Una duda sólo puede ser aclarada enfrentándose, así que Albert despejaría la que le rondaba en la cabeza y lo haría en ese preciso instante.
Preparó a Misterio lo más rápido que pudo para evitar que Delfina se le escapara, el animal estaba ansioso por dejar la cuadra y no le facilitaba mucho el trabajo, se movía de un lugar a otro pero cinco minutos después había conseguido su objetivo y salió llevándolo de las riendas, no lo montó porque esperaba hacerlo junto a ella.
Él debía estar pensando una y mil cosas se decía Delfina mientras caminaba, la creería una cobarde o quizás que no le gustaba los caballos, o que no quería compartir un paseo con él, hasta podía estar creyendo que lo único que ella deseaba era tenerlo en su cama y nada más.
Ese pensamiento la hizo sentirse mucho peor de lo que ya se encontraba, y ahora para colmo de males, se le había ocurrido la brillante idea de salir dejándolo detrás, se detuvo pensando en volver y se dio media vuelta para hacerlo, pero ya era muy tarde, Albert se aproximaba a ella llevando de las riendas a su caballo.
—La tarde está hermosa ¿no te parece? No hace tanto calor como en los últimos días —comentó ella de manera casual, esforzándose por sonreír, pero sin mirarlo directamente a los ojos.
—Sí, lo es, ideal para un paseo a caballo ¿no te parece? —inquirió elevando una ceja y mirándola fijamente.
Ella no respondió su pregunta, sólo dejó ver una sonrisa forzada y se dio media vuelta para continuar, dedicándose a observar el paisaje que los rodeaba y esperando que eso le ayudara a calmar sus nervios.
—¿No quieres montar junto a mí? —preguntó él una vez más dejándose de rodeos.
—Me gustaría caminar, si no tenes problema con eso —contestó sin mirarlo, adelantándolo por un par de pasos.
—¿Algún motivo en especial? Delfina... hasta hace apenas unas horas quedamos que hablaríamos con sinceridad, y en este preciso momento algo me dice que no estás siendo clara conmigo —indicó, la tomó del brazo para detenerla y buscó sus ojos.
Ella se sintió entre la espada y la pared, la tensión que la cubría se multiplicó, y el nudo de lágrimas que le obstruía la garganta apenas la dejaba respirar sin que al hacerlo pareciera que sollozara. Cerró los ojos un instante esforzándose por despejar su mente del pánico que la invadía y poder explicarle a Albert de manera sencilla su temor.
—Delfina, mírame —le pidió en un susurro al tiempo que tomaba el rostro de ella entre sus manos. Los párpados se abrieron mostrando unos hermosos ojos verdes cargados de angustia—. Si no deseas hablar de ello en este momento no tienes por qué hacerlo, yo respeto tu decisión de mantener silencio al respecto, sólo deseo que sepas que cuando necesites hablar yo estaré aquí para escucharte —las palabras salieron de la boca de Albert con una sinceridad y una ternura que incluso a él le sorprendió.
—Gracias —esbozó ella y le entregó una sonrisa de agradecimiento, después le ofreció sus labios para que los besara.
Él le respondió con el mismo gesto y gustoso aceptó la invitación de ella, con suavidad comenzó a rozar sus labios hasta convertir el beso en uno profundo y cargado de deseo, al tiempo que la pegaba a su cuerpo con una mano, pues la otra sostenía la rienda de Misterio.
De pronto el animal protestó sacándolos de la burbuja donde se encontraban de manera brusca. Delfina se tensó de inmediato, él intentó relajarla terminando el beso con suaves toques de labios, mientras la mano en su espalda se deslizaba en una caricia cálida.
—Caminaremos —mencionó él y le agarró la mano.
—Pero... vos sacaste tu caballo para montarlo —dijo ella sintiéndose confundida.
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Ríndete a mi.
RomanceAlbert Baró y Delfina Chaves guardan un gran secreto. Ellos esconden dentro de sus corazones un gran amor que se quedó detenido en el tiempo y en un espacio que durante tres meses los albergó y los llevo a vivir la más hermosa e intensa historia de...