Capítulo 90.

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Los días siguientes fueron para Delfina y Albert un ir y venir de emociones y recuerdos que estaban a punto de volverlos locos, se despertaban a medianoche queriendo correr hasta donde se encontraba el otro y hacerle tantas preguntas, querían odiarse y amarse al mismo tiempo, querían tomar un avión y olvidarse de todo.

Pero cuando el sol salía, las cosas parecían calmarse y terminaban comprendiendo que aunque la situación que atravesaban no fuera fácil ya no tenían escapatoria, ambos estaban atados y por más que intentasen luchar no lograrían escapar, lo que debía ocurrir sucedería lo quisieran o no. No se habían visto de nuevo después de las pruebas, pero todo lo que habían vivido durante estas, estaba allí latente, esperando la más pequeña fisura en su autocontrol para trastocarlos y llevarlos a un mar de miedos, dudas y frustraciones.

Albert se reunió con Martha Wilson y Lucca para acordar lo de su contrato, ellos sabían que la suma para representar a Manuel Donatti sería bastante generosa; tratándose de una de las casas productoras más grandes del país y tomando en cuenta las expectativas que había generado ese proyecto, sabían que no se escatimaría en gastos, sin embargo, no esperaban el monto reflejado en la cláusula que hablaba del pago, claro está, que esa era casi duplicada por la cifra que debía pagar el actor si incumplía con algunas de las exigencias a las cuales accedía al firmar el contrato.

Albert era consciente que esa cantidad jamás había sido pagada a ningún actor extranjero y mucho menos desconocido como lo era él en Hollywood, pero no demostró su sorpresa, por el contrario su semblante se mantuvo impasible mientras leía la copia que le habían entregado, la misma que tenía Lucca en sus manos, vio cómo su agente sí titubeó un poco ante el monto escrito en el papel.

Él no había venido aquí por dinero, le daba igual la cantidad que fuera, tenía lo suficiente para vivir cómodamente hasta el último de sus días, incluso si decidía internarse en el campo como los ancianos que se jubilaban.

—Señor Baró, supongo que debe discutir con el señor Puccini nuestro contrato y está en todo su derecho, pero nos gustaría que nos diese una respuesta cuanto antes, el señor Guillermo Reynolds ha visto su desempeño y ha quedado gratamente sorprendido con el mismo, así como el resto del
equipo... —decía cuando el joven la detuvo.

—¿Lo está Delfina Chaves? —inquirió con un tono de voz que era casi demandante.

—Por... por supuesto, ella está muy satisfecha con la selección que hemos hecho, usted mismo pudo comprobarlo cuando se le anunció que había obtenido el papel... —contestó sintiéndose nerviosa, el carácter y la autoridad que mostraba el español la hacían sentir como una adolescente
enamorada y no como la mujer de cuarenta y cinco años que era, inspiró para calmarse—. La señorita Chaves no es muy dada a demostrar sus emociones, pero estoy segura que se sentía feliz señor Baró, Rendición es su primera obra que será llevada al cine, ella se ha dedicado día y noche a éste proyecto y desea tanto como nosotros que todo salga bien; está bajo mucha presión y quizás por ello usted la haya notado algo distante...—Respondió sintiéndose algo extrañada por el interés que él mostraba con respecto a la opinión de la escritora.

Albert sentía que esa explicación no disminuía la molestia que se había apoderado de él ante el silencio que mostraba Delfina, dos días habían pasado y ella seguía sin buscarlo, esperaba verla allí y afrontar la situación de una vez por todas, pero una vez más sus deseos se habían visto frustrados por los caprichos de ella.

—Estoy segura que una vez que pasen más tiempo juntos se llevarán de maravilla, pueden empezar mañana en la fiesta que dará el señor Reynolds en su casa, tanto usted como su manager están invitados a la misma y por supuesto, si ha venido acompañado por alguien más... su novia, puede traerla también —agregó Martha.

Ríndete a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora