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Clavel rayado: no puedo estar contigo.

La pelirrosa caminaba por aquellos oscuros túneles como si nada, a su alrededor podía escuchar a los vendedores promocionando sus productos, en el ambiente estaba impregnado un fuerte olor a alcohol y tabaco, era de esperarse, después de todo estaba en el mercado subterráneo donde solían conseguirse todo tipo de cosas de dudosa procedencia.

Conocía ese lugar como la palma de su mano, había estado ahí desde que era una niña que participaba en peleas clandestinas para poder pagarse un hogar y llevarse algo a la boca. Luego, en su adolescencia, solía sería ahí donde encontraba a la mayor cantidad de sus clientes.

Aunque el motivo de su presencia ahí no era para buscar dinero o trabajar, no, ahora ella estaba ahí como clienta.

-me sorprende verte aquí, escuche que ahora cuidas mocosos bonachones- Mari, como siempre, estaba en su destartalado escritorio contando un montón de billetes con un cigarrillo en la boca, ni siquiera la volteaba a ver.

-vengó como clienta- expreso Sakura.

Al instante Mari dejó de contar su preciado dinero y la miró estupefacta.

-¿tu?- soltó una sonrisa burlona- ¿donde está la chica que siempre decía que no se metería en otro de mis negocios turbios?

-la gente cambia de opinión y necesidades- le restó importancia levantando los hombros.

-¿y que podrías necesitar de mi? ¿Que tengo yo que la UA no?

-necesitó armas.

Ante esas declaraciones Mari sonrió sádicamente, si había algo que Mari quisiera más que al dinero eso eran las armas.

-ya nos vamos entendiendo- Se levantó rápidamente de su escritorio y le abrió una puerta- acompáñame al paraíso.

La puerta llevaba hasta una bodega llena de armas de todo tipo, desde rifles hasta cuchillos pequeños.

-todo aquí es de la mejor calidad- Mari le mostró uno de los cuchillos, con un simple roce en el dedo este empezó a sangrar- y ¿qué es lo que estás buscando?

Sakura recorrió con la mirada el lugar, estaba tan atascado de objetos peligrosos que no podía encontrar lo que buscaba a simple vista.

-¿tienes kunais y agujas senbon?

-¿ahora en que te metiste?- la mujer la miró con una ceja alzada.

-¿los tienes o no?

Mari dio una calada a su cigarrillo y lo aplastó en el piso.

-que genio... -le dio la espalda y empezó a buscar entre todo el arsenal que tenía- ya casi nadie usa ese tipo de armas ¿sabes? La gente a perdido el buen gusto y piensan que con una buena pistola es suficiente.

La pelirrosa no dijo nada y sólo se quedó mirando la colección de espadas que Mari tenía en aquella bodega, pensó que podría llevarse una y manejarla, Chizome le había enseñado a usarlas, además, en su antigua vida le había llamado la atención aprender el arte de la espada, pero nunca encontró un buen maestro y su trabajo en el hospital y su entrenamiento con Tsunade-sama la dejaban sin tiempo.

Pero sobre todo necesitaba armas pequeñas que pudiera esconder entre su ropa, tampoco quería ir por ahí llamando la atención de todos con una espada y llegando con la liga de villanos con un arma en manos lista para atacarlos.

Al poco tiempo Mari apareció con una caja de madera tallada que puso en el suelo.

-se los compre a un viejo artesano- dijo mientras abría la caja- solo quería deshacerse de ellos porque se iba a vivir con el hijo, así que casi me los regalo.

KunoichiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora