Capítulo XCII: Cosas que nunca me dijiste

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Acariciaba el papel debajo de su mano izquierda mientras con la derecha presionaba la pluma con tinta encima de él sin saber con exactitud que palabras plasmarle

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Acariciaba el papel debajo de su mano izquierda mientras con la derecha presionaba la pluma con tinta encima de él sin saber con exactitud que palabras plasmarle. Tenía mucho que contar, demasiados detalles que no podían ser contados con palabras, con la explicación que se merecía. La azabache negó sin ni siquiera confiar en que escribirle fuera prudente. Si en algún momento esa carta llegaba a manos equivocadas, solo le provocaría problemas tanto a ella como al destinatario.

Tampoco podía decir mucho sin llegar a dar detalles. Decirle que estaba bien, solo lo preocuparía, porque sabía que no era así, pero decirle lo contrario también lo alertaría. No era capaz de perturbarlo de esa manera, decidiendo por escribirle a alguien cercano al animago que podía recibir la carta por él.

No sé cómo comenzar esta carta, sé que encontrarás extraño recibir una carta de mi parte, y en realidad no te escribo por ti sino por nuestro amigo en común. No encontré prudente escribirle de manera directa, por lo que te pido por él que le informes que estoy bien, no del todo, aun me duele, él sabe lo importante que era el tejón para mí, pero sigo viva, entera.

Sonrió con lágrimas en sus ojos, sintiendo aun el dolor latiente en ella, obligándose a mojar la pluma en el tintero para proseguir su carta.

Sé que está preocupado por mí, dile que lo extraño, que quiero verlo, he logrado salir de mi casa, estoy con mi mejor amigo ahora, y podré viajar a verlo aun cuando él no quiera que lo visite por ser peligroso. Dile que lo necesito, que necesito sus abrazos, sus palabras, que me tranquilice como su niña pequeña, no me importan los riesgos, incluso si él te dice que no, ayúdame a verlo, te lo ruego lunático.

Varias lágrimas cayeron encima de la tinta sin arruinarla, apenas corriendo los bordes de algunas palabras. En otra ocasión, habría rehecho toda la carta de nuevo, pero sabía que esos pequeños detalles podían hacer la diferencia en hacer recapacitar al hombrelobo de que reunirlos era la mejor opción, o incluso de que Sirius se animara a que lo viera como le había prometido la última vez que vieron.

Escríbeme tan pronto tengas respuestas de él.

Atte.: El tesoro de Canuto.

Terminó la carta para animarse a doblarla, y buscar un sobre vacío en una de las gavetas del escritorio. Sin colocar algo en este, introdujo el pergamino doblado, cerrándolo, con intenciones de buscar alguna de las lechuzas de los Malfoy para enviar la carta, aun sabiendo que esto llamaría demasiado la atención de Lupin en cuanto la recibiera. No porque la reconociera, sino porque incluso los animales que usaban para correspondencia denotaban la aristocracia y el poder de sus dueños.

Buscar a Lucius era su última opción para enviar esa carta, hacerlo significaba tener que buscarlo y darle una explicación que le debía, desencantándose por salir de su habitación con dirección a la de Draco, en donde esperaba encontrarlo, dado que era el lugar que más frecuentaba cuando no estaba en su compañía. En efecto, solo necesitó posar sus nudillos en la madera un par de veces para que esta se moviera, mostrando al joven mago con una mueca de notable molestia en su rostro.

Malos Hábitos [Cedric Diggory/Lucius Malfoy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora