Malos Hábitos [Cedric Diggory/Lucius Malfoy]

Capítulo LXXXII: El futuro que aún no vivimos.

Los susurros en el castillo sobre el compromiso de Elynne se mantuvieron durante semanas, a pesar de que los detalles ya se encontraban en dos de los ejemplares de corazón de brujas. El primero publicado la misma semana del compromiso con los detalles de la fiesta, y el segundo la semana siguiente con artículos de suposiciones acerca de si durarían, de donde vivirían, entre otros detalles sin importancia y sin fundamentos.

Las atenciones, miradas o rumores sobre el compromiso no lograron inmutar la relación de la pareja, al ignorarlos por completo y seguir con su relación como si aquella fiesta hubiera sido un mal sueño, solo eran un par de adolescentes enamorados que compartían cada momento que podían juntos. Sobre todo, con el nuevo factor en su relación, el pequeño felino que Cedric había llevado para ella al castillo.

Su tamaño no había incrementado desde la última vez que lo había mirado. Limitándose a no tocarlo demasiado con miedo a hacerle daño, la bruja le arregló una pequeña cama en un rincón de la habitación del tejón, con leche y agua cerca para que pudiera comer mientras ambos estaban en clases, un plan que apenas les resultó el primer día de clases, al notar como el pequeño gato apenas había probado alimento.

— Aun es pequeño para cuidarse solo— le explicó Cedric al tomar al pequeño gato en brazos y llevarlo hasta su cama, para alimentarlo con una tetera que transfiguró con su varita, y que de manera eventual llenó con la leche para facilitarle la ingesta—. Tranquilo.

— Si piensas por un segundo que voy a hacer eso...— le advirtió la azabache mirándolo con una mezcla de ternura y terror por ver a su novio cuidar de un ser vivo—. Apenas puedo cuidarme, quizás todo este tiempo mis padres tuvieron razón en no darme una mascota, las hubiera dejado morir de hambre en semanas.

— No es difícil Lynn, solo debes llenar esto y ponerlo en su boca, él hará el resto— intentó explicarle sin la chica acercarse ni dejar de mirarlo con incredulidad—. ¿Podrías intentarlo?

— Preferiría no hacerlo— se encogió de hombros—. Y si esa cosa va a dormir en la cama es mejor que me vaya a mi habitación, puedo aplastarlo en la noche...— retrocedió en sus pasos logrando que el chico le mirara con algo de decepción por su reacción a cuidar de algo tan verosímil como un gato.