Albert caminaba de un lugar a otro mientras veía las agujas del reloj que no parecían avanzar, aún faltaba para la hora pautada en las invitaciones, pero ya él deseaba estar en el altar junto a Delfina. Había repasado sus votos una decena de veces y por primera vez en su vida olvidaba las líneas, se sentía estúpidamente nervioso.—El reloj no va a avanzar más rápido porque tú sigas caminando —indicó Lisandro que se acomodaba su corbata frente al espejo— ¿Por qué estás tan nervioso? —preguntó volviéndose a mirarlo.
—Todos los novios se ponen nerviosos el día de su boda —acotó Fernando desde el sillón donde se encontraba.
—Pensaba que eso era solo cosa de mujeres —dijo Lisandro con una sonrisa burlona mientras miraba a su hermano.
—Ya verás que no es así cuando te llegue el turno a ti —señaló Luca con una sonrisa torcida.
—No lo creo, Victoria y yo nos conocemos de casi toda la vida, si nos casamos es solo para cumplir con ciertas normas sociales, pero nuestro amor no necesita de ello —mencionó mirándolos.
—Pues yo te vi muy emocionado el día que le entregaste el anillo, para ser alguien que no cree en el matrimonio fue bastante sentimental —Albert le lanzó una estocada y dejó ver su sonrisa ladeada al ver que su hermano fruncía el ceño.
Fernando y Luca comenzaron a reír a costa del piloto, quien no pudo mantenerse impasible ante las burlas, pero no se molestó, simplemente se unió a las risas y le alegró ver que Albert comenzaba a relajarse.
Amelia entró en compañía de Julia para anunciarle que se había encontrado con la madre de Delfina y ella le confirmó que ya su hija estaba lista, las dos damas Baró se acercaron hasta el flamante novio para ultimar detalles, aunque él lucía perfecto y Amelia no pudo evitar derramar una lágrimas al ver uno de sus sueños hecho realidad, Albert se casaría con una buena mujer y además enamorado, como siempre soñó verlo.
Se abrazaron durante algunos minutos y después se dedicaron a repasar los últimos detalles, él quería sorprender a Delfina y su madre le ayudaría a ello, había estado ensayando para que todo saliera perfecto. Se quedó un momento viendo a Julia que observaba con algo de nostalgia a través de la ventana, él se acercó la abrazó con ternura, se veía hermosa vestida como dama de honor.
—Luces muy linda Julia —esbozó sonriendo para animarla.
—Gracias, pero te vas a caer para atrás cuando veas a Delfi... parece una princesa — comentó y la tristeza se había esfumado de su mirada, o al menos eso esperaba.
—Tú también te verás como una... algún día —confirmó él mirándola a los ojos, queriendo que creyera en sus palabras.
—¡Por supuesto! —exclamó con emoción, pero no pudo evitar la punzada de dolor que le provocó ese "algún día" Se negó a dejar que la amargura la invadiera ese día, debía estar feliz por Albert; de pronto recordó algo—. ¿Sabes a quién vi entre los invitados? —preguntó con una gran sonrisa.
—Entre tantos que hay es difícil adivinar —respondió.
—¡A Piero! El nieto de Cristina... tenía muchísimo tiempo sin verlo, acaba de regresar del exterior, estaba estudiando ingeniería... ¿Sí lo recuerdas verdad? —inquirió otra vez.
—Por supuesto, Piero Taglieri... ya debe ser un hombre —respondió trayendo a su cabeza la imagen del adolescente que intentó rivalizar con él por Delfina.
—Sí, ya tiene veintiún años... y está muy guapo —respondió de manera espontánea, sin saber cuánto revelaba.
—¿Guapo? —preguntó él elevando una ceja.
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Ríndete a mi.
Storie d'amoreAlbert Baró y Delfina Chaves guardan un gran secreto. Ellos esconden dentro de sus corazones un gran amor que se quedó detenido en el tiempo y en un espacio que durante tres meses los albergó y los llevo a vivir la más hermosa e intensa historia de...