Capítulo 5

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Cataluña, España. Agosto 2017

El cielo se cernía sobre él completamente oscuro, esa noche no había luna, ni estrellas que lo iluminasen, cada espacio a su alrededor estaba en penumbras y todo era frío, envuelto en una espesa neblina que le mostraba las luces de la ciudad a lo lejos, todas difusas, como si fuese una fotografía vieja. Se hallaba tendido en el diván que tenía en la terraza de su departamento, sin importarle que la temperatura bajara cada vez más, él apenas si lo sentía, estaba sumido en sus pensamientos y esos lo mantenían ajeno a todo.

Las luces del departamento se encontraban apagadas, no quería que nadie supiese que estaba allí, el teléfono desconectado, estaba harto de las mismas preguntas o de los reproches de su novia; quería estar solo, justo ahora necesitaba con urgencia estarlo, casi como tres años atrás lo estuvo; pero ahora no podía escapar de nuevo, porque sabía que a donde quiera que fuese eso que lo atormentaba no lo abandonaría.

Ya habían pasado cinco noches desde que se presentó en aquella entrevista, las palabras de Romina se le habían devuelto tal y como ella lo mencionó, todo el mundo que se acercó al día siguiente se encontraba interesado en conocer más acerca de la misteriosa mujer que le había roto el corazón, y si aún la seguía amando o si todo había sido un truco publicitario, él la invocó y allí estaba ella una vez más, ocupando sus pensamientos.

—¿Si te sigo amando? Eso era lo que más les interesaba saber, si te seguía amando... cómo si yo mismo no estuviese todo el tiempo negándome esa realidad, cómo si no quisiese mirarlos a los ojos y decirles "Ella, ya es pasado" y hacerlo sin sentir que el corazón se me quiebra a la mitad —susurró cerrando los ojos. —No sé qué fue más... si lo que me diste o lo que me quitaste, lo que te llevaste esa mañana de Toscana o lo que me dejaste, y permanecio dentro de mí por estos últimos tres años que fueron una eternidad, yo no era así... no lo era, yo era fuerte y arrogante, podía lanzar las cosas al pasado sin pensarlo dos veces... pero con vos todo es distinto, de vos no puedo liberarme y me aterra pensar que sólo yo me encuentro en esta situación, que vos sí conseguiste superarlo, dejarme en el olvido y continuar con tu vida, justo ahora creo que se invirtieron los papeles señorita escritora.

Una corriente de aire se deslizó por el lugar, llegando hasta él y envolviéndolo por completo, metiéndose bajo su piel, llegando a sus huesos y robando de su corazón la calidez que siempre venía acompañando el recuerdo de ella, aunque también le trajera dolor, rabia, frustración... deseo.

El deseo que sentía era igual de contundente a aquel que sintió tres años atrás, ése que ninguna otra mujer había logrado despertar en él después de ella.

Un suspiro trémulo escapó de sus labios, se llevó el antebrazo a la cara para cubrir sus ojos, mientras su cuerpo se convulsionaba por los sollozos.

Nunca había llorado así antes de ese día, nunca antes que ella lo dejara y se largara de aquel lugar sin importarle nada, sin importarle que le estuviera destrozando el corazón, que su mirada le estuviera rogando que se quedara, él no tenía que pedírselo, no tenía el derecho a obligarla a dejar todo, pero si ella lo hubiera deseado, si de verdad lo hubiera querido.

—Podías haberte quedado, podías haberlo hecho tanto como quisieras porque yo nunca te hubiera pedido que te fueras, porque no deseaba que lo hicieras, pero vos elegiste tu camino, decidiste y contra eso no podía hacer nada, igual no hubiera servido ya que ya tenías todo planeado, desde un principio fue así, me lo dejaste claro: "No podemos enamorarnos"... y yo tan estúpido, tan seguro que tenía todo bajo control, no me di cuenta que ya era muy tarde, ya te amaba... y no sé en qué maldito momento me pasó, no cayó un rayo ni nada que me advirtiera que me había enamorado de vos.. Me arruinaste por completo... ¿Para qué carajos quería yo saber lo que era el amor? ¿Para estar sufriendo como un pendejo? ¿Para eso?

Allí estaba ella de nuevo, adueñándose de sus pensamientos, con su hermosa sonrisa, sus ojos oscuros y con ese brillo que lo hechizaba, su piel blanca, suave como el terciopelo, sus cabellos que tantas veces lo cubrieron, en donde tantas veces se perdió. Podía sentirla cerca, respirando a su lado, su calidez, su aroma, la sutil caricia de sus manos cuando le recorría el rostro como si lo dibujara.

—No puedo sacarte de mí, estás en mi corazón, en mi cabeza, en mi piel... pensé que sólo sería deseo, que con el tiempo se me pasaría, pero acá estoy llorándote como un estúpido... acá me tenes amándote como si apenas ayer nos hubiéramos separado, y sufriendo como lo hice aquella vez, quizás más ahora, ahora que sé que sólo yo perdí este juego —se llevó las manos al rostro para limpiar las lágrimas y se movió hasta quedar sentado.

Mantuvo los ojos cerrados para no dejarla ir, aunque le doliera no deseaba abrirlos y darse cuenta que ella no estaba por ningún lado, creía que lo había superado, que al fin había logrado liberarse de su recuerdo, y tuvo que ir de masoquista a leer ese libro. ¿Por qué mierda lo hizo? ¿Por qué no la dejaba ir? ¿Qué ganaba con aferrarse a algo que no tenía futuro?

Una vez más los reproches llegaban hasta él para atormentarlo, para moverlo por dentro y hacerlo sentir completamente expuesto, ahora más que nunca. Y era él el único culpable, no había nadie más, ella sólo hizo lo que se suponía se debía hacer, volver a su vida, sus cosas, volvió a escribir y a ser la mujer exitosa que siempre había sido.

—Vos también lo hiciste Albert, tenes mucho más de lo que tuviste alguna vez y eso tiene que bastarte, era lo que deseabas, incluso le cumpliste la promesa a ella de actuar sólo en los papeles que te gustaran, sin dejarte presionar por nadie... ambos retomaron sus caminos, no podes reprocharle nada, y ella tampoco puede hacerlo con vos, sabes que no lo haría... porque incluso en eso sería generosa, estaría feliz por vos y vos debes estarlo por ella ¡Ya basta de lamentaciones y pendejadas! —se puso de pie con lentitud.

Se sentía cansado, como siempre que sus sentimientos lo desbordaban y acababa pensando en ella y todo lo que vivieron, intentaba una y mil veces recordarla con alegría.

Pero su realidad siempre lo llevaba a ese punto en el cual se encontraba, a su separación y el dolor que había sentido en todos esos años, la ausencia superaba a cualquier otro sentimiento, jamás pensó que la extrañaría tanto, que su vida sería de esa manera después de ella.

Seguía buscándola en todas partes, cuando por casualidad escuchaba a alguna Argentina hablar, se volvía de inmediato, aun consciente que su voz no era la de ella, soñaba con verla en alguna plaza, encontrarla caminando por cualquier calle, o sentada en un café observando a las personas pasar, incluso la lluvia se la recordaba, y en esas noches era cuando más la extrañaba. Dejó libre un suspiro, su mirada se perdió en las luces a lo lejos y después en las pocas estrellas que se mostraban en el cielo. El recuerdo de cómo había empezado todo eso colmó su mente y el ambiente cambió de manera radical. Ya no se encontraba en ese lugar, ahora estaba en uno completamente distinto, a kilómetros de acá, ese a donde sus anhelos y sus recuerdos lo habían llevado, al lugar donde su vida cambiaría.

Ríndete a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora