Capítulo 13.

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Después de un par de horas se encontraban en la terraza, ella había preparado su té especial, canela, limón y miel, para aliviar la tristeza de él, siempre lo hacía con todos sus hijos desde que eran niños. Continuaron con la conversación y para no llegar a otro momento triste ella lo sorprendió leyéndose unos pasajes del libro donde sus desplantes y malcriadeces hacían rabiar a Geraldine, nombre del personaje femenino, hasta ponerla roja.

De pronto su hijo estuvo riendo con la mirada brillante y ella era feliz de nuevo, sonreía alegre al leer que sus enseñanzas sobre poesía habían creado ese puente que los fue acercando y se irguió orgullosa.

—Eso debes agradecérmelo, la poesía siempre ha unido corazones y los suyos no escaparon de esa magia que posee, de verdad es una historia maravillosa, la leí completa en tres días. Me molestaba cuándo debía dejarla de lado para atender a algún paciente —confesó con una sonrisa y de pronto se sonrojó—. Bueno también lo hice con esa rapidez porque me salté algunas escenas... sobre todo de la mitad en adelante, cuando ustedes... bueno esas partes, ya sabes —esbozó en un murmullo sin mirarlo.

—¡Por favor madre! —exclamó Albert colocándose de pie sintiéndose como un chico de quince años, demasiado avergonzado para verla a la cara.

—¡No lo hice! —le aseguró sintiéndose igual de apenada que él—. Cuándo notaba el rumbo que estaban tomando las cosas, saltaba varias páginas y después me enfocaba de nuevo en lo demás. Supongo que debido a eso me he perdido gran parte de la historia... es decir, lo que hablaban, como exponían sus sentimientos en ésos instantes tan íntimos, muchas veces son donde nos encontramos más abiertos a mostrar la verdad y la intensidad de lo que sentimos...—decía con tono soñador mientras recordaba.

—No te preocupes no te perdiste de mucho, era poco lo que hablábamos. ahora por favor dejemos el tema de lado, ha hecho que mis mejillas se tiñeran como si viviéramos en Los Alpes —le pidió Albert tomando asiento de nuevo.

Ella le dedicó una sonrisa divertida al ver que ciertamente sus mejillas habían adquirido un hermoso tono rosa, llevó la mano hasta una y la acarició con ternura, Albert la tomó y le dio un beso, en ese gesto le agradecía ese amor incondicional que a pesar de todo, siempre le mostraba.

Escucharon el timbre de la entrada principal, era sábado y las señoras que trabajaban para su hijo no se encontraban, así que él tuvo que ir a abrir.

Cuándo regreso lo hizo en compañía de Romina Ciccone, la novia de Albert desde hacía ocho meses.

Ella no dejo que el conflicto que había tenido con él meses atrás los separara, después de unos días de mucho pensarlo comprendió que había exagerado, y que no era la primera vez que se enfrentaba a alguna novia del pasado de Albert. Por el contrario ése había sido el percance menos relevante por decirlo de alguna manera; aunque ello no evitó que los
medios y muchos de sus conocidos le hicieran la vida una pesadilla durante varias semanas, había decidido afrontarlo con entereza y retomar su relación con Albert, no dejaría que un fantasma del pasado le arruinase la felicidad de la cual disfrutaba junto al castaño y menos la posibilidad de atrapar al hombre más apuesto, famoso y talentoso de toda España.

—¡Suegra! Que emoción verla, tenía casi un mes sin verla, es que el ingrato de su hijo nunca me lleva a visitarla. ¿Cómo ha estado? —la saludó con la misma efusividad de siempre, demasiado exagerada para el gusto de Amelia.

—Romina, es un gusto verte, todo ha estado muy bien ¿tú, cómo te encuentras? —respondió en tono formal.

—De maravilla, con muchísimo trabajo pero eso es extraordinario, la próxima semana tengo una reunión con unas personas que están organizando un desfile en París, sólo estaré como invitada, no voy a participar. Pero esto me brindara la oportunidad de conocer a muchas personas del medio, si todo sale bien estaría viajando a la ciudad luz en un mes aproximadamente —contestó con una amplia sonrisa y se volvió para mirar a Albert tomándole la mano—. Amor espero que no me vayas a extrañar mucho —dijo haciendo un puchero.

Ríndete a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora