Capítulo I: Una chica peculiar

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Las lágrimas y sonrisas en aquel lugar eran las más genuinas que jamás podrían encontrar, cientos de familias separándose por meses, sin saber entre ellos más que por cartas llevadas por lentas lechuzas que se demoraban más de lo que podían desear

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Las lágrimas y sonrisas en aquel lugar eran las más genuinas que jamás podrían encontrar, cientos de familias separándose por meses, sin saber entre ellos más que por cartas llevadas por lentas lechuzas que se demoraban más de lo que podían desear. Los chicos deseaban volver a aquel lugar mágico donde podían aprender cada vez más, mientras otros solo ansiaban volver a ver a sus amigos.

Ni siquiera tener cuatro años de ello terminaban de acostumbrar a la joven bruja de aquellas estúpidas despedidas, nunca había comprendido porque lloraban por ir a Hogwarts, podía entender porque lloraban de volver a casa, pero no a aquel lugar donde eran libres, donde no tenía que darles explicaciones de su vida privada a nadie. Con una sonrisa cínica en su rostro observó por última vez la insignia enganchada en su túnica con una gran P en ella.

La cual era la mayor evidencia de que su vida privada continuaba siendo un secreto entre los ladrillos del colegio, que solo los involucrados conocían. Sin borrar su sonrisa continuó observando el andén en busca de su mejor amigo, la cual era la única razón por la que no había entrado aun al tren. Apenas lo había visto hace unos días, pero era casi una tradición para ella entrar juntos al tren, sin contar que esa vez tenía que ir de manera directa al compartimiento de los prefectos para recibir sus respectivos deberes.

— Podríamos esperar dentro— mencionó su hermano menor un poco hastiado de tener que esperar en vez de entrar de una buena vez.

— ¿Vas a llevar mi equipaje por mí? — le cuestionó de manera mimada jugando con una pequeña piruleta de calabaza, de las cuales se había vuelto un poco adicta, al saber lo que provocaba al jugar con ella entre sus labios, podría haber jurado que los chicos se les iba la mirada más de lo normal al verla jugar con aquel dulce.

— Si eso significa poder entrar, aceptaría el reto— aseguró el chico pelinegro bufando al levantarse de su baúl en el cual estaba sentado—. Puedes encontrarte con tu novio dentro...

— Que divertido— lo interrumpió volviendo a tomar su dulce en la boca—. No es mi novio, y acaba de llegar— aclaró antes de salir casi corriendo en dirección a un par de rubios que en efecto habían recién aparecido en el andén.

La primera en notarla fue una rubia con notable aristocracia en todo su esplendor, la elegancia era expulsada por todo su ser, la cual le dedicó una sonrisa casi de ternura al verla correr en dirección a su hijo, mientras este no se percataba de su presencia al estar ocupado asegurándose de que todo su equipaje estuviera en perfecto estado. La matriarca Malfoy casi no podía cansarse de ser espectadora del brillo que se posaba en los ojos de su hijo cada vez que miraba a su mejor amiga.

Casi fue magia, el cambio de actitud que tuvo el chico en cuanto la pelinegra lo sorprendió por la espalda y cubrió sus ojos con sus manos como si fueran niños pequeños jugando, antes de él quitarse sus manos, dar la vuelta, y alzarla en brazos para poder abrazarla con fuerzas, mientras Elynne reía con entusiasmo.

Malos Hábitos [Cedric Diggory/Lucius Malfoy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora