Capítulo 26.

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Una extraña sensación de alegría se había apoderado de Delfina desde la última vez que vio a Albert, se sentía a la expectativa todo el tiempo, a la espera de cualquier acto de presencia del chico y sabía que eso era algo que no podía permitirse. Por eso decidió salir temprano de su casa al día siguiente, ir hasta Florencia, distraerse en algún museo, plaza, librería, lo que fuera; pero debía poner distancia de por medio, no le había gustado mucho todo lo que experimentó el día anterior y menos esa ansiedad que la había embargado por no verlo de nuevo durante el resto del día, a momentos recordaba cómo había actuado y se sentía estúpida.

Después de comprobar que se había marchado, se despojó rápidamente de su ropa mirando de vez en cuando el camino que llevaba a la casa de su vecino, no era que no confiase en su sentido de caballerosidad, pero era mejor estar alerta, con ese hombre nunca se sabía.

Entró a su casa y se dedicó durante el resto de la mañana a limpiar el desastre que había hecho, pero más de una vez se descubrió sonriendo, sonrojándose y suspirando al recordar la escena que allí había acontecido.

Como era de esperarse se regañaba cada vez que eso sucedía y se obligaba a adoptar la actitud de una mujer adulta y no la de una adolescente enamorada que estaba mostrando, subió a su habitación una vez que terminó sintiéndose exhausta, apenas comió algo ligero, no se sentía con ánimos de cocinar.

Preparó la bañera y se propuso alejar de su mente la imagen del español, pero ésta llegaba a cada instante frustrando todo intento por mantener a raya las emociones que él estaba despertando en ella. Odiaba que las cosas se complicasen y sabía qué si dejaba que eso fuera más allá terminaría en un completo desastre y aunque era consciente que había acordado ser su amiga, eso no significaba que debía estar todo el tiempo pendiente de él o a la espera de cualquier excusa para un encuentro entre ambos, las cosas podían perfectamente seguir como hasta el momento, sólo eso.

Se encontraba caminando por uno de los pasillos de la librería más grande que había encontrado en Florencia, era una verdadera belleza. intentó concentrarse en los títulos y dejar de lado una vez más la imagen del actor.

Estar lejos de él le había permitido aclarar un poco sus pensamientos y hasta ese momento sentía que podía controlarlo todo, asegurándose que sólo se sentía atraída por la personalidad rebelde y arrogante del español, que era todo lo opuesto a lo que ella había conocido hasta el momento, la horma de su zapato por decirlo de algún modo.

En lugar de caer rendido a sus pies o deslumbrarse ante su fama, sólo le había hecho ver que él también merecía la misma pleitesía porque se sentía igual o más famoso que ella, claro estando acá en Italia podía creer que él fuera popular, pero trasladándose a su país la cosa era completamente distinta, podía asegurar que allá nadie lo conocía de ser así ella alguna vez lo hubiera visto en una película, serie o al menos en una revista.

Seleccionó dos títulos al azar sintiéndose frustrada al ver la dirección que sus pensamientos tomaban nuevamente, bajó las escaleras y se dirigió hasta la caja para cancelar, le agradeció para después salir de la tienda. Caminaba por la acera observando las hermosas construcciones, cuando de pronto su atención fue captada por la imagen en la portada de una revista, su corazón comenzó a latir rápidamente y sin poder evitarlo llegó hasta el kiosco de diarios donde ésta se encontraba, en un movimiento espontáneo tomó la publicación y sin lograr despegar la mirada de la deslumbrante sonrisa de Albert Baró, buscó en un bolso un billete y se lo extendió a la señora que atendía el lugar.

Pudo notar que ella le decía algo quizás relacionado con él, pero no supo a cabalidad lo que fue, había quedado atrapada por la estampa que mostraba su famoso vecino en aquella fotografía, así que sólo sonrió a la mujer al tiempo que recibía el cambio, respiró profundamente para enfocarse de nuevo en la realidad, desvió la mirada de la imagen y la posó en un pequeño café al otro lado de la calle, guardando la revista en la bolsa con los libros se dirigió a éste.

Ríndete a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora