Capítulo 98.

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Albert se encontraba de nuevo en su lugar después de haber bailado un par de piezas con Kimberly Dawson y tener que escucharla parlotear sobre un montón de cosas a las cuales apenas si le prestó atención, desde que vio que Delfina se marchaba de la mesa en compañía de su agente no había tenido cabeza para nada más que para desear ir tras ella, temía que fuera a irse de la fiesta sin antes hablar con él o tuviese una idea errónea de lo que quiso decir.

— Albert toma tu teléfono vibró, creo que acaba de entrar un correo —mencionó Lucca sacándolo de sus pensamientos.

—Gracias —contestó un poco extrañado y de repente su corazón empezó a latir mucho más rápido. Sus ojos se abrieron con sorpresa cuando vio el nombre del remitente.

De: Jaqueline Martinez.
Para: Albert Baró.

Asunto: Sea discreto.

Señor Baró necesitan hablar con usted, por favor diríjase hasta la terraza que da al jardín y evite que alguien lo siga. Yo lo estaré esperando en el pasillo.

Jaqueline Martinez.

Albert apenas podía salir de su asombro, ella le había prometido que hablarían esa noche y lo había cumplido, lo estaba esperando, el mensaje lo había enviado su agente, pero él sabía que era Delfina quien le había ordenado lo hiciera, al parecer la rubia estaba al tanto de todo, ahora se explicaba por qué tenía esa cara de pocos amigos cuando lo vio la primea vez, o por qué después de ese primer encuentro se había mostrado menos distante, cómo lo había apoyado en un par de ocasiones e incluso lo había felicitado por obtener el papel con verdadero entusiasmo.

—Tengo que ir... al baño, regreso ahora —le dijo a Lucca la primera excusa creíble que se le vino a la mente.

—Tranquilo ve, si alguien pregunta por ti yo me encargo —contestó sin mirarlo a los ojos.

Albert salió del lugar procurando evitar llamar mucho la atención, apenas entregaba sonrisas amables a las mujeres que se cruzaban en su camino, se fingió agotado cuando un grupo intentó retenerlo en su mesa y se excusó con ellas siendo lo más cortés posible, lo único que deseaba era llegar hasta donde estaba Delfina.

—Señor Baró —la voz de Jaqueline Martinez lo detuvo—. Sígame por favor, Delfina lo está esperando.

—Gracias —mencionó con una sonrisa e hizo lo que le pidió.

—No tiene de qué, solo... recuerde que lo que está en juego es muy importante para todos, pero sobre todo para Delfi, así que por favor escúchela e intente ponerse en su lugar, compréndala y colaboré con ella en todo lo que le pida —mencionó Jaqueline con seguridad mirándolo a los ojos, él era guapo y podía derretir a cualquier mujer, pero cuando se trataba de proteger a su amiga se convertía en un témpano.

Fue consciente de inmediato que la rubia no le estaba pidiendo algo, eso era claro, se lo estaba exigiendo. Y aunque no le gustó mucho el tono intentó responderle de la mejor manera.

—No se preocupe, soy consciente de todo y le aseguro que jamás haría algo que perjudicara a Delfina, todo lo contrario me propongo cuidar de ella tanto como me lo permita —señaló mirándola a los ojos para que viera que hablaba en serio.

Jaqueline asintió en silencio, ese hombre le inspiraba confianza, después de ello le indicó con la mano una puerta de cristal que se encontraba abierta para que entrara, quedándose ella fuera y dándole la espalda para darles privacidad y al mismo tiempo vigilar el lugar.

Delfina se encontraba de espaldas, apoyada con sus antebrazos en el balaustre que separaba la terraza del hermoso jardín de la propiedad de los Reynolds, aspiraba despacio para llenar sus pulmones de aire, buscando relajarse con ese ejercicio mientras el dulce aroma de las exuberantes y exóticas flores la envolvían, seguramente las habían traído de todas partes del mundo.

Ríndete a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora