Capítulo 134.

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Había transcurrido una semana desde aquella noche que pasaron juntos y después de esa vinieron solo dos más, no porque Cristina y Jacobo hubieran regresado, sino porque Thomas había extendido las jornadas de grabaciones hasta la medianoche, y aunque al día siguiente las retomaran
casi a mitad de mañana, ellos sabían que no podían arriesgarse a tener un encuentro a plena luz del día, así que aún en contra de sus deseos tuvieron que negarse la posibilidad de dormir juntos como ansiaban.

Sin embargo, Albert tenía una sorpresa para Delfina, ese día llegaría alguien a quien quería mucho. La filmación necesita un caballo, pues ella no había omitido la presencia del animal en la historia, así que la producción estaba en la búsqueda de uno, cuando él ofreció a Misterio, recordó que había sido durante la última reunión en Los Ángeles y todos lo miraron sorprendidos por la casualidad.

Salió del paso relatando la vieja historia de aquel tío abuelo suyo que criaba caballos y le heredó la hacienda a su abuelo para que éste siguiera con el negocio, pues también tenía en las venas ese amor por los equinos, una que de cierta manera él también poseía, ya que adoraba a los caballos. Lo importante fue que todos creyeron la historia sin hacer muchas preguntas y aceptaron que Misterio estuviera en las grabaciones, hasta el momento había mantenido todo eso en secreto y los de la producción sin saberlo le habían ayudado, pues parecían haberse olvidado del asunto.

La mayoría se encontraban en el estudio preparándose para una escena entre otro de los personajes que Delfina había agregado, que se suponía era el encargado del viñedo y Geraldine, no requerían que él estuviera allí por lo que pudo ir a recibir a Giuseppe que traía a su amigo sin levantar sospechas en los demás.

—El genio de este animal empeora con los años Albert —le hizo saber el hombre caminando hasta el tráiler donde traía al caballo.

—Sabes que no le gusta viajar... pero esta vez el trayecto ha valido la pena, en cuanto vea quién está aquí se volverá loco —mencionó riendo.

Después recordó que también Misterio había sentido la ausencia de Delfina y hasta se deprimió los primeros días, eso lo supo cuando logró estar un día sobrio y Jacobo le contó que su caballo no quería comer ni salir de la cuadra, él fue a verlo encontrándolo igual de triste.

—¿Acaso ya encontraron una yegua? —preguntó desconcertado mientras lo miraba—. Tu abuelo me dijo que también habías pedido a Estrella fugaz y esa tiene casi tan mal genio como Misterio — puntualizó.

—No te preocupes, has hecho bien en traerla yo le dije al abuelo que la quería —respondió corriendo el cerrojo.

De inmediato sintió la fuerza de la presencia de ambos animales que comenzaron a moverse desesperados por ser liberados, primero liberó a la hermosa potra rojiza que apenas contaba con tres años, pero mostraba la altura y complexión de una yegua de cinco o seis, desde que nació fue la consentida de muchos en la finca de su abuelo, el mismo viejo Baró era muy celoso con ella, pero sabía que Albert la cuidaría bien y por eso cedió a que se la trajeran.

—Ven aquí bonita, cada día estás más hermosa Estrella fugaz — dijo acariciándole el cuello mientras la tomaba de las riendas. Ella respondió moviendo su frondosa crin que destellaba con los rayos del sol—. Sí, ya veo porqué traes loco a Misterio —agregó riendo, se la cedió a Giuseppe.

—Es una coqueta, tiene enamorados a caballos y hombres por igual —comentó el criador con una sonrisa mientras la sacaba del tráiler.

—A ver chico... ya deja el mal humor, mira que tienes que estar muy manso para que no vayas a asustar a tu querida amiga Delfina —señaló mostrando una sonrisa al notar que el caballo levantaba la orejas al escuchar ese nombre—. ¡Ah! Veo que la recuerdas condenado... solo te advierto algo, no intentes robarte toda su atención como la vez pasada.

Ríndete a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora