Capítulo 40.

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Sus corazones latían desbocados y sus respiraciones eran aceleradas cuando llegaron hasta la habitación, no habían dejado de besarse en todo el caminó hasta allí, él la bajo apoyándola con suavidad en el suelo para comenzar a desvestirla, hasta él ahora solo le había quitado la camisa, la sostuvo por la cintura al sentir que sus piernas flaqueaban, le dedicó una sonrisa al ver que ella se sonrojaba y se mordía el labio antes de esquivarle la mirada.

Delfina sentía su corazón latir tan fuerte que juraba iba a dejarlos sordos a ambos, podían sentir el ritmo acelerado de Albert también, sus manos estaban apoyadas en el pecho de él, aun así creía que el suyo hacía mucho más escándalo, inhaló profundamente para intentar calmarse, estaba temblando mucho más que la primera vez que se acostó con un hombre, no quería mostrarse ante él como una inexperta, primero porque no lo era y segundo porque deseaba hacer que él también disfrutara de ese momento, aunque su experiencia fuera poca comparada con la que debía tener él, no le importaba, quería hacerle sentir cuanto lo deseaba y que estaba dispuesta a disfrutar de ese encuentro sin cohibirse por tontos prejuicios, o sus dudas sobre si eso estaba bien o no, quería sólo vivirlo mientras le durara.

Él acunó el rostro de Delfina entre sus manos y continuó besándola, esta vez tomándose su tiempo, con roces suaves y húmedos, eran lentas caricias que iban avivando la llama dentro de sus cuerpos, debía calmarse un poco si no quería terminar portándose como un adolescente inexperto.

Los labios de Albert eran tan suaves y provocativos que ella podía jurar que jamás había besado unos parecidos, su calidez y la humedad que le impregnaba su lengua eran tan maravillosas y dulces, no quería dejar de besarlo, no quería separarse de él y aun así necesitaba mucho más de eso que le brinda, de eso que le prometía en cada toque de labios, caricia y gemido.

Cada sensación era tan poderosa que empezaba a sentir como si su cuerpo se elevara, cerró los ojos y llevó sus manos al cabello de Albert, acariciándolo con lentitud, disfrutando de lo que provocaba en ella.— Me encanta besarte... me encanta que me beses, se siente tan bien — susurró contra los labios de él, con los ojos cerrados.

De pronto sintió como una sonrisa se dibujaba contra su boca y como los brazos de él la envolvían con mayor fuerza, abrió sus ojos descubriendo que él la miraba con emoción, se acercó y le acarició la nariz con sus labios para terminar de nuevo en su boca, vio esa sonrisa traviesa y arrogante que tanto provocaba dentro de ella.

—¿Lo dije en voz alta? —preguntó temerosa, la actitud de él se lo gritaba, sin embargo, no pudo evitar interrogarlo.

—Sí —respondió triunfante y le acarició las mejillas con los pulgares para disfrutar del calor que las cubrió—. Y debo culparte por no haberlo hecho antes, pero te prometo que pondré todo de mi parte para recuperar el tiempo perdido Delfina —agregó con voz suave y sensual, se acercó al oído de ella para susurrarle algo más—. Besaré cada espacio de tu cuerpo, me encanta tu piel, me encanta sentirte temblar y juro que te besaré hasta que caiga rendido en ti —mientras decía estas palabras la despojaba con destreza del brasier.

—Albert... —suspiró acercando su cabeza a la de él, apoyando su mejilla sobre los cabellos castaños que aún se encontraban húmedos, mientras sus brazos envolvían aquellos hombros que tantos sueños le habían robado.

—Delfina eres hermosa... —susurró contra su cuello con la respiración agitada.

Subió su rostro para verla y la imagen que ella le regaló lo hizo estremecer, era tan hermosa y sensual.. llevó una mano hasta la nuca de ella y la atrajo hacia él para besarla con ardor, sintiendo que entre más tenía de su boca más deseaba. La bajó de nuevo, esta vez con la firme decisión de
desnudarla por completo, ya no podía seguir dándole largas a sus ganas, la necesidad lo estaba torturando, le mordió el labio con suavidad llevando a la vez sus manos al botón que mantenía el short en su lugar, éste cedió con facilidad y lo deslizó rozando el magnífico derrier que tanto había anhelado tocar.

Ríndete a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora