Josefina nunca había llorado al ver a dos personas besándose, al menos no hasta ese momento, sin darse cuenta las lágrimas colmaron sus ojos y solo cuando las sintió bajar por sus mejillas fue consciente de ello. Sentía su corazón latir emocionado y la risa burbujear dentro de su pecho, lo último que pensó al ver a Delfina tan mal fue que ese arranque de su hermana tuviera un desenlace así.
Kimberly que era una romántica nata lloraba con total libertad, igual a como hiciera por cada escena de película de amor que veía y que en sus pocos años de carrera, no había tenido ocasión de ser la protagonista de un amor tan grande, al menos no hasta ese momento, pues lo que estaba a la vista no necesitaba anteojos, ese amor de Albert y Delfina tenía raíces sembradas hacía mucho tiempo.
Albert comenzó a secar con sus labios las lágrimas que humedecían las mejillas de Delfina, dejando caer suaves besos en cada espacio de ese hermoso rostro que adoraba y su corazón se llenó de júbilo cuando ella imitó su actitud besándolo igual, deslizando sus labios por su nariz, sus pómulos, subir a su frente y besarlo allí para luego regresar a su boca perdiéndose una vez más en el placer compartido.
—¿Crees que deberíamos recordarles que estamos en plena vía pública? —preguntó Kimberly mirando a Josefina.
—¿Y acabar con este momento tan especial?... no lo creo —indicó ella con una hermosa sonrisa y estaba por volver al auto—. Aunque pensándolo bien, quizás sí debamos decirles que dejen su reconciliación para otro momento o terminarán haciendo el amor junto a esas setas —agregó con picardía, sonriendo al ver a Kimberly abrir mucho los ojos.
—Sería un desastre, la policía podría llevárselos detenidos y además la caravana de la producción debe estar cerca... lo mejor será decirles que esperen a llegar a la villa —señaló usando el sentido común.
—Ok, bueno lo hago yo... ¡Hey tórtolos! Me pesa en el alma tener que interrumpirlos, pero es necesario que retomemos el viaje, créanme van a terminar agradeciéndolo en cuanto estemos allá y ustedes tengan la libertad para estar solos —mencionó en un tono de voz que ellos pudieran escuchar, sin acercarse.
Albert y Delfina escucharon la voz, pero se negaban a romper el hechizo que los envolvía, sin embargo, un resquicio de cordura en ella buscó la fortaleza para hacerlo, lentamente se fue separando de él llevando el beso a sutiles toques de labios.
—Debemos... Tenemos que retomar el viaje Albert—esbozó.
—Sí, pero me falta la voluntad para separarme de ti aunque sea por un instante —expresó él acariciándole el cuello y abrió los ojos encontrándose con ese par de gemas miel que lo miraban.
—Si llegamos antes que el resto del equipo podremos escaparnos —acotó Delfina con una sonrisa radiante.
—Entonces no perdamos tiempo —pronunció con una sonrisa.
Delfina se estremeció ante ese tono ronco y sensual que él usó, pero mucho más ante la promesa que guardaban sus palabras, porque no solo lo amaba con locura, también lo deseaba y se moría por volver a vivir ese placer perfecto que solo él podía darle.
Caminaron de regreso al auto tomados de la mano, sin dejar de sonreír y ni siquiera le prestaron atención a las miradas inquisitivas de sus dos compañeras de viaje, subieron ocupando sus lugares una vez más y de inmediato Albert se puso en marcha.
—Ya sé que ustedes dos están en una nube... solo tengo una pregunta que hacerles —indicó Josefina que no podía controlar su curiosidad, su hermana le dedicó una sonrisa y Albert miró a través del retrovisor para instarla a continuar, ella tomó aire y mirándolos a ambos lo hizo— ¿La historia en Rendición es...? —no tuvo que seguir al ver las sonrisas que ambos esbozaban.
ESTÁS LEYENDO
Ríndete a mi.
RomanceAlbert Baró y Delfina Chaves guardan un gran secreto. Ellos esconden dentro de sus corazones un gran amor que se quedó detenido en el tiempo y en un espacio que durante tres meses los albergó y los llevo a vivir la más hermosa e intensa historia de...