndole el divorcio, deseaba tener una familia y era obvio que Vanesa no se la daría.
Después de un año conoció a la famosa escritora Delfina Chaves y su mundo cambió por completo.
—¿Dónde está la mujer más especial y hermosa de este mundo? — preguntó en voz alta para que ella escuchara.
La chica sintió su corazón llenarse de calidez al ver el brillo en los ojos de su novio, esa mirada mostraba todo el orgullo y el amor que sentía por ella, el que cada día parecía crecer un poco más, ayudando al suyo a hacerse fuerte para luchar contra ese fantasma del pasado que a veces venía a atormentarla, sabía que Ignacio lograría liberarla por completo de aquel amor frustrado, quizás se llevara un poco de tiempo, pero al final... lo conseguiría.
Se acercó envolviéndola con sus brazos para besarla con suavidad en los labios, eso la sacó de sus pensamientos, le gustaba mucho sentir la seguridad que el abrazo de su novio le ofrecía, él hacía que todo fuera sencillo, ordenado, tan perfecto, justo como ella deseaba que fuera su vida, después de interrumpir el beso tomó el rostro de Delfina entre sus manos y mirándola a los ojos habló de nuevo.
—Además de ser también la dueña de mi corazón, te ves tan hermosa princesa, felicidades por tu éxito, estoy seguro que vendrán muchos más — indicó mientras se alejaba un poco le entregó el ramo de rosas sonriendo.
—Ignacio están bellísimas, gracias y gracias también por todo lo que me das, por apoyarme y soportar que te deje abandonado por días, tal y como le dije a Jaqueline y a Jo, sin cada uno de ustedes todo esto no hubiera sido posible —mencionó acariciándole la mejilla con ternura.
—Nosotros sólo hicimos lo que debíamos, todo lo demás es tuyo, la historia que está vendiendo cientos de ejemplares es absolutamente de tu invención y solo vos debes recibir el crédito por ello... hablando de la historia, traje una botella de Perrier-Jouet, ya sabes que se me da mejor que los vinos, yo no soy un especialista como el famoso Manuel, sin embargo, espero que sea de tu agrado —dijo mostrándole la botella, mientras sonreía un poco dudoso de su elección.
La castaña se tensó unos segundos, la sola mención del nombre del protagonista de su libro y su destreza con los vinos, hizo que un recuerdo llegara hasta ella, pero de inmediato se obligó a sonreírle a su novio y centrarse en el momento.
—El champagne es perfecto, veni, pasemos a la mesa —señaló alejándose un poco del abrazo para buscar un jarrón y colocar las rosas, eran preciosas en verdad y su aroma había inundado todo el lugar, le encantaban.
Ignacio no le permitió separarse mucho, mostrando una sonrisa le dio un beso en la mejilla, se sentía feliz al saber que había acertado, que al fin parecía haberle ganado una al personaje que tenía a todas las mujeres en el país vueltas locas y a sus pies. Pero también lo estaba por ella, lo llenaba de satisfacción ver a Delfina en la cúspide del mundo, la abrazó de nuevo, esta vez rodeándole la cintura con el brazo, acercándola a su cuerpo.
Puede que el español tuviera cientos de admiradoras y que todas soñaran con tener a su lado a un hombre así, o una mujer idealizada como el personaje femenino. Él no necesitaba basar sus sueños en personajes ficticios, él tenía a Delfina que era mejor que cualquiera, incluso que la famosa Geraldine que también se había ganado varios fans, la heroína de Rendición era interesante y muy atractiva, pero, no era nada comparado con la mujer que caminaba a su lado.
Un beso más, ahora en el hombro provocó un ligero temblor en ella, la sonrisa de él se hizo más amplia, le encantaba la suavidad de la piel de su novia, lo sensible que era ante cada beso, cada caricia, ella era sencillamente perfecta y él la adoraba.
Caminaron así hasta el comedor y una vez en éste se separaron, para cada uno ocupar su puesto, sería una cena especial y una noche maravillosa. Ignacio se había propuesto quedarse a dormir junto a su mujer, así consideraba a Delfina, su mujer, y no les hacía falta que un papel o un cura se lo asegurara, en el fondo de su corazón éI sabía que ella era suya, como él era de ella.
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Ríndete a mi.
RomanceAlbert Baró y Delfina Chaves guardan un gran secreto. Ellos esconden dentro de sus corazones un gran amor que se quedó detenido en el tiempo y en un espacio que durante tres meses los albergó y los llevo a vivir la más hermosa e intensa historia de...