Capítulo 12.

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Cataluña, España. Enero 2018

Albert se encontraba tendido sobre el diván al otro extremo del lugar, justo al lado de la puerta que llevaba al interior de su departamento, había enviado a crear ese ambiente intentando emular la terraza de la casa que ocupó en Toscana, se decía muchas veces que debía cambiarla, remodelar todo. Pero no terminaba de reunir el valor para hacerlo, no sólo por los recuerdos que le traía, sino porque realmente le gustaba.

La sombra de otras enredaderas junto a una especie de techo de varias vigas de madera creaban un entretejido que evitaba que los abrasadores rayos del sol le diesen de lleno en el rostro, apenas delgados rayos se colaban entre las raíces y creaban un hermoso espectáculo de luz sobre su figura; se encontraba ausente de todo a su alrededor mientras leía una antología de poesía mundial, había algunos que ni siquiera había leído o escuchado a su madre, quien era una amante de ese género, aunque justo en ese instante leía a uno de sus favoritos.

"Como para acercarla, mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz busca el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro, sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y tan largo el olvido..."

A cada palabra que leía sentía como si le estuviesen restregando sal a una vieja herida, una que se negaba a cerrar y que estaba sangrando a borbotones; sus ojos se llenaron de lágrimas respiró profundamente y apretó la mandíbula con fuerza para darles la pelea, se había prometido que no volvería a llorar por ella y lo cumpliría, ya estaba bien de andar por allí dando lástima. Después de aquella entrevista muchas personas se acercaron a él llevadas por la curiosidad de descubrir quien logró una hazaña tal como romperle el corazón. Muchas mujeres lo miraban con diversión y otras se ofrecían a consolarlo, había hecho el ridículo justo como le había dicho Romina, mostrándole a todo el mundo aquello que tanto se había empeñado en ocultar, una guerra de años, perdida en la batalla de una noche.

Mientras ella seguía con su vida al otro lado del océano, cosechando éxitos, despertando la admiración y el amor de otros, ella subía como la espuma, imparable, hermosa...

¡Dios, estaba tan hermosa en esa entrevista!

Recordó cuando la vio la semana pasada en la sección de arte y espectáculos del noticiero. Al menos esperaba que ese libro fuese un recordatorio de su existencia, para bien o para mal, no importa. Pero quería que ella lo tuviera presente, así como él la tenía a ella, como un molesto fantasma que se empeñaba en aferrarse a su vida. Miró de nuevo el libro entre sus manos y lo cerró lleno de frustración, lo puso a un lado ¡Maldito poema! ¿Por qué tenías que ser tan acertado Neruda?

Seguramente pasaste por lo mismo y tuviste la fortuna o desdicha de plasmarlo con asombrosa exactitud, ojalá y te hayas sentido como me siento yo en este preciso momento... un estúpido miserable y además masoquista.

El sonido del timbre retumbó en el interior del departamento y se extendió hacia la terraza, Albert dejó libre un suspiro pesado, se frotó la cara con ambas manos para liberarse de esa sensación de pérdida que lo embargaba, se colocó de pie con lentitud mientras escuchaba que el timbre sonaba una vez más y se dirigió hasta ésta.

—Buenos días, madre que sorpresa verte —mencionó el chico desconcertado mirándola y la invitó a pasar

—Mi bebé ¿Cómo estás? —lo saludó llevando una mano hasta la mejilla de su hijo la acarició y luego caminó con él hacia la terraza.

Ríndete a mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora