Capítulo LXXII: La forma en que la mira

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El viento acariciaba su rostro intentando hacer mover las hebras de su cabello sin éxito alguno, lo cual la hacía sonreír mientras movía las manos en sus laterales, sintiéndolas flotar a libertad, a excepción de aquel trozo de metal que se encontr...

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El viento acariciaba su rostro intentando hacer mover las hebras de su cabello sin éxito alguno, lo cual la hacía sonreír mientras movía las manos en sus laterales, sintiéndolas flotar a libertad, a excepción de aquel trozo de metal que se encontraba en su dedo anular, que casi podía jurar que sentía que en cualquier momento la haría hundirse hasta el fondo del agua. Significaba más de lo que le gustaba, no era solo un regalo del chico que amaba, era una promesa que no podría romper a pesar de haber sido su decisión.

No se arrepentía de haberlo conocido, ni de enamorarse de él, sus sentimientos no eran el problema. Sino lo que habían conllevado. Las decisiones a la fue casi forzada por mantener al chico que amaba con ella. Las lágrimas no tardaron en mezclarse con el agua dulce de su rostro, nadie iba a poder saber que estaba llorando, y quizás por ello sintió liberador poder hacerlo.

Su situación se había complicado a un estado que se le había salido de control. En medio de un compromiso sin haberlo querido o deseado, podría haber pensado en eso en algunos años, cuando los primeros meses de noviazgo, dulces y cálidos, terminaran, abriendo por completo el envoltorio de la pareja. Dejando ver gran parte de quienes eran el uno al otro, y solo entonces podrían decidir si sus sentimientos continuaban igual de fuertes.

Quitarle aquella elección lograba que Elynne volviera a sentirse esa niña de seis años que había escuchado a Maximiliann hablar con el padre de su primer prometido. Solo era una pequeña escuchando una conversación que no debió, al ir corriendo al despacho de su padre para contarle del día que había tenido. El recuerdo llegó a ella en forma de epifanía, haciendo meollo en su interior, indicándole la razón por la cual comenzó a luchar.

Recordaba su vestido color melocotón con volantes que le llegaba hasta debajo de las rodillas, un regalo de los tantos que le hacía su padre. Solía usar cualquier prenda que él le obsequiara cuando iba a verlo, como muestra de su agradecimiento, una de las tantas costumbres que le inculcaron desde antes de que pudiera comprender palabra alguna. Casi podía sentir su largo cabello chocando contra su espalda al correr hasta el despacho de Maximiliann y detenerse de golpe al ver que la puerta estaba semiabierta, una mala costumbre que había dejado atrás después de aquel incidente.

Malos Hábitos [Cedric Diggory/Lucius Malfoy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora