Malos Hábitos [Cedric Diggory/Lucius Malfoy]

Capítulo XXX: No quiero dejarte ir

La ausencia de los pequeños destellos de luz que se colaban por los agujeros que no lograban tapar las tablas clavadas a las ventanas de la casa de los gritos, advirtió a la joven Selwyn que su tiempo allí estaba por terminar, aunque eso no evitó que se mantuviera recostada en pecho desnudo de Cedric sin ser capaz de apartar la mirada de la suya. Ambos estaban al tanto que eran esperados en el gran comedor, y que si no se apresuraban llegarían tarde, pero se mantenían mirándose en silencio ignorando sus respectivos deberes.

— ¿No podemos regresar mañana? —se quejó la azabache besando sus labios de manera suave—. Que nos notifiquen que pasó en la cena...

— No es una noche cualquiera, llamaríamos la atención si nos ausentamos— le recordó el castaño claro sin aun lograr que se levantara de encima de él—. Podrías pasar la noche en mi habitación...—le propuso logrando hacerla sonreír.

— Si voy contigo a tu sala común llamaría la atención— se quejó apartándose del chico para poder sentarse en la cama y comenzar a buscar la poca ropa que aún permanecían en las sábanas—. Y si no salgo hasta el otro día, sería peor...

— Lo siento— se disculpó sin querer insistirle sobre el tema al saber cómo terminaría aquella discusión. Con ella sin ceder y ambos molestos con el otro—. ¿Nos vemos mañana en la mañana? —la invitó rodeándole la cintura con sus manos para colocar su cabeza en su hombro y besar su mejilla, provocando una sonrisa tonta en Elynne.

— Por supuesto, mucho antes del desayuno, lleva algo de las cocinas— respondió deshaciéndose de su agarre para comenzar a vestirse y él no tardar en imitarla, observando a la vez cada movimiento que hacía, y como le sonreía cuando cruzaban miradas—. No olvides tus deberes...—añadió al recordar que apenas habían logrado escribir algo al no querer sacarse las manos del otro durante gran parte del día, al no haberlo podido hacer desde hace una semana gracias a los horarios del otro.

­Tomados de la mano salieron casi corriendo con sus mochilas en sus espaldas apresurándose a llegar al castillo antes de la cena, al haberse terminado de poner el sol cuando lograron terminar de guardar sus cosas. Apenas entraron al colegio soltaron sus manos para cada uno ir a su respectiva sala común a arreglarse y dejar sus bolsos antes de ir al Gran Comedor.