La libertad es un derecho que algunos han tenido hace tanto tiempo que la han subestimado, y ignorando su verdadero valor, cuánto significa ser libre. Pero quienes han sido oprimidos desde su nacimiento, cuya vida han sido planeada desde la concepci...
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Las risas de adolescentes en el patio se había convertido una melodía constante después de la primera hora del baile, al quererse escabullirse en los jardines para tener un encuentro más romántico, a pesar que Snape lograba interrumpirlos de manera indómita, antes de correr para alejarse más del castillo. Por lo que estaban preocupados lo suficiente como para prestarle atención a la bruja vestida de princesa que salía del castillo con las manos en su rostro intentando limpiar sus lágrimas.
Aceptar perder a Diggory no había sido ni la mitad de doloroso que hacerlo. Creía que estaría bien, que sería como las otras veces en que un chico solo significaba sexo para ella, que podía reemplazar con facilidad unas semanas después. Incluso tenía a Draco o Snape para complacerla si se lo pedían, pero para su sorpresa el sexo no era lo que extrañaría del tejón.
Ver su rostro con notable dolor fue lo que la hizo darse cuenta que amaba a ese chico, tanto como para dolerle dejarlo. Sentía como el corazón le latía cada vez más fuerte, como si quisiera salirse de su pecho, provocando que su respiración se precipitara hasta que solo exhalar e inhalar se le dificultara. Sin embargo, eso no era nada en comparación al dolor que sentía en medio de su pecho, un dolor que solo podía contrastar con el que le provocaba un crucio.
Caminó llorando hasta su árbol a metros del patio del reloj, para sentarse en el suelo abrazando sus rodillas, intentando dejar ir lo que sentía, pero cada sollozo solo aumentaba el vacío que se había instalado en su pecho. Odiaba no poder controlarse en ese momento, dejarse llevar por sus sentimientos de esa manera, sobre todo después haber prometido la primera vez que sufrió tanto por un chico que no dejaría que volviera a ocurrir.
Ya no era una niña de catorce años, no era inocente, ni mucho menos pura como entonces, pero le dolía aún más que lo que hizo Sebastián. Dado que esta vez era la única responsable de su sufrimiento. El castaño se había acercado a ella para arreglar las cosas, solo tenía que aceptar y volvería a sus brazos, a dormir a su lado, a abrazarlo y dejarlo protegerla como adoraba que hiciera. Pero no había tenido el valor para hacerlo.
- Sabía que estabas aquí- lo escuchó acercarse sin lograr inmutarse por su presencia, al no tener fuerzas para dejar de llorar y encararlo de manera inmediata-. Sé que tienes miedo...-le dijo el chico caminando hacia ella hasta sentarse a su lado sin llegar a tocarla.