Capítulo 18.

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Delfina seguía feliz y desbordando energía hacia su meta, esta vez sumaria setenta setas, aunque tenía energías para continuar más allá, no rompería su rutina, jamás lo hacía, odiaba cuando algo llegaba y trastocaba lo que ya había planeado, le encantaba su vida ordenada, así que tal como hacía siempre, en cuanto llegase hasta ésta se detendría a saborear unos minutos su logro y emprendería el regreso hasta la casa, cerrando una mañana perfecta si contaba con la fortuna de no encontrarse con el estúpido arrogante que tenía por vecino.

Cuando al fin alcanzó la seta señalada mentalmente se detuvo apoyándose contra ella, pero sin dejar de mover sus piernas para no sufrir algún calambre, ya el sol estaba cobrando fuerza por lo que llevó sus manos hasta la chaqueta y la abrió permitiendo con eso que la suave brisa refrescara su torso; necesitaba más así que se decidió por quitársela completamente quedando solamente con el sujetador deportivo que la cubría lo suficiente.

En su iPod sonaba a todo volumen Jaded de Aerosmith y no sabía por qué empezaba a encontrarle un significado distinto a esa canción, algo muy cercano a ella, un sentido que antes no había identificado y que estando en medio de ese lugar, alejada de todo lo que había representado su vida segura y organizada, empezaba a cobrar fuerza, la canción hablaba de una mujer que al igual que a ella, le atraían las nuevas experiencias, pero que al mismo tiempo sentía miedo de dejarse llevar y terminar perdiendo su esencia... o quizás era así como ella se sentía.

En fin no debía perder el tiempo en divagaciones que no la llevaban a ningún lado, disfrutaría de la música de una de sus bandas favoritas como siempre lo había hecho, sin rebuscar o intentar llevar los temas a su vida personal. Se dio la vuelta para regresar y aun distraía en sus pensamientos casi muere del susto cuando vio delante de ella a un inmenso caballo negro que parecía haber salido del mismísimo infierno, se replegó a la seta casi hundiéndose en ella mientras la bestia seguía lanzado vapor por las fosas nasales.

—¡Oh, Dios mío!—exclamó aterrada y de inmediato comenzó a temblar —¡Que mierda!?—preguntó en un hilo de voz, intentando alejarse un poco más.

—Tranquila... no se asuste, Misterio no le hará nada, tiene su carácter pero es un caballero, jamás lastimaría a una dama —mencionó Albert intentando calmarla.

Se había acercado demasiado a ella sin siquiera percatarse, hipnotizado por la figura de la chica, disfrutando de la vista que le había entregado también de su espalda cuando se quitó la chaqueta que llevaba puesta, apenas traía un sujetador de esos de ejercicios, del mismo color y material del pantalón, ya con la prenda que traía podía ver que tenía una cintura delgada, pero no pensó que a tal grado y además tan hermosa, parecía tallada a mano, lisa y uniforme, toda su piel se notaba tan suave, ahora sus manos habían cambiado sus deseos y quisieron viajar hasta esa cintura envolverse en ella y quedarse allí un buen rato, se hallaba realmente sorprendido con sus reacciones, como si fuese un chico de quince años que ve por primera vez a una mujer, como si no hubiese visto y tenido para escoger a las mujeres más hermosas de toda españa.

—¿Usted de nuevo? ¿Pero qué carajo le pasa? Primero me tira su auto y ahora viene con esta bestia y casi me la echa encima. ¿Acaso tiene un plan concreto para acabar con mi existencia? —le cuestionó entre molesta y asustada, mirándolo a momentos, puesto que su mayor atención la tenía el animal frente a ella.

—Yo... ¿Un plan para asesinarla? Discúlpeme señorita Chaves pero creo que su imaginación está por las nubes de verdad, ya me enteré que es usted escritora y supongo que debe escribir mucho pues tiene una creatividad impresionante... al menos en lo que a delirios de persecución se refiere —le dijo con toda la intención de hacerla enfurecer, mientras sonreía con inocencia.

Ríndete a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora